El verdadero milagro de la Navidad, al menos en lo cinematográfico, es La Navidad mágica de los Jangle.
Películas navideñas hay a puñados. Todos los años, sin ir más lejos, entre Netflix y Disney sacan unas cuantas. La mayoría son olvidables o incluso muy malas, pero La Navidad mágica de los Jangle se corona como de lo mejorcito de este peculiar subgénero.
Y es tan buena porque, honestamente, reluce en todos sus aspectos. Está claro que no va a cambiar la vida de nadie y que la historia no innova en nada, ni falta que le hace, pero es magia pura, es bonita, su dirección artística parece una postal, sus actores dan lo mejor de sí mismos (atención a la pequeña Madalen Mills, a Anika Noni Rose, a Phylicia Rashad o a lo bien que le sienta el cine familiar a Forest Whitaker) y los números musicales son un acierto, muy dinámicos y entretenidos. Sobre todo, es una cinta dulce, emotiva, llena de emoción auténtica y de un espíritu inmemorial y eterno. Lástima que se extienda tantísimo... a saber a quién se le ocurrió estirar tanto una historia que no daba para más de 90 minutos hasta los casi 110 que dura. Una pena, porque si no se hiciera tan larga, podría rozar incluso el sobresaliente, ya que, dentro de su estilo, es verdaderamente fantástica (por cierto, una nota curiosa... es la tercera cinta navideña seguida de su director, David E. Talbert, que se está convirtiendo en un especialista de este tipo de cine).
La mejor película navideña en años.

Lo mejor: Los actores, su encanto, su carácter navideño, y el dinamismo de los números musicales.
Lo peor: Es excesivamente larga. Casi dos horas es extender demasiado una trama muy sencilla.