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Voto de Chris Jiménez:
7
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6,2
38.677
Acción. Comedia
Joe Hallenbeck, un detective privado en horas bajas, había sido uno de los más importantes agentes del servicio secreto norteamericano, pero su carrera terminó al enfrentarse a un político corrupto. Por su parte, Jimmy Dix, una gran estrella del fútbol, cae en desgracia al verse involucrado en un escándalo. Ambos unirán sus fuerzas para resolver un turbio caso en el que se ven implicados. (FILMAFFINITY)
25 de mayo de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El Último Boy Scout" exhala para mí el inconfundible aroma de la nostalgia.
Es volver a una preadolescencia donde sobre todo tenía cabida el cine de acción más espectacular, ruidoso y desenfadado que pudiera haber, y poblado de malos muy malos, mujeres florero hermosas y (a menudo) carismáticas y esos héroes tan rudos, agresivos y musculosos.
Antes de llegar los aborrecibles Roland Emmerich y Michael Bay y fastidiarlo todo, Tony Scott era quizás el mejor director de cine de acción comercial que había, y su entrada en los '90 no pudo ser mejor (gracias al pequeño clásico del "neo-noir" romántico-trágico que es "Revenge"). A partir de un guión del (entonces) gran Shane Black escrito en un periodo más bien amargo de su vida y que batió récords de adquisición (siendo el mejor pagado de la Historia hasta ese momento), el director se inmiscuyó sin querer en uno de los proyectos más rocambolescos y desafortunados de cuantos se había enfrentado.
Choque de egos y personalidades desde su concepción: ni a Black le hizo gracia tener que cambiar cientos de veces su historia ni a Scott le gustaba trabajar con el controlador y posesivo Joel Silver ni con el pretencioso Bruce Willis, así como a Damon Wayans le horrorizaba actuar con éste. El caos y la tensión lo invadió todo...y ello se traspasó a la película y a su atmósfera; es algo que se percibe en el aire. Cantada por Bill Medley, "Friday Night's a Great night for Football" abre de forma poderosa y cachonda una historia con la que Scott se vuelve a centrar en el mundo del deporte, esta vez en el peligroso y celebérrimo football americano.
Esa secuencia grande y violenta en pleno campo, donde un jugador empieza a disparar a todos y luego se vuela la cabeza, sirve de exagerado ejemplo de la farragosa corrupción inherente al universo deportivo; pero en lugar de seguir escudriñando en este interesante planteamiento, el (prostituido) guión se desvía hacia algo más conocido y menos polémico: los relatos de detectives y gángsters. Cinismo puro y duro, detestable traición, mucha testosterona y un carácter autodestructivo son los pilares emocionales del film, con dos protagonistas hechos a la medida de su trama.
Ese Joe Hallenbeck que Willis encarna con obstinado desparpajo, mezcla de su John McClane y el Ben Shockley de "Ruta Suicida", y que no es sino la lógica reinvención de los duros detectives del "noir" (como lo pudieron ser Jake Gittes o Jack Andrews), al estilo de Sam Spade o Dave Bannion; Wayans no es policía, sino ex-jugador de football. Con ellos se desata la "buddy movie", tan típica de aquellos años, y que tras "Límite: 48 Horas" o "Arma Letal" (también escrita por Black) pocas sorpresas nos dejaría.
No es difícil encariñarnos con esta pareja, uno que se cura con la violencia para mitigar su vida, en la cual se incluye una esposa infiel, una irritante hija que no le respeta y un oficio que odia como parche a un pasado de agente del Servicio Secreto. Mientras, el otro, Jimmy Dix, se cura con las drogas y el alcohol para olvidarse de que tiene una esposa en el cementerio y una carrera que hace mucho que acabó.
Sin duda dos otrora héroes (uno de Estado, otro del deporte) a los que la suerte les dio de lado, despojos de lo que un día fueron, con una única oportunidad de redimirse en un caso de corrupción, chantaje y asesinato a través de un personaje tan manido como la chica de vida fácil (Corey) que pide protección al detective andrajoso de turno.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Se disfruta mucho tal explosivo, truculento y divertido espectáculo que, a pesar de las penas que hizo pasar a Scott y sus acólitos, les acabó reportando unos beneficios que casi triplicaron el presupuesto invertido, cuyas secuencias y frases míticas ya jamás veremos ni escucharemos en el cine actual, y con un momento (personal) para el recuerdo: Joe bailando sobre los focos tras darse uno de los finales más horripilantes que hemos visto de un villano (al menos en el cine de acción).
Es volver a una preadolescencia donde sobre todo tenía cabida el cine de acción más espectacular, ruidoso y desenfadado que pudiera haber, y poblado de malos muy malos, mujeres florero hermosas y (a menudo) carismáticas y esos héroes tan rudos, agresivos y musculosos.
Antes de llegar los aborrecibles Roland Emmerich y Michael Bay y fastidiarlo todo, Tony Scott era quizás el mejor director de cine de acción comercial que había, y su entrada en los '90 no pudo ser mejor (gracias al pequeño clásico del "neo-noir" romántico-trágico que es "Revenge"). A partir de un guión del (entonces) gran Shane Black escrito en un periodo más bien amargo de su vida y que batió récords de adquisición (siendo el mejor pagado de la Historia hasta ese momento), el director se inmiscuyó sin querer en uno de los proyectos más rocambolescos y desafortunados de cuantos se había enfrentado.
Choque de egos y personalidades desde su concepción: ni a Black le hizo gracia tener que cambiar cientos de veces su historia ni a Scott le gustaba trabajar con el controlador y posesivo Joel Silver ni con el pretencioso Bruce Willis, así como a Damon Wayans le horrorizaba actuar con éste. El caos y la tensión lo invadió todo...y ello se traspasó a la película y a su atmósfera; es algo que se percibe en el aire. Cantada por Bill Medley, "Friday Night's a Great night for Football" abre de forma poderosa y cachonda una historia con la que Scott se vuelve a centrar en el mundo del deporte, esta vez en el peligroso y celebérrimo football americano.
Esa secuencia grande y violenta en pleno campo, donde un jugador empieza a disparar a todos y luego se vuela la cabeza, sirve de exagerado ejemplo de la farragosa corrupción inherente al universo deportivo; pero en lugar de seguir escudriñando en este interesante planteamiento, el (prostituido) guión se desvía hacia algo más conocido y menos polémico: los relatos de detectives y gángsters. Cinismo puro y duro, detestable traición, mucha testosterona y un carácter autodestructivo son los pilares emocionales del film, con dos protagonistas hechos a la medida de su trama.
Ese Joe Hallenbeck que Willis encarna con obstinado desparpajo, mezcla de su John McClane y el Ben Shockley de "Ruta Suicida", y que no es sino la lógica reinvención de los duros detectives del "noir" (como lo pudieron ser Jake Gittes o Jack Andrews), al estilo de Sam Spade o Dave Bannion; Wayans no es policía, sino ex-jugador de football. Con ellos se desata la "buddy movie", tan típica de aquellos años, y que tras "Límite: 48 Horas" o "Arma Letal" (también escrita por Black) pocas sorpresas nos dejaría.
No es difícil encariñarnos con esta pareja, uno que se cura con la violencia para mitigar su vida, en la cual se incluye una esposa infiel, una irritante hija que no le respeta y un oficio que odia como parche a un pasado de agente del Servicio Secreto. Mientras, el otro, Jimmy Dix, se cura con las drogas y el alcohol para olvidarse de que tiene una esposa en el cementerio y una carrera que hace mucho que acabó.
Sin duda dos otrora héroes (uno de Estado, otro del deporte) a los que la suerte les dio de lado, despojos de lo que un día fueron, con una única oportunidad de redimirse en un caso de corrupción, chantaje y asesinato a través de un personaje tan manido como la chica de vida fácil (Corey) que pide protección al detective andrajoso de turno.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Se disfruta mucho tal explosivo, truculento y divertido espectáculo que, a pesar de las penas que hizo pasar a Scott y sus acólitos, les acabó reportando unos beneficios que casi triplicaron el presupuesto invertido, cuyas secuencias y frases míticas ya jamás veremos ni escucharemos en el cine actual, y con un momento (personal) para el recuerdo: Joe bailando sobre los focos tras darse uno de los finales más horripilantes que hemos visto de un villano (al menos en el cine de acción).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Novela negra de bolsillo al estilo de Elmore Leonard o Charles Williams amparada por la excelente fotografía de Ward Russell y el diseño artístico de Christiaan Wagener.
La labor de ambos conforma una estética "neo-noir" de intensos colores negros, azules y rojos, cielos anaranjados (marca de la casa de Scott) e interiores humeantes y sudorosos, rebosantes de violencia, misoginia y amargura y tipejos despreciables y despreciados.
Black adorna esta atmósfera con unos chistes y salidas de tono que en boca de sus personajes son perlas impagables de la academia de la lengua vulgar (sobre todo las proferidas por Willis), y Scott rellena la trama con secuencias de acción viscerales y de ritmo trepidante, de la escuela de Walter Hill y John Woo y cortesía de los tres montadores involucrados en la posproducción: Mark Goldblatt, Mark Helfrich y el maestro Stuart Baird.
Trama que, no obstante, se ve sacudida por altibajos debido a la cantidad ingente de sinsentidos argumentales y situaciones imposibles que maneja el director (siendo la del bosque con la inesperada aparición de Darian el mejor ejemplo, o en la que Joe y Jimmy se enfrentan a Marcone: atención a las piruetas que dan el guión y los diálogos para tirar una bala explosiva a una chimenea...). Desde luego lo mejor que hace el film es no tomarse nada en serio, con lo cual la diversión siempre está presente (irónicamente, pues el rodaje fue un infierno para todos), a pesar de ciertos momentos oscuros y dramáticos...
Después de un Willis pasadísimo de vueltas y con una retahíla de frases para enmarcar (sostengo que nadie suelta los diálogos de Black mejor que él) y un simpático Wayans sin mucho encanto, dos féminas de gran carisma como Chelsea Field y una jovencísima y tremenda Halle Berry, dos malos terribles como Noble Willingham y ese Taylor Negron de extraño rostro y ojos de psicópata, y aquella todavía pequeña Danielle Harris (en un papel harto detestable...que está ahí para ser secuestrada y ya está como mandan los cánones).
Magnificada por sus virtudes técnicas, descacharrantes diálogos, una cruda caracterización de personajes y un clímax tan sumamente descabellado como genial, "El Último Boy Scout" no esconde su condición de encajar en el "thriller" de acción comercial del momento. Por tanto es totalmente hija de su época, y ello, si no nos queda claro, será definido por el propio Joe en un diálogo final que se merece el calificativo de brillante (sin bromas), como si por un segundo se saliera del film y situase al espectador en el momento en que éste fue realizado.
La labor de ambos conforma una estética "neo-noir" de intensos colores negros, azules y rojos, cielos anaranjados (marca de la casa de Scott) e interiores humeantes y sudorosos, rebosantes de violencia, misoginia y amargura y tipejos despreciables y despreciados.
Black adorna esta atmósfera con unos chistes y salidas de tono que en boca de sus personajes son perlas impagables de la academia de la lengua vulgar (sobre todo las proferidas por Willis), y Scott rellena la trama con secuencias de acción viscerales y de ritmo trepidante, de la escuela de Walter Hill y John Woo y cortesía de los tres montadores involucrados en la posproducción: Mark Goldblatt, Mark Helfrich y el maestro Stuart Baird.
Trama que, no obstante, se ve sacudida por altibajos debido a la cantidad ingente de sinsentidos argumentales y situaciones imposibles que maneja el director (siendo la del bosque con la inesperada aparición de Darian el mejor ejemplo, o en la que Joe y Jimmy se enfrentan a Marcone: atención a las piruetas que dan el guión y los diálogos para tirar una bala explosiva a una chimenea...). Desde luego lo mejor que hace el film es no tomarse nada en serio, con lo cual la diversión siempre está presente (irónicamente, pues el rodaje fue un infierno para todos), a pesar de ciertos momentos oscuros y dramáticos...
Después de un Willis pasadísimo de vueltas y con una retahíla de frases para enmarcar (sostengo que nadie suelta los diálogos de Black mejor que él) y un simpático Wayans sin mucho encanto, dos féminas de gran carisma como Chelsea Field y una jovencísima y tremenda Halle Berry, dos malos terribles como Noble Willingham y ese Taylor Negron de extraño rostro y ojos de psicópata, y aquella todavía pequeña Danielle Harris (en un papel harto detestable...que está ahí para ser secuestrada y ya está como mandan los cánones).
Magnificada por sus virtudes técnicas, descacharrantes diálogos, una cruda caracterización de personajes y un clímax tan sumamente descabellado como genial, "El Último Boy Scout" no esconde su condición de encajar en el "thriller" de acción comercial del momento. Por tanto es totalmente hija de su época, y ello, si no nos queda claro, será definido por el propio Joe en un diálogo final que se merece el calificativo de brillante (sin bromas), como si por un segundo se saliera del film y situase al espectador en el momento en que éste fue realizado.