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China China · Qingoco
Voto de Txarly:
3
Comedia. Drama Los Hoover son una familia muy peculiar: el abuelo esnifa cocaína y suelta palabrotas, el padre fracasa estrepitosamente dando cursos para alcanzar el éxito, la madre no da abasto, el tío se está recuperando de un suicidio frustrado tras ser abandonado por su novio, el hijo adolescente lee a Nietzsche y guarda un mutismo absoluto. Y Olive, la hija pequeña, una niña gafotas y más bien gordita, quiere ser una reina de la belleza. Cuando, ... [+]
4 de mayo de 2008
59 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con esta crítica, me he propuesto dormitar en lo más hondo de la putrefacta página de esta película. Considero que no os convenceré a ninguno, ya que el síndrome (deseo ver buen cine español) os embarga y anestesia cuando estáis enfrente de este vulgar cagarro. Cine americano que bien lo podría haber firmado Bigas Luna, José Luis Garci o Isabel Coixet.

El humor y la ternura, bazas principales para ganar la mano, están ausentes en el estado de Oklahoma, aunque no en el Estado de Castilla y León y Aragón. Unos burgueses aburridos, locos y egoístas jamás pueden confundirse con unos perdedores, ya que estos luchan y después son derrotados. Quien pierde por renuncia al combate no es un perdedor, es un zángano. Pero no hablaremos hoy de El gran Lebowsky, nuestro mejor ejemplo, sino de la pequeña puta joya de 9 años luz de luceros del tedio más absoluto.

El abuelo es un invento de los malos. Ni divierte, ni entona, ni marca goles. Un extravagante dislate que suma por diferente y que resta cada vez que abre su relamida boca. Un bobo autoengañado que no transmite más que su propia estupidez. La antítesis, su hijo, es un producto fabricado por los mass media y la aristocracia industrial. El hijo que todos querrían tener. La mujer, un cero a la puta izquierda, contagia el patetismo de su representación tanto por su actuación como por el rol otorgado en la película. El nieto, autista sin palo y egoísta de por vida, entumece al más meláncolico de los observadores. La niña, bendita niña, me recuerda a aquellos mocos que pegaba y chafaba contra la pared cuando tenía su edad. Vomitiva, gritona, intrascendente, mimada y exquísita que aspira a ser la Julia Roberts de su universo infantil de mierda, arrastrando para ello a unos adultos en una odisea tan subnormal y pedante que dan ganas de adosar una bomba lapa en los bajos de la puta fourgonetta para que del ostión crucen el charco y aterricen vestidos de falleros, ninots o baturros en cualquier alfombra roja de cualquier festival hispano de mierda y puedan firmar los autógrafos que a buen seguro pedirían con espasmos el 90% de los genios de esta página. Y es que a veces... le calentáis a uno de mala manera.
Txarly
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