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Voto de Chris Jiménez:
7
Intriga. Thriller. Terror Una vidente, inspirada por una visión, rompe una porción de pared en la casa de su marido y encuentra un esqueleto enterrado. Junto con su psiquiatra, busca descifrar quién era la persona amurada y quién el culpable de que haya muerto. (FILMAFFINITY)
26 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los que la cámara enfoca casi constantemente, de color azul grisáceos, y abiertos de forma expectante para todo el horror que pueden desentrañar desde la más palpable realidad.
Virginia Ducci oculta tras esos cautivadores e hipnóticos ojos un secreto, terrible, que puede poner en peligro su vida...

El suspense mediterráneo parecía estar desinflándose a medida que la década terminaba, dejando de interesar al público por la excesiva cantidad de propuestas ofrecidas (porque salían hasta de debajo de las piedras...) y mutando hacia caminos un tanto farragosos, como esos cruces que algunos hicieron entre otros estilos realmente incompatibles (la ciencia-ficción, el erotismo...). En 1.977 Dario Argento, ese genio que definió el género, se aleja lo máximo posible de él cuando se pone al frente de su considerada por muchos obra maestra "Suspiria", pero ese mismo año hay otros directores que continúan, cada uno a su estilo, y entre los más destacados está Lucio Fulci.
Viene a ser una inesperada incursión tras años de ir probando sus habilidades de artesano en diversos tipos de cine (del de aventuras al "western" o la comedia). Un proyecto que se mantiene en espera por la indecisión de los productores y que se enfrenta a varias reescrituras, aportando distintos guionistas sus muchas ideas, como el mítico Dardano Sacchetti. "Siete Notas en Negro" empieza con un engaño, algo constante en su argumento, además de estar observada desde una única perspectiva, la de Virginia Ducci.

La muerte, brutal y descarnada, de la madre de ésta, sólo sirve para ponernos en situación aunque ninguna relación tenga con lo que nos va a ofrecer el director, quien aprovecha y nos remueve el estómago con su habitual violencia, haciéndonos creer que su presencia será importante como en muchos de sus trabajos (un engaño en el sentido más estricto, desde luego). Pero no, nos precipitamos con una repentina elipsis a unas décadas después; ya sabemos que la protagonista posee un don, el de vislumbrar sucesos que han podido ocurrir o pueden estar ocurriendo.
Por esto es introducido Luca, psicólogo experto en lo paranormal (el guión, como búsqueda a una resolución rápida, opta por introducir personajes auxiliares, cuya presencia ni llega a molestar ni a resultar del todo creíble...). A pesar de servir de apoyo, y como se ha dicho, el único punto de vista sobre el cual se mueve la trama es el de Virginia, así que dependerán de esta perspectiva todo los resortes del suspense, originado en la extraña visión que ella ha tenido sobre un asesinato en un escenario muy peculiar. Como sucedía con la protagonista de "Una Lagartija con Piel de Mujer", la del film que nos ocupa también se presta a realizar algo esencial para Fulci: resolver un misterio a través del inconsciente y los sueños.

Por ello sus ojos, ciertamente preciosos, sobre los cuales se abalanza la cámara del italiano cada vez que puede (su obsesión por el misticismo de los globos oculares aquí es casi enfermiza), actúan como una puerta entre realidades (la real y la imaginada), sin discernir cual es la auténtica. Así los pasos para resolver el misterio, "hitchcockiano" a más no poder, del cadáver de una mujer emparedado en la mansión familiar de su rico marido Francesco, se originan a través de una dislocación de las realidades y cómo éstas se interpretan; sin embargo, y esto es lo más interesante que nos brinda Fulci, dichos pasos siguen un esquema argumental perfectamente lógico y convencional.
Con la acumulación de elementos, pistas e individuos (cuyas intervenciones resultan muy gratuitas, como la de ese taxista con tan buena memoria o la mujer que quiere ayudar a Francesco, acusado del crimen), de algún modo unidos en el caso. Y mientras sorprende la creación de atmósferas que logran Luciano Spadoni (como director artístico) y Sergio Salvati (como operador), con especial predilección por las formas y los colores (en este caso la intensidad del rojo adquiere una importancia vital) tan del gusto de Argento, Martino y Bava, el director lo hace no con su concesión excesiva a la violencia, sino con un preciso manejo del misterio, además de sacudirnos, y a su protagonista, cual Fritz Lang, con la imposibilidad de escapar del destino, o más bien de la fatalidad del destino.

Su investigación se torna por tanto en persecución primero y luego en huida, y esta sensación de desasosiego se acrecienta, en una decisión maestra por cambiar las coordenadas de juego, al hacer que la visión del pasado sea en realidad una predicción, ¡por lo cual se nos obliga a resolver un crimen presente por medio de un hecho futuro! (algo que pocas veces se haya visto en el "thriller" o por lo menos en el "giallo") Los elementos ya vistos (la revista, el muro, el espejo, la lámpara, el cigarrillo, qué "hitchcockiano" todo) se conjugan en una jugarreta macabra del destino y del director, que socarrón le da la vuelta tanto a la realidad externa como a la que percibe la protagonista.
Esa maravillosa Jennifer O'Neill de ojos espectacularmente bellos (¿cuántas veces es preciso afirmarlo?) que se erige como el motor auténtico del film y se alza como una de las actrices más competentes que ha dirigido Fulci (por encima del histrionismo de Florinda Bolkan y las maneras irritantes de Catriona MacColl). Después de ella, unos correctos Gabriele Ferzetti, Marc Porel y Gianni Garko en un papel cuya inocencia y culpabilidad no son tan fáciles de adivinar. Un suspense de esencia clásica (cercano al gótico británico), una música "morriconiana" memorable (de mucha importancia en la historia) y un clímax entre paredes que estruja los pulmones rematan uno de los títulos más elegantes y absorbentes del "giallo".

Un servidor, pese a sus errores y decisiones inexplicables, lo considera pieza esencial del género y su cineasta (tanto que influyó a la posterior "Los Ojos de Laura Mars"), pese a no lograr el éxito deseado en su momento, quizás la causa de que no volviera a practicarlo hasta cinco años después...
Chris Jiménez
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