Gracias a un guión sólido, a una fotografía excelente y a una música emocionalmente impactante, Polansky logra que pasemos más de dos horas de verdadera angustia.
La película es en sí misma un microcosmos de destrucción, una lucha para sobrevivir, una constante persecución a la libertad, al aire libre.
El filme consigue ser febril, que te encuentres en una especie de estado catatónico durante el visionado del mismo.
A mi juicio ésta es la obra maestra por antonomasia de Polansky, no la que resume, podríamos decir, su auto-complacencia ( creo que sería El quimérico inquilino), pero esta, Rosemary’s baby está plagada de momentos intensísimos ( las escenas de miedo están fotografiadas desde un punto de vista lejano para el espectador, lo vemos de lejos, vemos aquello que el protagonista no puede ver, y es, en si mismo lo que realmente da miedo, sabemos lo qué pasará antes de que lo sepa el protagonista y nos preocupamos para cuando lo pueda averiguar).