Suficientemente descripta en sinopsis y críticas precedentes, esta serie se centra en el secular conflicto entre prensa libre -o investigación periodística- y "Sistema de Dominación", la primera con lógica de conciencia y la segunda con lógica de conveniencia.
Siempre es interesante enterarse cómo se desenvuelve dicha dialéctica en el mundo -en este caso en Australia, miembro del Commonwealth-, cuyos países asociados son todas democracias presidencialistas y/o parlamentarias. Y cómo, llegada la hora del juego de intereses políticos, económicos o particulares, la revelación de pormenores "non sanctos" de parte de la prensa, dispara acciones represivas, directas o indirectas, dependiendo de la gravedad del affaire.
Así como en "Todos los Hombres del Presidente", aquel histórico film sobre el caso Watergate que llevó a la renuncia de Nixon por espionaje político interno, en esta serie una periodista se inmiscuye en el entramado de las relaciones entre su país y su principal cliente -China-, mientras Australia procura mantenerse aliado al bloque occidental USA-NATO, en disputa con la potencia asiática por la supremacía y el predominio mundial presente y futuro. Y lo hace agregando a la cuestión en particular una suma de situaciones personales, privadas y públicas de los protagonistas, a fin de construir la historia mediante una dual escala; por una lado "individual o humana", y por el otro política o general.
En resumen, toda la trama discurre entre los avatares de la riesgosa, difícil e incómoda investigación periodística y las formas de impedirlo; ya sean escrupulosas -legales- o inescrupulosas e ilegales -criminales- que le presenta El Poder, atormentando su vida. De ahí que una vez más resulte revelador enterarse que, sea donde fuere, llegado cierto punto la frontera entre democracia y autoritarismo se difumina y hasta desaparece...
Por último, cabe decir que artística y técnicamente es una buena serie, con algo de exigencia al espectador para no perder el hilo de la trama. (Secret City: dos temporadas -Netflix)