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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Intriga. Drama El Dr. Watson afronta una tremenda tragedia mientras Sherlock Holmes se las ve con el adversario más astuto de toda su carrera: un rico filántropo, Culverton Smith, que esconde un oscuro secreto. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
37/14(22/02/17) Buen segundo capítulo de la cuarta temporada de la excelente serie creada para la BBC por Mark Gatiss y Steven Moffatt, este episodio lo guioniza el último, remontando el vuelo tras la irregular entrega anterior. Dirige Nick Hurran (“The prisoner” o “Fortitude”) con ritmo trepidante, destacando su primera media hora endiablada, una lección de cómo manejar recursos estéticos en buen de la trama, atrapando al espectador en esta introspección incisiva en la retorcida y compleja psique de los dos iconos, Sherlock y John, salpicando de un humor fresco el metraje, ahondando en sus miedos, dudas, inseguridades, debilidades, sobresaliendo como el nihilista y misántropo detective deja traslucir humanidad en sus deseos de recuperar la amistad de Watson. Se suma a la fiesta un vibrante villano encarnado pérfida (y maravillosamente) por un gran Toby Jones, en su debe estaría que haría falta más análisis y fondo de este malo y que al final parezca u McGuffin para lo que en realidad interesa los creadores, como es radiografiar de modo penetrante el modo de relacionarse el binomio protagonista. El episodio se basa libremente en el relato de Arthur Conan Doyle " El detective moribundo " (1913).

Es una entrega envuelta en algo más de la oscuridad acostumbrada, navegando por senderos sombríos y tétricos, en los que tiene mucho que ver el modo de afrontar Sherlock su odisea de recuperar su relación con John Watson, mostrando al personaje en una caída al mundo de las drogas, y es con este elemento con el que se juega con el espectador, pues no sabremos si la mente del detective es cabal o no, si lo que vemos es fruto de su distorsionada mente o es real, si todo es parte de un detallista plan o el descontrol (de los estupefacientes) se ha apoderado del cerebro del popular investigador. Y siempre regado el metraje con sugestivas notas de humor fresco.

El episodio posee un arranque arrollador que te atrapa y cautiva, con un sinfín de recursos estético-visuales asombrosos (como la serie nos tiene acostumbrados), mostrándonos en dual a los dos protagonistas, uno sumido en la drogadicción (Sherlock), y el otro sumido en la depresión, para está con una psicóloga y además mostrado físicamente cuando vemos que tiene visiones que le hablan y aconseja de su esposa fallecida como elemento de autoayuda ante su perdida, esto también sirve para que entendamos que Watson ha aprendiodo a entender la metodologíoa deductiva de Sherlock, cuando a través de la boca de ella (su subconsciente) teoriza sobre como con dos semanas de antelación Sherlock sabía donde Watson iba a estar, cuando ni él mismo lo sabía (un divertidísimo running-gag el de hace dos semanas), y como digo todo esto expuesto cual ola de surf galopante en que las tácticas visuales se despliegan de modo vertiginoso, ejemplo el modo de explicar Sherlock en medio de la calle el porqué del color de una nota, con una ventana que aparece de la nada, o el modo de decir que “te den” (“fuck you”) Sherlock a Mycroft, todo con sentido narrativo y apoyado en un montaje magistral de Yan Miles (“Hermanos de sangre” o “Juego de Tronos”), con saltos de un escenario a otro, con clips relámpagos que ayudan a meternos en la mente de sobre todo Sherlock, una mente en ebullición constante. Hay además un villano de peso en la figura de un Toby Jones mayúsculo, con una sibilina relación con Sherlock, jugando los dos al gato y al ratón, y no sabiendo el espectador por dónde van los tiros de lo real, lástima que esta relación no parezca destinada a más recorrido, pues al final se siente un tanto elemento trivial para intentar volver a “rejuntar” a John y Sherlock.

La historia de este episodio tiene dos paralelas: Una la relación conflictiva entre los dos antiguos amigos, Sherlock y John, el drogadicto (quizás por perder a su amigo) y el deprimido por su reciente viudedad; Y por otro lado el thriller detectivesco con Sherlock queriendo atrapar a un supuesto serial-killer, esta al final se destapa como mera excusa y muleta de que lo importante era la primera, pues aunque resplandezca un gran Toby Jones, su subtrama denota poca sorpresa, se nota liviana, solo interesante por saber si Sherlock se ha trastornado o todo es fruto de un perverso plan; Al final las dos subtramas se unen en una conclusión que deja buen sabor de boca, con escaso suspense, sin ser ni mucho menos genial, pero agrada, lo impactante es su epílogo, con el giro inesperado en la reunión John con su terapeuta, que nos deja con ganas de ver el siguiente y último capítulo de la temporada (no sé si de la serie).

Benedict Cumberbatch vuelve a demostrar que se ha mimetizado con el rol, lo hace suyo con una energía y vitalidad asombrosa, sabe matizarlo, darle una gran dimensión, le infunde una humanidad creíble con la ambigua personalidad del detective, excelente en su modo de comportarse como un drogadicto, mezclando nervio con lucidez (con lo complicado que es hacer esto creíble) de un modo formidable, esto sin dejar de mostrar una sólida empatía con el espectador, fascinante actuación (como siempre). Martin Freeman dota a Watson en esta ocasión de grietas y dolor, con contención y mesura, mostrándose más abierto de lo habitual, explotando de ira en un momento dado, aflorando con ello sus demonios internos, además de la excelsa química con Cumberbatch, destaca la relación que tiene con el (recuerdo) fantasma de su fallecida esposa, incisivo como ella remarca que no es más que su mente hablando consigo misma, lo cual suma capas al personaje... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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