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Voto de gonzalo restrepo sanchez:
9
Drama Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke) es un luchador profesional de wrestling que, tras haber sido una estrella en la década de los ochenta, trata de continuar su carrera en el circuito independiente, combatiendo en cuadriláteros de tercera categoría. Cuando se da cuenta de que los brutales golpes que ha recibido a lo largo de su carrera le empiezan a pasar factura, decide poner un poco de orden en su vida: intenta acercarse a ... [+]
22 de febrero de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El luchador” es un penetrante retrato de la soledad, fracasos y ambientes sórdidos. Y es el luchador Randy (Mickey Rourke), “El Carnero” para el mundo del espectáculo de los golpes sobre un ring, la metáfora de aquellas vidas con abismos de abyección. La pregunta que surge entonces, es si, Rourke se interpreta a sí mismo. Intentaré aproximarme a esta formulación, sin haber acordado nada con él.

Cuando en el año de 1984 Mickey Rourke se ponía a las órdenes de Barbet Schroeder en “Barfly”, un guión escrito por Charles Bukoski, quien iba a pensar que ese personaje —llamado Chimanski— con un itinerario sadomasoquista, se iba a aproximar a Randy (“El carnero”). Si bien, seres diferentes, seres en cierto sentido marginales; aunque “El luchador” intenta poner un poco de orden a su vida y aproximarse a su hija Stephanie (Evan Rachel Wood).

En ambos personajes, los vehículos en que se apoyan para construir un caos delirantemente organizado e instrumentos para formalizar su rebelión son: el alcohol, la soledad, los excesos y los ambientes sórdidos para superar su aislamiento y realidad en compañía —en el caso de “The wrestler”— con una joven streaper (Marisa Tomei, quien ya ganó un “Oscar” por su trabajo en “Primos, primos”).

Entonces, “Barfly” no sería lo que es sin la extraordinaria composición de Rourke, imposiblemente desgreñado, y “El luchador” no sería lo que es sin Rourke, porque en el fondo debe de recordar no sólo a Barfly”, sino, cómo él mismo vivió en carne propia lo que el cine le mostró: Un actor que sale de los bajos fondos, para que en esa oposición física entre creación y destrucción, lo lleve a confeccionar un personaje como Randy, lleno de todos lo aspectos emocionales que a la postre un hombre puede tener a lo largo de su vida.

Y es que la película de Darren Aronofsky es una meditación sobre la crisis de sentimientos, con el influjo poderoso (siempre en el cine) como espoleta de toda tragedia. Y es que no hay que inventar una contraposición entre un fallido héroe e ídolo. A la larga somos héroes y somos ídolos cuando nuestros hijos en cualquier caso, nos aceptan a pesar de “habernos apartado del sendero”. La vida en este sentido, nos pone muchos ejemplos que ha veces hay que ponerse a analizar. La idea no es cometer siempre los mismos errores, sino nuevos errores. Desde esta perspectiva, el clímax de la película propone una inteligente reinterpretación de qué es lo que se busca en la vida, sus consecuencias.

De nada vale los pensamientos admonitorios. No cerremos nuestros ojos y sigamos nuestro camino. No porque el luchador conociendo su enfermedad, se aproxime a conciencia, más a la muerte subiéndose de nuevo a un ring. Es que como alguna vez escuche a una señora mayor, la vida hay que cojerla por los cuernos y Randy la toma por el ring —recordemos la escena final del filme—. Es por esto que el personaje de ese viejo luchador llamado Randy resulta a la larga un medio de identificación de nuestro interior.
gonzalo restrepo sanchez
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