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Voto de Chris Jiménez:
8
5,7
2.144
Bélico
A finales de la Segunda Guerra Mundial, en enero de 1945, los hombres del sexto batallón de Rangers, a las órdenes del teniente coronel Henry Mucci (Benjamin Bratt), llevaron a cabo una peligrosa misión en Filipinas: recorrer 30 millas a través de un territorio dominado por los japoneses para intentar rescatar a 500 prisioneros de guerra. Inspirada en hechos reales. (FILMAFFINITY)
26 de abril de 2024
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Allí estaban, cientos de norteamericanos, europeos, filipinos, recluidos en un campo de 700x500, algunos gravemente enfermos, otros sucumbiendo a torturas o muertos de hambre.
Al campo de Cabanatuan le llamaban "El Pabellón Cero" porque salir vivo de allí era imposible...y no lo dice el guión de esta película, lo dice la Historia.
Es coincidencia tal vez, o cosa del destino, que el padre de John Dahl sirviera en uno de los grupos destinados a Filipinas y que acabara con sus huesos en la prisión para aceptar éste el proyecto millonario de los hermanos Weinstein; el problema era que el guión, aun inspirado en libros donde se trataba la terrible vida de los apresados en aquel infierno y el asalto de las tropas americanas y filipinas del 30 de Enero de 1.945 para liberarlos, se tomaba tantas licencias que el parecido entre lo narrado y los eventos históricos no tenía nada que ver. Leer "basado en hechos reales" en la página final fue la gota que colmó el vaso...
Su decisión fue tajante: o los productores le dejaban cambiar esa patraña que debía más a las películas de Chuck Norris o se iba con viento fresco; por fortuna pudo hacerlo y las descripciones obtenidas de veteranos de guerra recluidos en la prisión a los que entrevistó fueron cruciales. Contar la verdad tal y como ocurrieron las cosas es clave en este tipo de obras, para ello, y aunque parezca algo demasiado pedante, reaccionario quizás, o incluso discursivista, se empieza con una clase de Historia sobre los sucesos que provocaron esta legendaria misión de rescate.
Y esto no fue filmado por Dahl, son imágenes de archivo, auténticas imágenes donde es muy comprensible el odio que Occidente sentía por el pueblo japonés en aquel momento. Aunque, como siempre sucede con estas cosas, el pueblo no tenía nada que ver, sino sus despiadados militares; y es que, esas cabezas brillantes que tanto se quejan de las descripciones extremadamente injustas de los nipones en el film, pueden acercarse a las imágenes o, si poseen un estómago duro, a las grabaciones que se conservan del trato a los prisioneros extranjeros o de las condiciones en las que "vivían" dentro de Cabanatuan y otros campos.
O de la llamada Marcha de la Muerte de Bataan, donde más de 70.000 presos fueron obligados a desplazarse a pie hasta San Fernando y luego hasta el campamento O'Donnell; con las manos atadas muchos soldados y civiles fueron ejecutados o desmembrados con las espadas y cuchillos durante la marcha. Así que, ¿propaganda es lo que aquí nos venden? No, fue la realidad, y me afecta hablar de esto porque mi familia política es japonesa...pero la crueldad de aquellos hombres con tal de conquistar y diezmar a quienes se les ponían por delante fue más allá del límite. En el caso de los campos de prisioneros, la visión de Kobayashi en su épica "The Human Condition" basta para hacerse una idea de dicha crueldad.
Dahl empieza su historia desde la narración del capitán Robert Prince, que decentemente interpreta un joven James Franco, pero no resulta tan molesta como en otras películas, ya que al menos su voz no la atraviesa de principio a fin. Parece que nadie se acuerda ya de los abandonados en Filipinas, pero no el mayor Robert Lapham, que propuso el rescate y la orden llegó hasta el teniente Henry Mucci, y tal como vemos aquí su unidad estaba compuesta de guardabosques, rangers o scouts, hombres que nunca habían entrado en combate bélico real.
Ya está planteada la premisa durante las próximas dos horas de metraje: su preparación, su logística, su puesta en marcha y su ejecución. Pero el guión hace aquí un alto y para que todo el proceso resulte algo más fácil de digerir, y más atractivo para el espectador, otras dos tramas se abren en paralelo: una tiene lugar dentro del campo, donde Joseph Fiennes da vida (y de manera brillante) al, en este caso sí ficticio, mayor Daniel Gibson. ¿Licencia artística? Bueno, como él habría miles allí, y no molesta su presencia, ya que es necesaria como nexo de la tercera trama, protagonizada por una mujer: la real Margaret Elizabeth Utinsky.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Por desgracia para el director, los Weinstein están en ese mismo momento cortando sus relaciones con Disney y tienen que mudarse de las oficinas; la película, acabada en 2.002, se mantiene a la espera en un armario hasta poder ser distribuida, lo que llevará nada menos que tres años. Y cuando esto sucede, para colmo de males, es uno de los mayores fracasos del momento...
Ya fuera el panorama bélico internacional o que los gustos del público y la crítica estaban cambiando y el tema de la 2.ª Guerra Mundial había perdido interés, "El Gran Rescate" se estrelló sin remedio; una vergüenza que obras tan bien narradas y comprometidas con la veracidad histórica fracasaran y un "blockbuster" basura como "Pearl Harbor", sin ir más lejos, tuviera una recepción tan exitosa.
Al campo de Cabanatuan le llamaban "El Pabellón Cero" porque salir vivo de allí era imposible...y no lo dice el guión de esta película, lo dice la Historia.
Es coincidencia tal vez, o cosa del destino, que el padre de John Dahl sirviera en uno de los grupos destinados a Filipinas y que acabara con sus huesos en la prisión para aceptar éste el proyecto millonario de los hermanos Weinstein; el problema era que el guión, aun inspirado en libros donde se trataba la terrible vida de los apresados en aquel infierno y el asalto de las tropas americanas y filipinas del 30 de Enero de 1.945 para liberarlos, se tomaba tantas licencias que el parecido entre lo narrado y los eventos históricos no tenía nada que ver. Leer "basado en hechos reales" en la página final fue la gota que colmó el vaso...
Su decisión fue tajante: o los productores le dejaban cambiar esa patraña que debía más a las películas de Chuck Norris o se iba con viento fresco; por fortuna pudo hacerlo y las descripciones obtenidas de veteranos de guerra recluidos en la prisión a los que entrevistó fueron cruciales. Contar la verdad tal y como ocurrieron las cosas es clave en este tipo de obras, para ello, y aunque parezca algo demasiado pedante, reaccionario quizás, o incluso discursivista, se empieza con una clase de Historia sobre los sucesos que provocaron esta legendaria misión de rescate.
Y esto no fue filmado por Dahl, son imágenes de archivo, auténticas imágenes donde es muy comprensible el odio que Occidente sentía por el pueblo japonés en aquel momento. Aunque, como siempre sucede con estas cosas, el pueblo no tenía nada que ver, sino sus despiadados militares; y es que, esas cabezas brillantes que tanto se quejan de las descripciones extremadamente injustas de los nipones en el film, pueden acercarse a las imágenes o, si poseen un estómago duro, a las grabaciones que se conservan del trato a los prisioneros extranjeros o de las condiciones en las que "vivían" dentro de Cabanatuan y otros campos.
O de la llamada Marcha de la Muerte de Bataan, donde más de 70.000 presos fueron obligados a desplazarse a pie hasta San Fernando y luego hasta el campamento O'Donnell; con las manos atadas muchos soldados y civiles fueron ejecutados o desmembrados con las espadas y cuchillos durante la marcha. Así que, ¿propaganda es lo que aquí nos venden? No, fue la realidad, y me afecta hablar de esto porque mi familia política es japonesa...pero la crueldad de aquellos hombres con tal de conquistar y diezmar a quienes se les ponían por delante fue más allá del límite. En el caso de los campos de prisioneros, la visión de Kobayashi en su épica "The Human Condition" basta para hacerse una idea de dicha crueldad.
Dahl empieza su historia desde la narración del capitán Robert Prince, que decentemente interpreta un joven James Franco, pero no resulta tan molesta como en otras películas, ya que al menos su voz no la atraviesa de principio a fin. Parece que nadie se acuerda ya de los abandonados en Filipinas, pero no el mayor Robert Lapham, que propuso el rescate y la orden llegó hasta el teniente Henry Mucci, y tal como vemos aquí su unidad estaba compuesta de guardabosques, rangers o scouts, hombres que nunca habían entrado en combate bélico real.
Ya está planteada la premisa durante las próximas dos horas de metraje: su preparación, su logística, su puesta en marcha y su ejecución. Pero el guión hace aquí un alto y para que todo el proceso resulte algo más fácil de digerir, y más atractivo para el espectador, otras dos tramas se abren en paralelo: una tiene lugar dentro del campo, donde Joseph Fiennes da vida (y de manera brillante) al, en este caso sí ficticio, mayor Daniel Gibson. ¿Licencia artística? Bueno, como él habría miles allí, y no molesta su presencia, ya que es necesaria como nexo de la tercera trama, protagonizada por una mujer: la real Margaret Elizabeth Utinsky.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Por desgracia para el director, los Weinstein están en ese mismo momento cortando sus relaciones con Disney y tienen que mudarse de las oficinas; la película, acabada en 2.002, se mantiene a la espera en un armario hasta poder ser distribuida, lo que llevará nada menos que tres años. Y cuando esto sucede, para colmo de males, es uno de los mayores fracasos del momento...
Ya fuera el panorama bélico internacional o que los gustos del público y la crítica estaban cambiando y el tema de la 2.ª Guerra Mundial había perdido interés, "El Gran Rescate" se estrelló sin remedio; una vergüenza que obras tan bien narradas y comprometidas con la veracidad histórica fracasaran y un "blockbuster" basura como "Pearl Harbor", sin ir más lejos, tuviera una recepción tan exitosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La escultural Connie Nielsen, cuyo "look" es más propio de una "femme fatale" de DePalma, poco se asemeja físicamente a su álter-ego, pero sí es presentada como la audaz enfermera y mitad espía que fue, luchando contra la invasión en Filipinas desde el interior de la resistencia que se creó contra Japón enviando medicinas y comida escondidas a los prisioneros.
El maltrato y la tortura al personaje que vemos, algo que el público (y más aún el actual) no está dispuesto a aceptar pero que Dahl, un hombre de decisión firme, debía mantenerlo así para respetar los hechos, se sucedió durante un mes en la cárcel de Fuerte Santiago (gracias a Dios en la película son sólo unos minutos).
Lo que sí quisieron mantener los Weinstein en el guión que se iba a retocar era la extraña conexión romántica entre esta Margaret y el inventado Gibson. Pero, cosas de la vida, por muy estereotipo de Hollywood que fuese este detalle, por muy pastelón que pareciera, tampoco llega a incomodar, ya que esa línea que separa lo romántico de lo sentimentaloide nunca es cruzada por el director (tal vez de ser un norteamericano, pero no es el caso...). En otras películas del mismo género sucede con menos vergüenza; además, el romance entre la pareja se produce a distancia, se alimenta con el esfuerzo de ambos por sobrevivir y no puede consumarse.
Para ellos no existe el puñetero cliché del "happy ending", y fue algo que realmente agradecí; ¿dónde está lo pasteloso aquí, señores? Luego hay que conceder un instante a las descripciones que se hacen de filipinos y japoneses teniendo en cuenta el enfoque de la historia; el enfoque, primero, es el de Prince, un soldado norteamericano, y segundo, el de una ocupación donde los japoneses se servían de su arma más letal: la crueldad racista. Los filipinos se muestran como en cualquier país recién ocupado: una mitad aprovechándose de la situación en el mercado negro y la otra sufriendo las consecuencias.
Comparando "El Gran Rescate" con "Windtalkers", por ejemplo, realizada en las mismas fechas, en ambas filipinos e indios americanos son reivindicados como figuras clave para determinar el curso de la guerra, sin embargo John Woo dejaba a los japoneses ocultos tras la impersonalización, eran enemigos reducidos a siluetas que mataban sin cesar. Prefiero la forma en que Dahl les muestra, sin tapujos, despiadados, metódicos y luchando hasta la muerte por una sola cosa: ganar, no importa cómo, ganar y matar a cuántos fuese posible. ¿Un discurso desfasado y pro-americano? Bueno, así es como eran; en la guerra todos matan y se matan pero no se puede negar la maldad y obcecación nipona...
El cineasta usa las grandes localizaciones de Australia para recrear fielmente tanto el campamento de prisioneros donde Gibson y sus compañeros hacen lo que pueden contra el enemigo entre tortura, cacería y enfermedades y las calles y selvas de Filipinas por donde pasan los demás protagonistas, bajo la fotografía sepia llena de sombras de Peter Menzies; y aunque las situaciones recuerden a otros cientos de películas bélicas, aquél sabe, como siempre ha hecho en su carrera, manejar con solidez el drama, la violencia, la intriga, y lo más importante: el ritmo.
La película, pese a navegar por tres tramas de estilos y personajes algo desiguales, siempre logra mantenerse entretenida. Pero no lo hay tanto como el tramo final donde por fin sucede el asalto nocturno; Dahl, por cuestiones de presupuesto, no puede imitarlo al detalle, así que algunas de las cosas que sucedieron (el uso de un señuelo aéreo para distraer de los guardias) están ausentes, pero se intenta apegar lo posible a la verdad (llevar gorras en lugar de los habituales cascos para evitar el ruido).
Lo bueno así se hace esperar, un gran clímax en la tradición de las aventuras bélicas clásicas, cargado de acción y tensión, que nos explota en la cara en forma de metralla y cuerpos despedazados.
El maltrato y la tortura al personaje que vemos, algo que el público (y más aún el actual) no está dispuesto a aceptar pero que Dahl, un hombre de decisión firme, debía mantenerlo así para respetar los hechos, se sucedió durante un mes en la cárcel de Fuerte Santiago (gracias a Dios en la película son sólo unos minutos).
Lo que sí quisieron mantener los Weinstein en el guión que se iba a retocar era la extraña conexión romántica entre esta Margaret y el inventado Gibson. Pero, cosas de la vida, por muy estereotipo de Hollywood que fuese este detalle, por muy pastelón que pareciera, tampoco llega a incomodar, ya que esa línea que separa lo romántico de lo sentimentaloide nunca es cruzada por el director (tal vez de ser un norteamericano, pero no es el caso...). En otras películas del mismo género sucede con menos vergüenza; además, el romance entre la pareja se produce a distancia, se alimenta con el esfuerzo de ambos por sobrevivir y no puede consumarse.
Para ellos no existe el puñetero cliché del "happy ending", y fue algo que realmente agradecí; ¿dónde está lo pasteloso aquí, señores? Luego hay que conceder un instante a las descripciones que se hacen de filipinos y japoneses teniendo en cuenta el enfoque de la historia; el enfoque, primero, es el de Prince, un soldado norteamericano, y segundo, el de una ocupación donde los japoneses se servían de su arma más letal: la crueldad racista. Los filipinos se muestran como en cualquier país recién ocupado: una mitad aprovechándose de la situación en el mercado negro y la otra sufriendo las consecuencias.
Comparando "El Gran Rescate" con "Windtalkers", por ejemplo, realizada en las mismas fechas, en ambas filipinos e indios americanos son reivindicados como figuras clave para determinar el curso de la guerra, sin embargo John Woo dejaba a los japoneses ocultos tras la impersonalización, eran enemigos reducidos a siluetas que mataban sin cesar. Prefiero la forma en que Dahl les muestra, sin tapujos, despiadados, metódicos y luchando hasta la muerte por una sola cosa: ganar, no importa cómo, ganar y matar a cuántos fuese posible. ¿Un discurso desfasado y pro-americano? Bueno, así es como eran; en la guerra todos matan y se matan pero no se puede negar la maldad y obcecación nipona...
El cineasta usa las grandes localizaciones de Australia para recrear fielmente tanto el campamento de prisioneros donde Gibson y sus compañeros hacen lo que pueden contra el enemigo entre tortura, cacería y enfermedades y las calles y selvas de Filipinas por donde pasan los demás protagonistas, bajo la fotografía sepia llena de sombras de Peter Menzies; y aunque las situaciones recuerden a otros cientos de películas bélicas, aquél sabe, como siempre ha hecho en su carrera, manejar con solidez el drama, la violencia, la intriga, y lo más importante: el ritmo.
La película, pese a navegar por tres tramas de estilos y personajes algo desiguales, siempre logra mantenerse entretenida. Pero no lo hay tanto como el tramo final donde por fin sucede el asalto nocturno; Dahl, por cuestiones de presupuesto, no puede imitarlo al detalle, así que algunas de las cosas que sucedieron (el uso de un señuelo aéreo para distraer de los guardias) están ausentes, pero se intenta apegar lo posible a la verdad (llevar gorras en lugar de los habituales cascos para evitar el ruido).
Lo bueno así se hace esperar, un gran clímax en la tradición de las aventuras bélicas clásicas, cargado de acción y tensión, que nos explota en la cara en forma de metralla y cuerpos despedazados.