Haz click aquí para copiar la URL
España España · mADRID
Voto de RARRA:
8
Western El explorador Cable Hogue es abandonado en medio del desierto por sus crueles compañeros Taggart y Bowen, que le arrebatan la montura, el rifle y las provisiones. Después de caminar bajo un sol implacable durante cuatro días, cuando ya está al borde del colapso, nota que sus botas están húmedas... (FILMAFFINITY)
8 de marzo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que hay que señalar en torno a “La balada de Cabel Hogue” es que tiene algo de entrañable. Quizá por eso Peckinpah tuviera hacia ella una especial afección. En ocasiones, afirmaciones de ese tipo se hacen porque se cree en su certeza objetiva; en otras muchas, porque se sienten, generando una especie sensación de certeza subjetiva.

Desde el primer momento la película se siente que Peckinpah tiene un ca-riño especial por el personaje de Cable Hogue, encarnado en Jason Robards. Las pri-mera y quizá mejores escenas de la película presentan a Cable reclamando a Dios agua, y Peckinpah, de alguna forma dios creador de la película, se la da. O sea, Peckinpah desde su situación soberana protege y cuida a Cable Hogue. Y Cable, como en contraprestación, es bueno, perdona, no busca mal a nadie, mata sólo en defensa propia.

Algo claro es que La balada no es precisamente un western. Simplemente tiene por fondo la misma encrucijada histórica que fue la expansión de los Estados Unidos hacia el Oeste hasta toparse con la huella española de California. Arizona es una última etapa en esa expansión. California no va a ser ya un escenario de western y únicamente podrá serlo para referirse a las disidencias entre norteamericanos y mejicanos.

Pero dejando ya ese cariño del director por la obra, ésta se nos ofrece como muy cuidada. Todos los personajes ofrecen un cierto fondo más allá de la superficia-lidad y anecdotismo con que parecen ser presentados. Pero tampoco parecen desear la trascendencia. Se ofrecen tal como lo son, es decir, sin que provoquen sensación de artificialidad como sucede en tantas películas. Aunque sean extraños.

El desierto de Arizona compone un marco peculiar al que algunas escenas en la ciudad sirven de contrapunto. Al final el progreso técnico resulta el verdadero enemigo. Pero tampoco Peckinpah nos lo presenta con acritud. El tono de la pelícu-la, en efecto, es el de balada, expresión respetada incluso por la versión española.
RARRA
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow