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Voto de Francesc:
10
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19.827
Western
Un grupo de colonos buscadores de oro se establece en un lugar de California, pero sufren el acoso de los hombres de Lahood, el propietario del resto de las explotaciones mineras. Pero un día al poblado llega un misterioso y frío predicador (Clint Eastwood) que se pone de parte de los colonos, y comienza a enfrentarse al temido cacique local. (FILMAFFINITY)
8 de octubre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mejor western de su autor, junto a la sublime "Sin perdón". Hay que agradecerle a Eastwood que resucite el western después de casi dos décadas en estado de coma (Leone lo había enterrado con la genial "Hasta que llegó su hora" en 1968, en la que Eastwood no quiso participar por no tener que morir en el film y desde entonces el género no había levantado cabeza).
Sin duda, estamos ante una obra de madurez plena de su autor, en donde destaca una perfecta puesta en escena (los títulos de crédito son brillantes, alternando la tranquilidad del valle de los mineros con el grupo al galope), unos intérpretes magníficos (especial mención para Michael Moriarty, el verdadero protagonista de la cinta), una fotografía espléndida, una localización eminentemente fantasmal para resaltar los rasgos del personaje del predicador, unos diálogos perfectos en su sobriedad, y una dirección de actores como hacía tiempo que no se veía en la gran pantalla.
Es mi western preferido de Eastwood, por múltiples razones:
- Porque esta pequeña joya recoge a la perfección cómo entiende el western Eastwood, con todas sus consecuencias.
- Porque Carrie Snodgress y Sydney Penny brillan a un alto nivel, y demuestran lo buenas actrices que son.
- Porque bien vale la pena pagar una entrada por ver el fantasmagórico duelo final (homenajeando pero no imitando el cine de Leone).
- Porque continene seguramente la mejor presentación de un personaje (El predicador) de la historia del cine, descrita a través de los salmos que está leyendo la joven Sydney Penny.
- Porque John Russell está perfecto en su papel de villano. Lo mejor, su última frase (o monosílabo).
- Porque contiene unos diálogos perfectos: "Por esto no funcionaría: no se puede servir a la vez a Dios y al Diablo". "Parece un hombre que conocí hace tiempo, aunque…. no puede ser: el hombre en el que estoy pensando está muerto". "Verá, hay muchos pecadores por aquí. No querrá que me marche antes de terminar mi labor, ¿verdad?". "Cuando se quiere a alguien, debes creer por encima de todo que lo que dice es verdad").
- Porque cuando Megan, después de pedir el milagro, recita aquello de "y contemplé un caballo pálido; y el nombre de su jinete era La Muerte. Y el infierno le seguía", es imposible que no se nos pongan los pelos de punta.
- Porque hay escenas que reflejan hasta qué punto Eastwood era buen director (véase la escena en la que la niña Megan suplica un milagro, o la llegada del predicador al valle de los mineros, la espléndida utilización de los contrastes en las escenas rodadas en interiores, o cómo está rodada toda la escena del duelo final).
- Porque el personaje del Predicador es, tal vez, el más extraordinario de cuantos han aparecido jamás en una película del Oeste, y la cima interpretativa de Eastwood hasta ese momento (demostrando lo lejos que queda la trilogía del dólar de los spaguetti westerns de Leone)
- Porque consitituye el reverso positivo de la anterior "Infierno de cobardes" (1973).
- Porque la fotografía es magnífica, y el rodaje y localizaones de los exteriores no pueden ser más acertados.
- Porque si Eastwood ya no hubiera hecho más cine después de esta película, ésta sería recordada como su obra cumbre y uno de las mejores westerns clásicos de la historia.
Aún así, he de confesar que lo único no me gustó el personaje de Club, interpretado por Richard Kiel (el Tiburón de las películas de James Bond): es muy mal actor, está muy sobreactuado y el papel que hace no es para nada creíble. De acuerdo, añade un toque de humor al film que, en realidad, no le hacía falta.
En el spoiler cuento el porqué del título del film.
Eastwood regresa en plena forma: y el infierno le seguía. Un 10.
Sin duda, estamos ante una obra de madurez plena de su autor, en donde destaca una perfecta puesta en escena (los títulos de crédito son brillantes, alternando la tranquilidad del valle de los mineros con el grupo al galope), unos intérpretes magníficos (especial mención para Michael Moriarty, el verdadero protagonista de la cinta), una fotografía espléndida, una localización eminentemente fantasmal para resaltar los rasgos del personaje del predicador, unos diálogos perfectos en su sobriedad, y una dirección de actores como hacía tiempo que no se veía en la gran pantalla.
Es mi western preferido de Eastwood, por múltiples razones:
- Porque esta pequeña joya recoge a la perfección cómo entiende el western Eastwood, con todas sus consecuencias.
- Porque Carrie Snodgress y Sydney Penny brillan a un alto nivel, y demuestran lo buenas actrices que son.
- Porque bien vale la pena pagar una entrada por ver el fantasmagórico duelo final (homenajeando pero no imitando el cine de Leone).
- Porque continene seguramente la mejor presentación de un personaje (El predicador) de la historia del cine, descrita a través de los salmos que está leyendo la joven Sydney Penny.
- Porque John Russell está perfecto en su papel de villano. Lo mejor, su última frase (o monosílabo).
- Porque contiene unos diálogos perfectos: "Por esto no funcionaría: no se puede servir a la vez a Dios y al Diablo". "Parece un hombre que conocí hace tiempo, aunque…. no puede ser: el hombre en el que estoy pensando está muerto". "Verá, hay muchos pecadores por aquí. No querrá que me marche antes de terminar mi labor, ¿verdad?". "Cuando se quiere a alguien, debes creer por encima de todo que lo que dice es verdad").
- Porque cuando Megan, después de pedir el milagro, recita aquello de "y contemplé un caballo pálido; y el nombre de su jinete era La Muerte. Y el infierno le seguía", es imposible que no se nos pongan los pelos de punta.
- Porque hay escenas que reflejan hasta qué punto Eastwood era buen director (véase la escena en la que la niña Megan suplica un milagro, o la llegada del predicador al valle de los mineros, la espléndida utilización de los contrastes en las escenas rodadas en interiores, o cómo está rodada toda la escena del duelo final).
- Porque el personaje del Predicador es, tal vez, el más extraordinario de cuantos han aparecido jamás en una película del Oeste, y la cima interpretativa de Eastwood hasta ese momento (demostrando lo lejos que queda la trilogía del dólar de los spaguetti westerns de Leone)
- Porque consitituye el reverso positivo de la anterior "Infierno de cobardes" (1973).
- Porque la fotografía es magnífica, y el rodaje y localizaones de los exteriores no pueden ser más acertados.
- Porque si Eastwood ya no hubiera hecho más cine después de esta película, ésta sería recordada como su obra cumbre y uno de las mejores westerns clásicos de la historia.
Aún así, he de confesar que lo único no me gustó el personaje de Club, interpretado por Richard Kiel (el Tiburón de las películas de James Bond): es muy mal actor, está muy sobreactuado y el papel que hace no es para nada creíble. De acuerdo, añade un toque de humor al film que, en realidad, no le hacía falta.
En el spoiler cuento el porqué del título del film.
Eastwood regresa en plena forma: y el infierno le seguía. Un 10.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Como curiosidades os quería comentar las siguientes:
- El primer caballo que se le asignó a Richard Kiel (un actor de 218 cm) no pudo soportar su peso y hubo de proporcionarle otro más fuerte.
- La estación de tren es la misma que se utilizó posteriormente en "Regreso al futuro III".
- El comisario Stockburn y sus ayudantes visten con largas gabardinas (guardapolvos) que recuerdan sobremanera a los 3 pistoleros que quieren acabar con Bronson al principio de la maravillosa ‘Hasta que llegó su hora’. No es casualidad el homenaje del director a su maestro italiano.
- La muerte de Stockburn, en el duelo final, me recuerda muchísimo a la de Henry Fonda en "Hasta que llegó su hora". Tanto su planificación como su ejecución. Sin llegar a ser un plagio, constituye un excelente homenaje.
- Eastwood juega todo el rato con la ambigüedad sobre su personaje. Continuamente nos da pistas de que El predicador es en realidad un fantasma, un espectro que regresa de la muerte para vengarse de quien le asesinó en el pasado.
- Que el personaje del Predicador es un muerto que regresa para vengarse y hacer justicia, un ángel exterminador, queda patente, a mi juicio, por los siguientes motivos: El mismo título: "el jinete pálido" (si es pálido es porque está muerto). El predicador aparece de la nada y vuelve a la nada. Mejor dicho, aparece descendiendo de la montaña (como si viniera del cielo) y desaparece, al final de la película ascendiendo nuevamente a la montaña. El predicador aparece porque la niña Megan pide a Dios, en pregaria, que envié un salvador (un vengador, mejor dicho). Los balazos en la espalda que nos exhibe el jinete cuando se asea en casa de Moriarty demuestran que aquél hombre estuvo muerto, ya que no pudo sobrevivir a seis certeros disparos. Los esbirros de La Hood le disparan en la tienda y no le ven. Es como si disparasen a un fantasma. De repente, les aparece por detrás para acabar con ellos. El comisario Stockburn le recuerda como alguien a quien mató. Los ayudantes de Stockburn, en el duelo final, de nuevo, no le ven, y el Predicador aparece desde los sitios más insospechados, acabando con cada uno de ellos, como si fuera un espectro. Cuando La Hood le informa de que contratará al comisario Stockburn, el Predicador le recuerda como a alguien con quien tiene una deuda pendiente del pasado. Y esa deuda sólo puede estar relacionada con la muerte.
- Brutal la escena del duelo final, en la que el Predicador disparará varias veces desde el pecho y a bocajarro a Stockburn y que, en un audaz detalle de puesta en escena, Eastwood nos mostrará desde la espalda del villano cómo los disparos atraviesan su cuerpo: los balazos en la espalda del Predicador, primero, y luego en la de su enemigo Stockburn, devienen un detalle capaz de evocar, en la mente del espectador, la verdadera naturaleza del enfrentamiento que, fuera de los márgenes del relato, se dió entre ambos personajes previamente, y concluyen la venganza de aquél hombre (Eastwood nos dice que era un pistolero, gracias a la escena en que recoje su revólver que había depositado años atrás en una caja de caudales) al que unos años antes Stockburn y sus ayudantes asesinaron a sangre fría.
"Predicador, predicador. Todos te queremos. Yo te quiero".
- El primer caballo que se le asignó a Richard Kiel (un actor de 218 cm) no pudo soportar su peso y hubo de proporcionarle otro más fuerte.
- La estación de tren es la misma que se utilizó posteriormente en "Regreso al futuro III".
- El comisario Stockburn y sus ayudantes visten con largas gabardinas (guardapolvos) que recuerdan sobremanera a los 3 pistoleros que quieren acabar con Bronson al principio de la maravillosa ‘Hasta que llegó su hora’. No es casualidad el homenaje del director a su maestro italiano.
- La muerte de Stockburn, en el duelo final, me recuerda muchísimo a la de Henry Fonda en "Hasta que llegó su hora". Tanto su planificación como su ejecución. Sin llegar a ser un plagio, constituye un excelente homenaje.
- Eastwood juega todo el rato con la ambigüedad sobre su personaje. Continuamente nos da pistas de que El predicador es en realidad un fantasma, un espectro que regresa de la muerte para vengarse de quien le asesinó en el pasado.
- Que el personaje del Predicador es un muerto que regresa para vengarse y hacer justicia, un ángel exterminador, queda patente, a mi juicio, por los siguientes motivos: El mismo título: "el jinete pálido" (si es pálido es porque está muerto). El predicador aparece de la nada y vuelve a la nada. Mejor dicho, aparece descendiendo de la montaña (como si viniera del cielo) y desaparece, al final de la película ascendiendo nuevamente a la montaña. El predicador aparece porque la niña Megan pide a Dios, en pregaria, que envié un salvador (un vengador, mejor dicho). Los balazos en la espalda que nos exhibe el jinete cuando se asea en casa de Moriarty demuestran que aquél hombre estuvo muerto, ya que no pudo sobrevivir a seis certeros disparos. Los esbirros de La Hood le disparan en la tienda y no le ven. Es como si disparasen a un fantasma. De repente, les aparece por detrás para acabar con ellos. El comisario Stockburn le recuerda como alguien a quien mató. Los ayudantes de Stockburn, en el duelo final, de nuevo, no le ven, y el Predicador aparece desde los sitios más insospechados, acabando con cada uno de ellos, como si fuera un espectro. Cuando La Hood le informa de que contratará al comisario Stockburn, el Predicador le recuerda como a alguien con quien tiene una deuda pendiente del pasado. Y esa deuda sólo puede estar relacionada con la muerte.
- Brutal la escena del duelo final, en la que el Predicador disparará varias veces desde el pecho y a bocajarro a Stockburn y que, en un audaz detalle de puesta en escena, Eastwood nos mostrará desde la espalda del villano cómo los disparos atraviesan su cuerpo: los balazos en la espalda del Predicador, primero, y luego en la de su enemigo Stockburn, devienen un detalle capaz de evocar, en la mente del espectador, la verdadera naturaleza del enfrentamiento que, fuera de los márgenes del relato, se dió entre ambos personajes previamente, y concluyen la venganza de aquél hombre (Eastwood nos dice que era un pistolero, gracias a la escena en que recoje su revólver que había depositado años atrás en una caja de caudales) al que unos años antes Stockburn y sus ayudantes asesinaron a sangre fría.
"Predicador, predicador. Todos te queremos. Yo te quiero".