El principal mérito de esta película de Emilio Estévez es su sencillez y su honestidad. Es una película hecha por alguien que cree en lo que está contando, y lo hace sin alardes de ningún tipo, con sentido del ritmo, y sabiendo como llegar a ser conmovedor sin llegar a ser cursi.
Los personajes que se cruzan en los pasillos de este hotel, salvo por alguna poco interesante presencia, resultan cercanos y entrañables en sus virtudes y también en sus defectos. Particularmente emotivas son las escenas de la cocina del hotel en las que sale Laurence Fishburne, y la historia de ese joven matrimonio de conveniencia. Además el uso (o abuso) de algún momento musical, no por facilón resulta menos emotivo.
Todo ello interpretado por un grupo de excelentes actores, con mención para dos sex-symbol de los noventa, que aquí demuestran que tiene cuerda para rato si les dan buenos personajes, Sharon y Demi.
La presencia del senador Kennedy en la película, además de en el título, está sobre todo en el espíritu de las diferentes historias y personajes.
Lástima que tantas virtudes se vean empañadas por una notoria falta de originalidad, es todo entrañable pero bastante previsible. Además, viendo las cotas a las que han llegado algunos directores haciendo películas corales donde aparecen multitud de tramas y personajes, lo que aquí ha hecho Emilio Estévez se queda varios puntos por debajo. Es una película bien servida de emoción pero escasa de intensidad.