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Voto de Chris Jiménez:
6
Fantástico. Aventuras Durante las celebraciones populares, el joven de diez años Tadashi es elegido “Jinete Kirin”, defensor de la justicia y la paz. La leyenda cuenta que el Jinete kirin debe ir a una montaña cercana y reclamar una legendaria espada, guardada por el gran Goblin para así luchar contra el malvado ejército de Yomotsumono. Cuando los niños a lo largo del país empiezan a desaparecer y terroríficos monstruos comienzan a atacar a la gente, Tadashi ... [+]
7 de febrero de 2017
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Se abren las grietas en la tierra y las tormentas se desatan.
Los responsables alzándose desde su mundo invisible para penetrar en el nuestro, rompiendo la estabilidad entre realidades...

Demonios, princesas, bestias y criaturas de diversas formas se agolpan para un Yokai Matsuri de grandes proporciones. A Takashi Miike le ofrecen encargarse de una empresa de más de mil millones de yenes con varias razones para llevarse a cabo: la primera es conmemorar el 60.º aniversario de la compañía Kadokawa; la segunda y más importante es rendir tributo al universo yokai, esos aberrantes seres del folklore nipón que velan por las almas y la tierra y preservan la tradición, a menudo contra los seres humanos.
Un equipo creado por los autores más prestigiosos de la ficción fantástica (Natsuhiko Kyogoku, Miyuki Miyabe y nada menos que Hiroshi Aramata y Shigeru Mizuki) abandera el proyecto, el cual deriva de influyentes fuentes como la Trilogía Yokai que Daiei produjo a finales de los '60 o el mítico cómic " "Gegege" no Kitaro" creado por el propio Mizuki (hasta el día de hoy habiendo generado numerosas adaptaciones al anime y al cine). Curioso es por tanto que éstos no se ocupen del libreto en lugar de un dudoso trío de guionistas designado, donde incluso participa el cineasta, un tanto insólito...

Mal presagio ese inicio en mitad de una Tokyo en ruinas que en realidad es un sueño de Tadashi. De la mano del álter-ego del entonces muy jovencito Ryunosuke Kamiki entramos en esta historia, como no podía ser menos un niño cuya vida ha sido trastocada por la tragedia, y que tras el divorcio de los padres va a vivir a casa de sus abuelos (cuadro íntimo de sobras conocido); el pintoresco pueblo pesquero donde va a vivir y la falsa calidez de su nuevo hogar hacen de catalizador para que prefiera refugiarse en el mundo de la imaginación. Sin emabargo este drama personal no va más allá de lo superficial y el meollo del argumento pronto se descubre.
Y sucede por la vía de lo perturbador y sangriento, a la "manera de Miike"; la visión de una vaca suicidándose y parir un aberrante ser mitad ternero, mitad oni, es un claro signo de qué límites va a cruzar en esta ocasión. Otro vaticinio, de desastre. Mientras el día a día de Tadashi sigue entre los desvaríos de su abuelo (un envejecido y divertido Bunta Sugawara), el único con quien puede comunicarse, y la celebración de la fiesta regional, aparece el demonio Yasunori Kato, extraído de la legendaria "Teito Monogatari" de Aramata, como un villano en dominio de lo que parece ser la "materia desperdiciada del Mundo", figurada como un monstruo de chatarra que todo lo engulle y destruye.

Tadashi es escogido Caballero de Kirin en la fiesta (cómo no, su nombre significa "justo"...) y entonces, a poco menos de 20 minutos, ya está inmerso en el reino fantástico de los yokai tras aventurarse en las profundidades de las montañas. Su adaptación a dicho reino y a aceptar el cargo de defensor de esas criaturas de leyenda también da pie a que su realidad y su familia queden relegados a un mero segundo plano (una prueba de la irregularidad del guión); al igual que en la trilogía orginal de Daiei, la guerra se desata por las terribles acciones de algo impuro (y por lo tanto de origen humano) que pretende destruir la pureza de la tierra, por los yokai tan bien protegida.
Si bien ellos aquí no son los terribles monstruos de antaño, sino entrañables seres que luchan por una causa noble. Junto al niño sólo nos queda rendirnos a la ilógica y ser parte de esta enorme aventura que se nutre tanto del folklore y de las obras nombradas como de los clásicos del "kaiju-eiga" y la fantasía juvenil que coronaron los '80 (de "Los Goonies" a "La Historia Interminable" pasando por "Indiana Jones", "Cristal Oscuro" o "Dentro del Laberinto"), donde Miike se desenvuelve bien en el manejo de los efectos visuales/digitales, los numerosos extras y en dotar a la atmósfera de un absurdo nostálgico que a la vez sirve de parodia de los propios géneros que se homenajean.

Pero suele superar la vergonzosa incongruencia y termina por ahogar lo poco que hay de trama; para más inri, la mezcla entre lo infantiloide y los momentos orientados a lo adulto quiebran el tono de repente, unos altos niveles de sadismo y perversión en los que el director se recrea orgulloso. Y es que el público infantil no está preparado para encarar la visión de esos híbridos de yokai y chatarra salidos del imaginario de Shinya Tsukamoto destrozándolo todo a su paso con inusitada violencia, ni los actos de maldad de una Chiaki Kuriyama que aparece de sexy masoquista.
Miike conduce este batiburrillo de elementos y géneros a una batalla no tan épica como en principio esperábamos; son desde luego más dignas las intenciones que los resultados. Con un héroe infantil mal desarrollado y un villano sin ningún carisma no hay duelo final grandioso, no obstante asistir al "matsuri" masivo que los yokai organizan en los cielos al estilo del histórico "¡ejanaika!" es un deleite para los sentidos; sorprende asimismo la entrega que brinda un reparto lleno de conocidos rostros pero irreconocibles bajo disfraces y kilos de maquillaje (tales como Naoto Takenaka, Renji Ishibashi, Kenichi Endo, Asumi Miwa, Sadao Abe, Takashi Okamura o los mismísimos Kyogoku y Aramata, que encarnan a príncipes oni).

Sin tener en cuenta el imbécil anticlímax con el que se nos sacude las expectativas, "Yokai Daisenso" termina siendo una ruidosa y disparatada oda a la imaginación, la fantasía y el poder de la tradición folklórica, que jamás debe quedar enterrado por el progreso y la depredadora industrialización humana, una moraleja más que obvia.
Aunque un grave incendio en los sets perjudica de repente el rodaje, el presupuesto queda bien amortizado ya que el film arrasa la taquilla. Por otro lado el de Osaka, sin abandonar del todo su estilo, se encamina así hacia el cine de masas y el alto despliegue de medios, al cual rápidamente se acostumbrará...
Chris Jiménez
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