Con la película Los hombres que no amaban a las mujeres vuelve a ponerse de actualidad un tema tan recurrente como es el de las adaptaciones cinematográficas de novelas que, como es el caso, han sido leídas por millones de personas. No es lo mismo adaptar historias que no han tenido demasiada repercusión, que libros que han sido auténticos best-sellers y sobre los que todo el mundo tiene una idea preconcebida.
En este caso lo que la mayoría de la gente coincide en decir es que, en el paso al cine, Los hombres que no amaban a las mujeres ha perdido buena parte de su complejidad, y que se han limitado a adaptar la parte más estrictamente cinematográfica de la novela. Pero dejando este hecho a un lado, y admitiendo que la historia ha perdido consistencia, no se puede negar que la película es un thriller bien construido, de sólida puesta en escena y que a su manera también engancha.
Para quitarse de en medio en un momento en que su vida no pasa por un buen momento, el protagonista, Mikael Blomkvist decide aceptar el encargo que le propone un viejo industrial. Se trata de una investigación sobre la misteriosa desaparición, hace varias décadas, de la sobrina más querida por este hombre. De esta forma Mikael podrá vivir durante un tiempo alejado de Estocolmo mientras tiene la cabeza ocupada en un asunto, que en principio no le interesa demasiado. Pero a medida que avanza en sus averiguaciones el asunto se va volviendo más complejo e incluso peligroso. Para realizar mejor su trabajo cuenta con ayuda de una mujer peculiar, Lisbeth Salander, que también acarrea su propia colección de problemas. Juntos se sumergen en una historia familiar que muestra la cara más putrefacta y enferma de la aparentemente perfecta sociedad nórdica.
La película tiene la factura de los buenos thrillers americanos. El desconocido director Niels Arden Oplev consigue mantener el ritmo, con una puesta en escena tan funcional como adecuada. Y es que Los hombres que no amaban a las mujeres es una historia oscura, en la que el mal en su peor cara está muy presente, y la película consigue mantener viva esa atmósfera turbia que se desprendía de la novela, aunque por el camino haya perdido parte de su profundidad.
Cuando leí el libro ya conocía el rostro de los actores que interpretaban a los actores principales, por eso no me ha supuesto ningún problema identificarlos con ellos. Michael Niqvist tiene esa cara de hombre normal metido en una historia que le supera. Y Noomi Rapace hace una auténtica creación con el personaje de Lisbeth Salander, hasta el punto de ser este personaje el verdadero icono de la saga Millenium.