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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Western Lew Wilkinson es un ganadero que poco a poco ha conseguido apoderarse de todo el valle, contando con el apoyo de su mujer Marta y de su hermano Cole. El único que se opone a sus ambiciones es el joven ganadero John Parrish. Pero Judith, la hija de Wilkinson, se enamora de Parrish y busca su ayuda cuando decide escaparse de casa. (FILMAFFINITY)
3 de agosto de 2023
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harto se ha comprobado que toda familia, sobre todo si es numerosa, contiene los prototipos más comunes y contrastantes de una sociedad. La familia Wilkison, no es la excepción. El padre, Lew (Edward G. Robinson), es un ganadero casado con una mujer más joven y guapa, a la que quiere complacer con objetos materiales y, en este caso, con un valle del que espera apoderarse al 100%. El impulso inconsciente para querer retenerla dándole un “reino”, puede explicarse en su condición de discapacitado reducido a unas muletas. El mecanismo de compensación justifica: Si no vales como cuerpo, puedes valer con grandes regalos… y a veces se llega incluso a cosas indebidas para lograrlo.

Su mujer, Martha (Barbara Stanwyck), seguro se casó por interés, pues, es avariciosa y mezquina, y le brillan los ojos cada que su marido le habla de cómo ha avanzado el valle y lo poco que falta para lograr la meta. Pronto sabremos que su pasión mira hacia otro lado… porque parece ser que nunca ha conocido el amor. La hija de ambos, Judith, es un personaje, muy posiblemente, inspirado en la Judit bíblica que era bella, educada y pudiente, y presentándose en el campamento asirio seduce a Holofernes quien la invita a pasar la noche en su tienda… pero, por fortuna, la Judith de la película no tiene los alcances de la bíblica y es mucho más sensata.

Con ellos vive Cole (Brian Keith), hermano de Lew, un tipo soberbio, poco seso y sin escrúpulos, capaz de tomar decisiones -para su mala suerte, desafortunadas-, con las cuales contradice las órdenes de su hermano, haciéndolo parecer como si fuese un bárbaro.

Semejantes especímenes, a los que se suma, Wade Matlock (Richard Jaeckel), el cabecilla de los hombres que trabajan para la hacienda ANCLA -una suerte de matón capaz de arruinar cualquier propósito-, dan como resultado una familia que no solo tendrá que vérselas con sus problemas externos sino, y quizás más grave aún, con los asuntos internos donde se cuecen la felonía, la ambición desmesurada… y las decisiones fatales.

Contra ellos, aparece un excapitán del ejército de la Unión, John Parrish (excelente, Glenn Ford), convertido ahora en hombre de paz -ni siquiera porta armas-, pero, como ocurre con ciertas ollas de cocinar, cuando la presión llega a su tope, las reacciones pueden ser muy explosivas. “De lo que das, recibes”, reza la Ley de Compensación… y las cosas se pondrán bastante tensas.

Un equipo de producción de primera línea que nos asegura unas elaboradísimas escenas de acción; una muy sobria y precisa puesta en escena, con una fotografía que no se desgasta en paisajes preciosistas y prefiere cada toma con verdadero significado; una edición que no tolera puntos muertos… y una banda sonora (de Max Steiner) que refuerza con eficacia, pero, sin ostentaciones, cada escena, hace que, <<HOMBRES VIOLENTOS>>, sea uno de los mejores filmes que nos haya legado el director, Rudolph Maté.

Partiendo de la novela, “Smoky Valley” (1955) de Donald Hamilton -el escritor a quien también le debemos la excelente, “The Big Country” (1958), que fuera, éste mismo año, llevada al cine por William Wyler-, el guion escrito por Harry Kleiner, se nutrió, sin duda, de la inmortal obra de Lillian Hellman, “The Little Foxes”, que también Wyler llevara al cine con Bette Davis, pero, sus originales giros dan una valiosa autenticidad a la historia.

El ancla que da nombre a la hacienda de los Wilkison, bien podría ser una metáfora de esa deplorable clase de personalidades que impiden el avance del bienestar social y el encuentro con la paz… ¡y son los que hacen inevitable la resolución violenta!

Título para Latinoamérica: LOS MALOS
Luis Guillermo Cardona
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