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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Holden Caufield:
1
Romance. Drama Álex, de 37 años, es un ejecutivo publicitario de éxito, atractivo, inteligente y brillante. Ansía conseguir por fin la estabilidad emocional. Sin embargo, es rechazado por su novia cuando le propone matrimonio. Incapaz de asumir el golpe, parece que su idílica vida comienza a desmoronarse. Precisamente en ese momento irrumpe en su camino sin previo aviso y como un vendaval Niki, estudiante de 17 años que no sólo consigue seducir y ... [+]
7 de enero de 2019
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno ve películas como esta comprende muchas cosas. Y no hablo ya del estado comatoso/putrefacto de la llamada «comedia romántica» sino también, por ejemplo, el porqué de las crisis de pareja tan frecuentes en nuestra sociedad actual. Y lo comprende porque llega a calibrar lo perniciosa y nociva que puede resultar la intromisión de aparatos narrativos como el que mueve este film en la realidad del ciudadano común. ¿Cómo no se va a decepcionar la novia o esposa del pobre asalariado que apenas tiene tiempo para dedicar a su pareja y que se puede permitir un ínfimo detalle con su magra mensualidad al ver que el fantoche de la peli se lleva a su churri a París y la acuesta entre sábanas de seda en un hotel de cinco estrellas con vista a los Campos Elíseos? ¿Cómo no va a desencantarse el marido juguetón cuando, en busca de algo de chispa, le arroja un poco de harina en la cabeza a su mujer mientras ella prepara un bizcocho, con la consiguiente bronca y regañina por no mantener un mínimo orden doméstico?

Pero voy más allá. He dicho más de una vez que el cine no tiene por qué (incluso no debería estrictamente) reflejar la realidad cotidiana, pero en este caso la intención del guion (por llamarlo de alguna manera) sí se vuelve indigna, ya que intenta disfrazar de realidad idílica el entorno cotidiano de una pareja en formación, apelando a recursos tan manidos y reconocidamente falaces como el amor a primera vista, la conquista a base de insistencia y matraca ruidosa, la negación absoluta del dilema de la diferencia de edades y algunos otros más (las diferencias de condición social no entran en lid en esta película; todos ellos son asquerosamente pijos y ricos). Llama a engaño, promueve la decepción, fomenta la desilusión paulatina de todo aquel ingenuo que crea poder hacer realidad mucho de lo que primorosa y empalagosamente empotra la película contra la frente del espectador, incluido ese encuentro inverosímil en la punta de un faro en el quinto pino.

Dejando de lado el estupro, evidente y condenable, la película es un cúmulo de estupideces, frivolidades, fruslerías y superficialidades que empujan a todo aquel que comulgue con su mensaje hasta el corazón mismo de la fatuidad de nuestra sociedad actual: las poses, las apariencias, esa suficiencia orgullosa y necia que puede provocar la sinceridad expuesta como virtud absoluta, el triunfo pueril (sea en la empresa en la que trabajas o en el corazón de ese ser al que acabas de conocer y al que amas irrevocablemente) y el mensaje seudo-filosófico de tumbarse a la bartola y disfrutar de todo lo bello y fútil que puede darte este mundo, sin duda el mejor de los mundos posibles, ese mundo en el que, cuando te hartes de tu curro, puedes dimitir y marcharte a casa con una sonrisa, liarte la manta a la cabeza, coger una bici y hacer la vida de hippie que siempre soñaste, observando las olas junto a la niñata a la que nunca debiste herir.

Lo dejo ya, porque el exceso de ironía tampoco es bueno y se puede volver venenoso hasta para uno mismo. Después de tanta azúcar caduca, después de tanto caramelo en mal estado, después de haber sufrido unas actuaciones que dan vergüenza ajena y de haber fumado casi dos horas de lo peorcito que puede darnos el cine actual, no queda sino recapitular y pensar en la propia culpa. Sí, porque al fin y al cabo uno mismo elige las películas que se sienta a ver. Y esta elección, desde luego, no admite perdón.

Horrible.
Holden Caufield
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