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Voto de harryhausenn:
7
5 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Climax, siguiendo una premisa tan simple como efectiva, da como resultado uno de las mejores películas de su director. Tras un casting, un grupo de bailarines termina el rodaje de una coreografía en un polideportivo enmedio del campo en plena noche de invierno. Comienza entonces la fiesta, celebración de un trabajo bien hecho, que va sobre ruedas hasta que se descubre que ¡Oh!¡Oh! Alguien ha saboteado ̶e̶l̶ ̶p̶o̶n̶c̶h̶e̶ la sangría.
Tras los créditos iniciales, que en realidad son los finales, al igual que en Enter the void, asistimos a las entrevistas individuales a cada bailarín, proyectadas en un viejo televisor rodeado de DVDs de las películas a las que se hará homenaje, de Posesión (las convulsiones de la bailarina Sofia Boutella contra las paredes) a La noche de los muertos vivientes (la totalidad del reparto) en la próxima hora y media. Y entonces, la magia, un plano secuencia, cargado de zooms y travellings, de la danza colectiva al ritmo de Supernature de Cerrone, cada personaje con su propio estilo, del break al voguing, cada uno con su minuto de gloria en el centro del plano, una introducción insuperable que marca el tono de la primera mitad de la película, la celestial.
La danza, la fiesta, los bailarines hablan de sus esperanzas, de sus sueños, de sus ganas, de sus deseos. Otra secuencia de baile frenético, en plano cenital que cierra la primera parte, literalmente, con otra serie de créditos en neón. Y entonces, el infierno. Todos comienzan a sentirse mal y se descubre que alguien ha puesto droga en la sangría. La paranoia, la desconfianza, la rabia y la líbido se disparan hasta culminar en una explosión de violencia aberrante cuando las luces rojas de emergencia y los movimientos descompuestos de los extasiados asistentes recrean el mismísimo infierno para los espectadores.
Noé ya había jugado con esta transición del cielo al infierno en Irreversible, aunque con un dudoso gusto, situando el cielo en un parque familiar y el infierno en el cuarto oscuro de un bar gay. También podría aplicarse ese paso a Love, de la vida de un joven rebelde sexualmente liberado que termina sus días atrapado por un núcleo familiar tradicional. Sin embargo, en Climax, el paso de la felicidad al horror, más que narrativo, se vuelve espacio-temporal. Es decir, al contrario que las dos anteriores, el tiempo, casi real, en que la droga surte efecto y el espacio cerrado sin escapatoria son los principales propulsores del caos, al margen de las decisiones de los propios personajes.
Tras los créditos iniciales, que en realidad son los finales, al igual que en Enter the void, asistimos a las entrevistas individuales a cada bailarín, proyectadas en un viejo televisor rodeado de DVDs de las películas a las que se hará homenaje, de Posesión (las convulsiones de la bailarina Sofia Boutella contra las paredes) a La noche de los muertos vivientes (la totalidad del reparto) en la próxima hora y media. Y entonces, la magia, un plano secuencia, cargado de zooms y travellings, de la danza colectiva al ritmo de Supernature de Cerrone, cada personaje con su propio estilo, del break al voguing, cada uno con su minuto de gloria en el centro del plano, una introducción insuperable que marca el tono de la primera mitad de la película, la celestial.
La danza, la fiesta, los bailarines hablan de sus esperanzas, de sus sueños, de sus ganas, de sus deseos. Otra secuencia de baile frenético, en plano cenital que cierra la primera parte, literalmente, con otra serie de créditos en neón. Y entonces, el infierno. Todos comienzan a sentirse mal y se descubre que alguien ha puesto droga en la sangría. La paranoia, la desconfianza, la rabia y la líbido se disparan hasta culminar en una explosión de violencia aberrante cuando las luces rojas de emergencia y los movimientos descompuestos de los extasiados asistentes recrean el mismísimo infierno para los espectadores.
Noé ya había jugado con esta transición del cielo al infierno en Irreversible, aunque con un dudoso gusto, situando el cielo en un parque familiar y el infierno en el cuarto oscuro de un bar gay. También podría aplicarse ese paso a Love, de la vida de un joven rebelde sexualmente liberado que termina sus días atrapado por un núcleo familiar tradicional. Sin embargo, en Climax, el paso de la felicidad al horror, más que narrativo, se vuelve espacio-temporal. Es decir, al contrario que las dos anteriores, el tiempo, casi real, en que la droga surte efecto y el espacio cerrado sin escapatoria son los principales propulsores del caos, al margen de las decisiones de los propios personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La dirección de Noé vuelve a ser prodigiosa. En la primera mitad contenido, más estático, siguiendo tanto los movimientos como las palabras de los bailarines, casi más cerca del documental que de la ficción. En cambio, tras los primeros brotes psicóticos despliega la artillería pesada: travellings en las sombras, en pasillos en los que la cámara gira, poniendo a los actores boca abajo; distorsiones de sonido, de los lloros de un niño que llama a su mamá, el ruido de huesos rotos, de gritos, de orgasmos, intertítulos en homenaje a Godard... y justo tras la catástrofe, la resaca que atormentará a los personajes cuando se despierten, Excepto a uno, quien repetirá en otra ocasión lo que ha sido, a sus ojos, el fiestón del siglo.
hommecinema.blogspot.fr
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