¿Por dónde hay que coger esta película? Es algo difícil de decidir, porque no se encuentra por dónde cogerla. Algo así le debió pasar a Cronenberg al que le debió gustar la novela de Don Delillo y que, al tratar de pasarla al cine, tampoco supo por dónde cogerla y reprodujo diálogo tras diálogo, sin reparar que éste no deja de constituir en la novela una excusa mínima para descripciones de estados anímicos y escenarios más o menos irreales, justamente lo que el cine difícilmente puede reproducir.

La literatura postmoderna precisamente nos lleva esos escenarios irreproducibles con imágenes. Obras como la “Trilogía de Nueva York” de Paul Auster o “Si una noche de invierno un viajero” de Italo Calvino, modelos de narraciones postmodernas, ¿pueden ser trasladadas al cine? Hay que dudarlo, so pena, de olvidarlas y simplemente inspirarse en ellas. Lo que no hace Cronenberg, que nos larga los diálogos descolgados del todo a que pertenecen.

Tomemos únicamente como ejemplo la celebrada parte final de la película. Resulta absurda en tantos aspectos que no hace falta referirse a cada uno de ellos. Nos ofrece un diálogo interminable y sin sentido entre dos individuos, uno llamado Benno que lleva una toalla en la cabeza y otro, Eric Michael Packer, con los faldones de la camisa fuera como cualquier cantante hortera de turno. Si se lee la novela de Delillo se verá que el diálogo, que sigue siendo deliberadamente absurdo o simbólico, únicamente sirve de armazón a la descripción de sentimientos y sensaciones.

La afirmación de que la obra constituye algo así como un manifiesto contra el capitalismo no parece que tenga mucho sentido, dada la superficialidad de los diálogos en los que se tocan temas económicos. A lo más hay una crítica contra la caprichosa conducta del protagonista, un rico, siendo extraño que con esa con ella pueda haber llegado a ser un tycoon a los 26 años.

La actuación del intérprete principal linda con lo patético. En su descargo hay que indicar que el papel adjudicado es ligeramente estúpido. Por lo menos, completamente estólido. En este sentido hay que reconocer que hay algo que favorece a las novelas y es que nos permiten escoger la imagen del protagonista sin necesidad de vernos forzados a aceptar la inane imagen que esta película nos ofrece.

En definitiva, un error inmenso de Cronenberg que comienza a hacer pensar en el traje invisible del emperador.