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Voto de TOM REGAN:
7
6,8
51.918
Fantástico. Comedia
Un matrimonio de fantasmas (Geena Davis y Alec Baldwin) contrata los servicios de Bitelchus (Michael Keaton), un especialista en asustar mortales, para que ahuyente a los nuevos propietarios de su querida casa Victoriana. (FILMAFFINITY)
9 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
174/13(18/08/18) Sugestiva cinta del singular director Tim Burton, sugerente mezcla de fantasía, humor y terror, aunque el paso del tiempo, hace 30 años de su estreno (29/03/1988), no le ha sentado bien, dejando al descubierto sus costuras en modo de un guión débil, sin sustancia, plúmbeo. Después del éxito de “Pee-wee's Big Adventure” (1985), Burton recibió varios guiones y se desilusionó por su falta de imaginación y originalidad. Cuando le enviaron el guión original de Michael McDowell (“Pesadilla antes de Navidad”) para Beetlejuice, Burton aceptó dirigir, Larry Wilson (“La familia Addams”), y luego Warren Skaaren (“Batman”) fueron contratados para reescribirlo. Beetlejuice fue un éxito crítico y comercial, recaudando US $ 73.7 millones de presupuesto de US $ 15 millones. Sólo US $ 1 millón fue al trabajo de efectos visuales, teniendo en cuenta la escala y el alcance de los efectos (incluyen stop motion, reemplazo de animación, maquillaje protésico, títeres y pantalla azul), Burton siempre tuvo la intención de hacer un estilo similar al de las películas B con las que creció cuando era niño. "Quería que parecieran baratos y deliberadamente falsos", comentó Burton. Este es un film que va perfilando hacia el mundo el universo gótico-bizarro del realizador de Burbank, donde lo terrorífico es solo la imagen, donde los monstruos son los de apariencia “normal”, con “héroes” disfuncionales que suelen ser tipos solitarios marginados, creando mundos paralelos que chocan, y todo ello regado de un fino humor. Beetlejuice es una de sus obras más frescas e imaginativas, colorida, divertida (mezclando todo tipo de humor, desde el negro, ácido, slapstick, gestual, …), delirante visualmente, por el mundo particular que construye, el (burocrático) de los muertos o el del pueblo maqueta, o por la creación del estrafalario personaje que da nombre a la cinta, y que es encarnado de modo (con mucho de improvisación) por un titánico Michael Keaton (aunque la elección original de Burton para Betelgeuse fue Sammy Davis, Jr., el productor Geffen sugirió a Keaton), que delinea a un ser repugnante de pesadilla con su punto de empatía, que a pesar de que tarda un tercio de metraje en aparecer ensombrece al resto, tanto que cuando no está se echa en falta. El momento álgido, y uno de los más recordados del film, es la pieza musical “The Banana Boat Shop” cantada por unos comensales cuando están poseídos, esto y algún detalle más parecen sugerir que sería un acierto convertirlo en un musical macabro. La cinta ganó el Oscar al Maquillaje. Betelgeuse lleva el nombre de una estrella roja brillante en la constelación de Orión. La película engendró una serie de televisión animada que produjo Burton, además se lleva años hablando de una secuela que aún no llega.
Cinta atractiva desde su secuencia inicial donde se mezclan en una lírica y bucólica panorámica realidad y ficción, en una miscelánea propia de lo que será el film, un trampantojo tras otro, teniendo sus parones, vuelve a impulsarse tras destellos de imaginación surrealista, como ese exterior de la vivienda para la pareja de fantasmas, un desierto lleno de peligros superlativos, con claras influencias daliniana-pesadillescas; O ese mundo con reminiscencias a Picasso, de los muertos exhibido como un microcosmos burocrático (llevado por suicidas), donde los “muertos” esperan a sus asistenta social (Juno encarnada por una gloriosa veterana de la actuación como Silvia Sydney exhalando humo por la garganta mientras fuma) para les oriente con su apariencia por la que murieron en una visión homéricamente divertida, con un tipo vestido de explorador con su cabeza reducida al mínimo, ayudantes de mago cortadas en dos, tipos aplastados por enormes ruedas con sus huellas en sus torsos, reina de la belleza con las muñecas cortadas, buzo con pierna todavía en la garganta del tiburón, un fumador enfermizo convertido en ceniza mientras fumaba en la cama; Y sobre todo quedará para la posterioridad por ese secundario que termina por devorar el film con su poderoso carisma, por supuesto me refiero a Bitelchús, un remedo del mundo de Tex Avery, histriónico, extrovertido, cínico, egoísta, mujeriego, una verdadera joya del Séptimo Arte, solo aparece 17 minutos de los 92 (sólo estuvo en el set durante dos semanas), pero le bastan para hacer suyo el metraje. Embestido de modo majestuoso por un Michael Keaton arrollador, al parecer con libertad para improvisar líneas y hacerlo más travieso y juguetón, con un maquillaje que lo hace irreconociblemente tétrico, parece estar en periodo de descomposición, con el rostro pálido y manchado, con un peinado seguro inspirado en el del propio Burton, con una barriga pronunciada, siempre con un exabrupto en la boca, con un eructo, con una provocación sexual, con una sonrisa delirante, un rol puro cartoon en su delirio, tanto que al final tuvo su propia serie animada. Keaton consideró la cinta como su favorita. Su actuación llevó a Tim Burton a ficharlo para las dos entregas dirigidas por él de protagonista de Batman.
Es una historia sin sentimentalismos, sin hacer dramas sobre el paso trágico de la vida a la muerte, tomado por el matrimonio como un contratiempo, solo se sienten inquietos por cómo será su futuro, no están angustiados por haber dejado el mundo de los vivos, intentan adaptarse a su nueva situación: Pero a esta pareja le falta algo de profundidad para empaticemos con ellos, resultan demasiado naif, muy superficial, encarnados por Geena Davis y Alec Baldwin, simplemente cumplen sin dejar huella, y muy opacados por inmenso Keaton; Cathrine O’Hara y Jeffrey Jones resultan buenos en sus papeles del snob matrimonio Deetz, unos burgueses kitsch muy divertidos, sobresaliendo en la épica escena de la cena y el tema de Belafonte;… (sigue en spoiler)
Cinta atractiva desde su secuencia inicial donde se mezclan en una lírica y bucólica panorámica realidad y ficción, en una miscelánea propia de lo que será el film, un trampantojo tras otro, teniendo sus parones, vuelve a impulsarse tras destellos de imaginación surrealista, como ese exterior de la vivienda para la pareja de fantasmas, un desierto lleno de peligros superlativos, con claras influencias daliniana-pesadillescas; O ese mundo con reminiscencias a Picasso, de los muertos exhibido como un microcosmos burocrático (llevado por suicidas), donde los “muertos” esperan a sus asistenta social (Juno encarnada por una gloriosa veterana de la actuación como Silvia Sydney exhalando humo por la garganta mientras fuma) para les oriente con su apariencia por la que murieron en una visión homéricamente divertida, con un tipo vestido de explorador con su cabeza reducida al mínimo, ayudantes de mago cortadas en dos, tipos aplastados por enormes ruedas con sus huellas en sus torsos, reina de la belleza con las muñecas cortadas, buzo con pierna todavía en la garganta del tiburón, un fumador enfermizo convertido en ceniza mientras fumaba en la cama; Y sobre todo quedará para la posterioridad por ese secundario que termina por devorar el film con su poderoso carisma, por supuesto me refiero a Bitelchús, un remedo del mundo de Tex Avery, histriónico, extrovertido, cínico, egoísta, mujeriego, una verdadera joya del Séptimo Arte, solo aparece 17 minutos de los 92 (sólo estuvo en el set durante dos semanas), pero le bastan para hacer suyo el metraje. Embestido de modo majestuoso por un Michael Keaton arrollador, al parecer con libertad para improvisar líneas y hacerlo más travieso y juguetón, con un maquillaje que lo hace irreconociblemente tétrico, parece estar en periodo de descomposición, con el rostro pálido y manchado, con un peinado seguro inspirado en el del propio Burton, con una barriga pronunciada, siempre con un exabrupto en la boca, con un eructo, con una provocación sexual, con una sonrisa delirante, un rol puro cartoon en su delirio, tanto que al final tuvo su propia serie animada. Keaton consideró la cinta como su favorita. Su actuación llevó a Tim Burton a ficharlo para las dos entregas dirigidas por él de protagonista de Batman.
Es una historia sin sentimentalismos, sin hacer dramas sobre el paso trágico de la vida a la muerte, tomado por el matrimonio como un contratiempo, solo se sienten inquietos por cómo será su futuro, no están angustiados por haber dejado el mundo de los vivos, intentan adaptarse a su nueva situación: Pero a esta pareja le falta algo de profundidad para empaticemos con ellos, resultan demasiado naif, muy superficial, encarnados por Geena Davis y Alec Baldwin, simplemente cumplen sin dejar huella, y muy opacados por inmenso Keaton; Cathrine O’Hara y Jeffrey Jones resultan buenos en sus papeles del snob matrimonio Deetz, unos burgueses kitsch muy divertidos, sobresaliendo en la épica escena de la cena y el tema de Belafonte;… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
… Winona Ryder hace de una joven Lydia en su tercera película interpreta a una lúgubre gótica, ello en un rol chirriante, aporta poco y estorba, es como si hubieran tenido los guionistas una idea sobre su personaje y este al final quedará ubicado en la nada. Bastante mejor en la siguiente oportunidad que le dio Burton, en la magnífica “Edward Scissorhands” (1990); Glenn Shadix en papel de Otho, diseñador de interiores pretencioso que se convierte en experto paranormal, da bien en su rol.
La puesta en escena es un encanto para emitir la sensación jovial-distendida del relato, empezando por un fantástico diseño de producción de Bo Welch (“Men In Black”), su futuro colaborador en Edward Scissorhands (1990) y Batman Returns (1992), rodando en interiores en los Culver Studios (Culver City-California), y en tomas exteriores en tomas exteriores se filmaron en East Corinth (Vermont), creando una variedad de microcosmos con identidad propia excelentes (la casa idealizada; el exterior árido de los muertos; el de la burocracia de los muertos; o el del pueblo maquetizado), extasiantes de imaginación hiperbólica, lejos de los efectos especiales desnaturalizados por ordenador CGI), esos a los que desgraciadamente Burton ha abrazado en el SXXI, ejemplo “Alicia en el País de las Maravillas” (2010), con efectos visuales artesanales que provocan ternura en su simpleza, con esas transformaciones de Bitelchús, esos intentos de asustar del matrimonio a los Okupas, o esos “seres” del inframundo; Y por supuesto su gran banda sonora creada por el maestro Danny Elfman (fetiche de todas las producciones del director), con aires festivos quedando como icono melódico del film el tema popular jamaicano “The Banana Boat Song”, interpretado por Harry Belafonte, que lo popularizo en 1956 (La canción cuenta que unos trabajadores, después de haber cargado un barco de plátanos durante la noche, esperan el pago para regresar a sus hogares), apoteósico el momento cena cuando los comensales lo interpretan en una coreografía demencial.
El personaje de Betelgeuse, imaginado por McDowell como demonio alado, intenta matar a los Deetzes en lugar de asustarlos, y quería violar a Lydia en vez de casarse con ella. En esta versión del guión, Betelgeuse solo necesita ser exhumado de su tumba para ser convocado, después de lo cual es libre de causar estragos; no puede ser convocado o controlado diciendo su nombre tres veces, y deambula libremente por el mundo, aparentando atormentar a diferentes personajes en diferentes manifestaciones. El guión de McDowell también presentaba a una segunda niña de Deetz, Cathy de nueve años, la única persona capaz de ver a los Maitlands y el tema de la ira homicida de Betelgeuse en el clímax de la película, durante la cual la mutila en forma de ardilla rabiosa, revelando su verdadera forma.
“Le molestan los vivos? Están hartos de que violen su espacio familiar? Quieren deshacerse de esa peste de seres vivientes? Llámenme! Soy el primer bio-exorcista de la otra vida. Sí señores, vengan a verme. Soy la solución. Les daré un susto de muerte, francamente haré lo que sea por conseguir clientela, ¡me poseeré a mí mismo si hace falta! Si se deciden ya, con cada exorcismo una posesión diabólica gratis. Llámenme tres veces, llamen ya. Y recuerden! Comeré lo que quieran que coma, cagaré lo que quieran que cague! Venga ya, me comeré un perro! Auuuuuuu… Bitelchús, Bitelchús, Bitelchús”.
“He visto ‘El exorcista’ 167 veces y cada vez que la veo la encuentro más graciosa!” (Bitelchús)
Jocosa, amena, pero algo desgastada por el tiempo, dejando a relucir que su gran baza es Bitelchús, pues su trama resulta muy delgada. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/09/bitelchus-sugestiva-cinta-del.html
La puesta en escena es un encanto para emitir la sensación jovial-distendida del relato, empezando por un fantástico diseño de producción de Bo Welch (“Men In Black”), su futuro colaborador en Edward Scissorhands (1990) y Batman Returns (1992), rodando en interiores en los Culver Studios (Culver City-California), y en tomas exteriores en tomas exteriores se filmaron en East Corinth (Vermont), creando una variedad de microcosmos con identidad propia excelentes (la casa idealizada; el exterior árido de los muertos; el de la burocracia de los muertos; o el del pueblo maquetizado), extasiantes de imaginación hiperbólica, lejos de los efectos especiales desnaturalizados por ordenador CGI), esos a los que desgraciadamente Burton ha abrazado en el SXXI, ejemplo “Alicia en el País de las Maravillas” (2010), con efectos visuales artesanales que provocan ternura en su simpleza, con esas transformaciones de Bitelchús, esos intentos de asustar del matrimonio a los Okupas, o esos “seres” del inframundo; Y por supuesto su gran banda sonora creada por el maestro Danny Elfman (fetiche de todas las producciones del director), con aires festivos quedando como icono melódico del film el tema popular jamaicano “The Banana Boat Song”, interpretado por Harry Belafonte, que lo popularizo en 1956 (La canción cuenta que unos trabajadores, después de haber cargado un barco de plátanos durante la noche, esperan el pago para regresar a sus hogares), apoteósico el momento cena cuando los comensales lo interpretan en una coreografía demencial.
El personaje de Betelgeuse, imaginado por McDowell como demonio alado, intenta matar a los Deetzes en lugar de asustarlos, y quería violar a Lydia en vez de casarse con ella. En esta versión del guión, Betelgeuse solo necesita ser exhumado de su tumba para ser convocado, después de lo cual es libre de causar estragos; no puede ser convocado o controlado diciendo su nombre tres veces, y deambula libremente por el mundo, aparentando atormentar a diferentes personajes en diferentes manifestaciones. El guión de McDowell también presentaba a una segunda niña de Deetz, Cathy de nueve años, la única persona capaz de ver a los Maitlands y el tema de la ira homicida de Betelgeuse en el clímax de la película, durante la cual la mutila en forma de ardilla rabiosa, revelando su verdadera forma.
“Le molestan los vivos? Están hartos de que violen su espacio familiar? Quieren deshacerse de esa peste de seres vivientes? Llámenme! Soy el primer bio-exorcista de la otra vida. Sí señores, vengan a verme. Soy la solución. Les daré un susto de muerte, francamente haré lo que sea por conseguir clientela, ¡me poseeré a mí mismo si hace falta! Si se deciden ya, con cada exorcismo una posesión diabólica gratis. Llámenme tres veces, llamen ya. Y recuerden! Comeré lo que quieran que coma, cagaré lo que quieran que cague! Venga ya, me comeré un perro! Auuuuuuu… Bitelchús, Bitelchús, Bitelchús”.
“He visto ‘El exorcista’ 167 veces y cada vez que la veo la encuentro más graciosa!” (Bitelchús)
Jocosa, amena, pero algo desgastada por el tiempo, dejando a relucir que su gran baza es Bitelchús, pues su trama resulta muy delgada. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/09/bitelchus-sugestiva-cinta-del.html