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Voto de TOM REGAN:
9
7,3
23.452
Drama
Higinio y Rosa llevan pocos meses casados cuando estalla la Guerra Civil, y la vida de él pasa a estar seriamente amenazada. Con ayuda de su mujer, decidirá utilizar un agujero cavado en su propia casa como escondite provisional. El miedo a las posibles represalias, así como el amor que sienten el uno por el otro, les condenará a un encierro que se prolongará durante más de 30 años.
23 de mayo de 2020
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
139/23(21/05/20) Brillante film español, de lo mejor que he visto en lustros en nuestra filmografía, fascinante en su desarrollo, cautivador en su ambientación, sublime en su pareja protagonista (un impresionante tour de forcé entre Antonio de la Torre y Belén Cuesta). Tenía prejuicios con el clásico mantra ‘otra película hispana sobre la Guerra Civil’, iba con el cuchillo en los dientes pero poco a poco se me fue cayendo para que de la boca comenzar a caérseme un hilillo de placer ante la intensidad de su historia, imantado pro el modo cuasi-subjetivo de narrarla, donde la temática ideológica es una mera percha para desarrollar una historia sugerente de supervivencia. Dirigida por algo muy extraño como es un trio, los vascos Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga, el relato se inspiró en Manuel Cortés, alcalde de la localidad malagueña de Mijas durante la Segunda República Española, quien vivió oculto de la Guardia Civil (ante el temor de ser fusilado), en su hogar treinta años (se denominaron a estas personas ‘topos’) y cuya vida fue relatada en el documental de 2011 “30 años de oscuridad” de Manuel H. Martín, y nació de la visión de este trabajo por parte de los realizadores, esto mezclado con elementos recogidos en el libro “Los topos” de Jesús Torbado y Manuel Leguineche. Esta trinca nos transmite durante la mayor parte del metraje una desasosegante atmósfera claustrofóbica, sumergiéndonos en la oscuridad física y mental durante casi todo su metraje, ello gracias a un minimalismo (apenas dos personajes encerrados en una casa) maravillosamente manejado en sus recursos visuales (esa visión velada, o los desasosegantes fuera de campo) y auditivos, que nos hunden en la paranoia, en la frustración, en el hastío, e incluso en ramalazos de locura, provocando momento cortantes de tensión dramática que nos calan. Una narración donde subyace una historia de amor con sus muchísimos altibajos, sin sentimentalismos, sin almíbar, con conversaciones que transpiran naturalidad y credibilidad, con un trasfondo de análisis profundo de lo que es la soledad. Una deconstrucción excelsa de un ‘topo’, exprimiendo las posibilidades de modo inteligente, para que nunca llegue el tedio, dosificando algunos momentos de humor. Está estructurado el film en capítulos donde se da una palabra y su definición del diccionario, a modo de adelantar algo que pasará (ejemplo, el primero es campeada: correría, salida repentina expedición súbita contra el enemigo en son de algarada), que y yo encuentro un defecto, pues subraya lo que veremos sin sentido alguno.
Cuenta la odisea de un hombre con un presente y un destino trágico al que las represalias de los ganadores de la Guerra Civil le obligan a no ver la luz del sol durante décadas, a convertirse en un topo en nombre de su supervivencia, de ese instinto tan fuerte para seguir en este mundo aunque sea en condiciones infernales.
Tiene un inicio apasionante con una cámara en mano espectacular, cuando a un pueblo andaluz en 1936 (nunca se dice su nombre) llega la Guerra Civil y los Nacionales deciden hacer purgas locales una noche cerrada, contra los izquierdistas y uno de sus objetivos es el concejal Higinio (Antonio de la Torre), tras esconderse en un agujero en su casa, sale a la calle para huir al monte, pero es cazado por un vecino. Tras lo que es cargado ya de día con otros presos políticos en el cajón de un camión, allí en primera persona vemos el rostro aterrado de los demás, aprovechando que uno de los reos entretiene a un guardia, salta del camión y huye por las calles del pueblo, mientras es baleado, salta un muro, campo a través se esconde en unos matorrales, desde allí ve a toso huidos que se pierden entre unas matas, sale de allí y encuentra que es un pozo, y allí están otros dos ocultados. Allí mantiene una discusión con uno de ellos sobre que no debieron matar a los caciques locales, con lo que ya sabemos porque los persiguen, también comenta que hace poco se casó). De pronto desde arriba comienzan a disparar a los de abajo, los dos mueren, Higinio es herido en una pierna. Tras dejar que llegue la noche, sale afuera, allí observa un paisaje espectral de campo quemándose (alegoría del Averno cerniéndose sobre España), deambula a su casa por el pueblo, con cuidado llega a su casa, donde le espera su mujer Rosa (Belén Cuesta), planea huir con ella, pero la pierna herida es un obstáculo, escondiéndose en un agujero tras unas tinajas. Todo esto sucede con ritmo trepidante en apenas un cuarto de hora, gracias a una cámara en mano electrizante que nos hace sentir junto al protagonista su angustia vital, con una intensidad desgarradora sintiéndonos en la piel de Higinio en su odisea. Para a partir de aquí bajar el ritmo pero no la intensidad, estableciendo en este primer tramo el clima de miedo epidérmico reinante.
A partir de que vuelve a entrar en su casa prácticamente todo el minutaje lo pasaremos en cerrado con Higinio en un zulo. Todo lo vemos a través de su punto de vista, pasando con él por diferentes estados de ánimo, muchas veces impulsado por el contexto histórico (primero sus esperanzas en que la Guerra Civil la ganen los suyos, y luego con que el devenir de la WWII acabe con el franquismo; todos estos anhelos implosionan cuando oye por radio la visita a España del presidente de USA Eisenhower), y otras en su complicada relación con su mujer, con continuos vaivenes impulsados por el miedo. El hogar tornado en prisión sine die, derivando en mí del dilema moral de es un héroe o un cobarde (como le espeta en una formidable escena su hijo).
Atravesando el tiempo de modo fluido, haciéndonos sentir el tiempo con noticiarios de radio, con periódicos, e incluso con la televisión, y muy bien mezclado esto con la apariencia física de los protagonistas como gradualmente va envejeciendo. Dosificando las trifulcas domésticas alimentadas por el tedio y la rutina, el desgaste de una situación opresiva, relación en base a susurros... (sigo en spoiler)
Cuenta la odisea de un hombre con un presente y un destino trágico al que las represalias de los ganadores de la Guerra Civil le obligan a no ver la luz del sol durante décadas, a convertirse en un topo en nombre de su supervivencia, de ese instinto tan fuerte para seguir en este mundo aunque sea en condiciones infernales.
Tiene un inicio apasionante con una cámara en mano espectacular, cuando a un pueblo andaluz en 1936 (nunca se dice su nombre) llega la Guerra Civil y los Nacionales deciden hacer purgas locales una noche cerrada, contra los izquierdistas y uno de sus objetivos es el concejal Higinio (Antonio de la Torre), tras esconderse en un agujero en su casa, sale a la calle para huir al monte, pero es cazado por un vecino. Tras lo que es cargado ya de día con otros presos políticos en el cajón de un camión, allí en primera persona vemos el rostro aterrado de los demás, aprovechando que uno de los reos entretiene a un guardia, salta del camión y huye por las calles del pueblo, mientras es baleado, salta un muro, campo a través se esconde en unos matorrales, desde allí ve a toso huidos que se pierden entre unas matas, sale de allí y encuentra que es un pozo, y allí están otros dos ocultados. Allí mantiene una discusión con uno de ellos sobre que no debieron matar a los caciques locales, con lo que ya sabemos porque los persiguen, también comenta que hace poco se casó). De pronto desde arriba comienzan a disparar a los de abajo, los dos mueren, Higinio es herido en una pierna. Tras dejar que llegue la noche, sale afuera, allí observa un paisaje espectral de campo quemándose (alegoría del Averno cerniéndose sobre España), deambula a su casa por el pueblo, con cuidado llega a su casa, donde le espera su mujer Rosa (Belén Cuesta), planea huir con ella, pero la pierna herida es un obstáculo, escondiéndose en un agujero tras unas tinajas. Todo esto sucede con ritmo trepidante en apenas un cuarto de hora, gracias a una cámara en mano electrizante que nos hace sentir junto al protagonista su angustia vital, con una intensidad desgarradora sintiéndonos en la piel de Higinio en su odisea. Para a partir de aquí bajar el ritmo pero no la intensidad, estableciendo en este primer tramo el clima de miedo epidérmico reinante.
A partir de que vuelve a entrar en su casa prácticamente todo el minutaje lo pasaremos en cerrado con Higinio en un zulo. Todo lo vemos a través de su punto de vista, pasando con él por diferentes estados de ánimo, muchas veces impulsado por el contexto histórico (primero sus esperanzas en que la Guerra Civil la ganen los suyos, y luego con que el devenir de la WWII acabe con el franquismo; todos estos anhelos implosionan cuando oye por radio la visita a España del presidente de USA Eisenhower), y otras en su complicada relación con su mujer, con continuos vaivenes impulsados por el miedo. El hogar tornado en prisión sine die, derivando en mí del dilema moral de es un héroe o un cobarde (como le espeta en una formidable escena su hijo).
Atravesando el tiempo de modo fluido, haciéndonos sentir el tiempo con noticiarios de radio, con periódicos, e incluso con la televisión, y muy bien mezclado esto con la apariencia física de los protagonistas como gradualmente va envejeciendo. Dosificando las trifulcas domésticas alimentadas por el tedio y la rutina, el desgaste de una situación opresiva, relación en base a susurros... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... Y los realizadores sabiendo colocar elementos para hacer vibrante el desarrollo, con personajes como ese resentido Gonzalo (gran Vicente Vergara) buscando venganza, que termina casi convirtiéndose en un sucedáneo de “La ventana indiscreta”; ese sibilino depredador sexual guardia civil Rodrigo (buen José Manuel Poga); los dos homosexuales que pilla (aliados) que pilla ‘en faena’ Higinio; el encuentro con el joven activista antifranquista (dejando a este una ácida reflexión sobre la lucha por los ideales); Todo esto hace sumar drama, thriller, humor, y sobre todo asfixia anímica, aderezada por diálogos que desbordan realismo, tratando temas como los hijos, la cobardía, el heroísmo, el egoísmo, el Síndrome de Estocolmo.
El nacimiento del hijo y su personaje de adolescente (enorme Emilio Palacios, sobre todo en la discusión que tiene con el padre) suponen una mirada limpia y despojada del fatalismo guerra-civilista, que no comprende esa paranoia del padre, que le hacen vivir en un mundo de mentiras.
Como en otras películas sobre la Guerra Civil, hay elementos centrales que funcionan a modo de alegorías sobre nuestra España, me acuerdo por ejemplo de “La Vaquilla” de Berlanga, donde el animal por el que peleaban los dos bandos termina por ser abandonada y pudrirse en medio de los dos frentes, a modo de lo que quedó del país. Pues aquí Higinio es España, su desgaste, su miedo a los fantasmas del pasado, sus sentimientos de culpa, al final el paso del tiempo aburguesa, representado por Higinio viendo sentado en un sillón a Franco hablar, pidiendo a su familia que se calle.
El trabajo del binomio protagónico Antonio y Belén es simplemente Antológico, un duelo actoral apoteósico, emitiendo veracidad en cada uno de sus ententes ya sean muestras de amor, como en su continuos choques dialécticos, generando profundidad en cada envite, los dos con caracteres marcados que les hacen humanos. De La Torre hace probablemente la mejor actuación de su ya de por sí espléndida filmografía, interpretación cargada de hondura psicológica, destilando mundo interior en cada mirada, miedo en cada agesto, terror en su modo de moverse, tensión en cada mirada con los prismáticos a Gonzalo con la cortina por medio. Como nos llega su cansancio vital, su envejecimiento y todo culminado en su rush final (spoiler); Belén Cuesta demuestra que no es solo una buena cómica, es una actriz con mayúsculas, su complicado rol es el de la víctima colateral de la situación, la muleta de Higinio el que le hace quedarse allí, destilando personalidad en cada enfrentamiento con su marido, sacando el genio propia de las mujeres que sufren en silencio y al final explotan; Ello los dos exhibiendo vulnerabilidad, y sobre todo una estremecedora química., culminando en su trémulo final.
La cámara de Javier Agirre (“Handia”) se convierte en coprotagonista al fundirse con Higinio en un solo personaje, a través del objetivo seremos en muchas ocasiones sus ojos, ello ya desde ese imperial cámara en mano del inicio en una noche cuasi-negra. También nos mimetizamos con él mirando por agujeros, por visillos, cortinas, por los fueras de campo, todo expuesto en penumbras, claroscuros, semi-oscuridad constante, huyendo de la luz hasta el rush final, esto genera inquietud ante lo velado de las sensaciones. Todo esto sesteado por un sensacional trabajo de sonido que hace que en los fuera de campo donde Higinio no puede ver, solo puede intuir por los ruidos lo que puede pasar. Todo ello produce una miscelánea epicúrea en mí de ser yo parte de ese topo.
Una de las mejores películas del SXXI del cine español. De las películas que te hacen reflexionar sobre dilemas morales de modo absorbente, apoyado en una factura visual gloriosa y una pareja de intérpretes sublimes. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/05/la-trincherainfinita.html
El nacimiento del hijo y su personaje de adolescente (enorme Emilio Palacios, sobre todo en la discusión que tiene con el padre) suponen una mirada limpia y despojada del fatalismo guerra-civilista, que no comprende esa paranoia del padre, que le hacen vivir en un mundo de mentiras.
Como en otras películas sobre la Guerra Civil, hay elementos centrales que funcionan a modo de alegorías sobre nuestra España, me acuerdo por ejemplo de “La Vaquilla” de Berlanga, donde el animal por el que peleaban los dos bandos termina por ser abandonada y pudrirse en medio de los dos frentes, a modo de lo que quedó del país. Pues aquí Higinio es España, su desgaste, su miedo a los fantasmas del pasado, sus sentimientos de culpa, al final el paso del tiempo aburguesa, representado por Higinio viendo sentado en un sillón a Franco hablar, pidiendo a su familia que se calle.
El trabajo del binomio protagónico Antonio y Belén es simplemente Antológico, un duelo actoral apoteósico, emitiendo veracidad en cada uno de sus ententes ya sean muestras de amor, como en su continuos choques dialécticos, generando profundidad en cada envite, los dos con caracteres marcados que les hacen humanos. De La Torre hace probablemente la mejor actuación de su ya de por sí espléndida filmografía, interpretación cargada de hondura psicológica, destilando mundo interior en cada mirada, miedo en cada agesto, terror en su modo de moverse, tensión en cada mirada con los prismáticos a Gonzalo con la cortina por medio. Como nos llega su cansancio vital, su envejecimiento y todo culminado en su rush final (spoiler); Belén Cuesta demuestra que no es solo una buena cómica, es una actriz con mayúsculas, su complicado rol es el de la víctima colateral de la situación, la muleta de Higinio el que le hace quedarse allí, destilando personalidad en cada enfrentamiento con su marido, sacando el genio propia de las mujeres que sufren en silencio y al final explotan; Ello los dos exhibiendo vulnerabilidad, y sobre todo una estremecedora química., culminando en su trémulo final.
La cámara de Javier Agirre (“Handia”) se convierte en coprotagonista al fundirse con Higinio en un solo personaje, a través del objetivo seremos en muchas ocasiones sus ojos, ello ya desde ese imperial cámara en mano del inicio en una noche cuasi-negra. También nos mimetizamos con él mirando por agujeros, por visillos, cortinas, por los fueras de campo, todo expuesto en penumbras, claroscuros, semi-oscuridad constante, huyendo de la luz hasta el rush final, esto genera inquietud ante lo velado de las sensaciones. Todo esto sesteado por un sensacional trabajo de sonido que hace que en los fuera de campo donde Higinio no puede ver, solo puede intuir por los ruidos lo que puede pasar. Todo ello produce una miscelánea epicúrea en mí de ser yo parte de ese topo.
Una de las mejores películas del SXXI del cine español. De las películas que te hacen reflexionar sobre dilemas morales de modo absorbente, apoyado en una factura visual gloriosa y una pareja de intérpretes sublimes. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/05/la-trincherainfinita.html