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Voto de TOM REGAN:
5
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7,3
1.196
Drama
Aléxandros (Gregory Karr) es un periodista que viaja a la "Sala de espera", un lugar del norte de Grecia en la frontera con Albania, que se llama así porque allí se concentran refugiados kurdos, turcos, albaneses, polacos, rumanos o iraníes que esperan un permiso que les permita abandonar ese lugar. El periodista llega con un equipo de televisión para filmar la vida de estas gentes; en un momento dado, cree reconocer a alguien: un ... [+]
21 de agosto de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
408/19(21/08/21) Decepcionante film griego dirigido hace 30 años por el más aclamado de los cineastas helenos, Theodoros Angelopoulos, una cinta hasta provocarme un tedio de Olímpico (por aquello de Grecia): No hace mucho vi “La eternidad y un día” del mismo realizador, y esto me llevó a tener esperanzas de que fuera esta una película que me cautivara como gran parte de la protagonizada por Bruno Ganz. Pero esta producción que tiene un arranque sugestivo poco a poco deriva en un metraje letárgico, y es que Angelopoulos parece confunde (según mi modesta opinión, que parece u n grito en el desierto por lo visto en la crítica general) emitir alienamiento ambiental con provocárselo al espectador (ósea, yo), confunde transmitir cansancio vital en los personajes con hacérselo sentir al que ve la cinta. Y es que esta preciosista obra es de esas pretenciosas que contada es mejor que vista, pues con un minutaje alargadísimo hay unos cuantos momentos cargados de lirismo, pero esto son islas en medio de un desarrollo hastiante en su lentitud, ello filmado con numerosos planos-secuencias que termina por estirarse has lo cansino y más allá, llegué a pensar que la estaba viendo a cámara lenta.
Mientras trabajaba en un documental sobre los problemas en la frontera norte de Grecia (probablemente la frontera con el estado sucesor de Yugoslavia, Macedonia), un joven periodista de televisión Alexandre (Gregory Karr) cree reconocer a un anciano (Marcello Mastroianni) como un político que hace años dio una tan esperada reunión parlamentaria. El discurso con una frase enigmática - “A veces hay que callar para entender la música” - se interrumpió, y de un momento a otro desapareció sin reaparecer jamás. Finalmente, fue declarado muerto. De regreso a la capital, Atenas, visita a su ex esposa (Jeanne Moreau) e intenta acercarse a esta enigmática figura. Se las arregla para volver a la frontera con un pequeño equipo para buscar al político (que nunca se menciona por su nombre). No le cuesta volver a encontrar al anciano, que niega ser el político que busca, aunque las similitudes son obvias. El anciano, que lleva una vida pobre con su familia como técnico de telecomunicaciones y agricultor a tiempo parcial, no rechaza al periodista, pero tiene varias conversaciones en profundidad con él, la mayoría al borde de episodios trágicos y deprimentes que lo llevan lugar en el paisaje invernal a lo largo del río fronterizo. Mientras cubre la historia ambientada durante la época navideña en una triste ciudad fronteriza del norte y ayudado en su búsqueda por el cínico comandante militar (Ilias Logothetis) de un puesto de avanzada que guarda la frontera, Alexandre se siente cada vez más obsesionado con la desaparición del estadista y siente curiosidad por su atracción por una misteriosa joven (Dora Chrysikou) cuya novia de la infancia permanece separada en la frontera por el río Evros.
La primera película de una trilogía de películas de “Border” de Angelopoulos (“Paisaje en la niebla” / “Viaje a Cythera” / “La eternidad y un día”), con guión de Angelopoulos, Tonino Guerra, Petros Markaris y Thanassis Voltinos, nos ofrecen una historia nimia, con escasos diálogos y con la eternidad y un día de silencios sin que (y esto es lo grave) pase nada¸ donde la cámara se explaya en mostrarnos un paisaje hostil, gris, pesimista, y para rellenar la mucha nada está la música original de la compositora griega Eleni Karaindrou, se basa en un solo tema melódico, y el uso repetitivo de este tema “Refugee” (con orquesta de cuerdas, un solo de oboe, corno francés, violonchelo, arpa y acordeón), aportando en estos huecos melancolía climática que solo hace resaltar lo pomposidad fatua adornada con pretenciosidad inane del director, tipo que suele (para mi gusto) navegar siempre en la fina línea que separa lo lírico mágico con lo aburrido-petulante, en este caso, por supuesto, lo segundo.
Luego tendríamos su buenista, y para mi demagógico mensaje, sobre que habría que derribar fronteras en nuestro globalizado mundo, una moralina muy humanista propia de niños de teta. Pero esto es un problema complejo que no tiene fácil respuesta. Una Nación debe salvaguardar su cultura y raíces que la han hecho para bien y para mal lo que es, y si quiere ser ‘invadida’ por emigrantes será porque no lo han hecho mal y si los países de origen de estos aspirantes a refugiados, y según mi opinión habría de cuidar quien entra para quedarse en un país, pues no se pude ser tan tonto como para dejar ´vampirizarnos’ por culturas ‘depredadoras’ (no quiero dar nombres, pero todo se sabe). No se puede para hablarnos de lo mal que lo pasan los emigrantes hacer un símil con los trenes de ganado que llevaban a los judíos a los campos de exterminio, esto es banalizar el Holocausto, y es muy grave. No se nos puede hacer ver que en la frontera de Grecia (probablemente con Albania) si alguien pisa un centímetro de la otra frontera le mataran (esto da título ridículo al film, sobre una pose parecida a la cigüeña con un pie encogido y el otro estirado), es trivializar el problema de los emigrantes, y esto le hace flaco favor a su en muchos casos causa justa. Esto que he visto me ha quedado en una fábula izquierdista de primaria.
Una reflexión filosófico-existencial del rastrillo en su simpleza, de que todos los emigrantes son buenos, pues tan malo es esto, como decir lo contrario. Y no me vale aquello de también tenemos delincuentes en nuestro país, pues precisamente, tenemos ya de sobras con ellos como para dar barra libre y puedan entrar más, y no digo que no puedan entrar, si no que habrían de hacerlo siguiendo las leyes, pues además sino, esto es un ‘insulto’ a los que si lo hacen por los cauces reglamentarios. Film que nos habla de las fronteras físicas y espirituales, donde el rio y el puente ejercen de límites y entre personas, cortan nuestras aspiraciones de unión y convivencia, eso al menos creo pretende decirnos el director.
Mientras trabajaba en un documental sobre los problemas en la frontera norte de Grecia (probablemente la frontera con el estado sucesor de Yugoslavia, Macedonia), un joven periodista de televisión Alexandre (Gregory Karr) cree reconocer a un anciano (Marcello Mastroianni) como un político que hace años dio una tan esperada reunión parlamentaria. El discurso con una frase enigmática - “A veces hay que callar para entender la música” - se interrumpió, y de un momento a otro desapareció sin reaparecer jamás. Finalmente, fue declarado muerto. De regreso a la capital, Atenas, visita a su ex esposa (Jeanne Moreau) e intenta acercarse a esta enigmática figura. Se las arregla para volver a la frontera con un pequeño equipo para buscar al político (que nunca se menciona por su nombre). No le cuesta volver a encontrar al anciano, que niega ser el político que busca, aunque las similitudes son obvias. El anciano, que lleva una vida pobre con su familia como técnico de telecomunicaciones y agricultor a tiempo parcial, no rechaza al periodista, pero tiene varias conversaciones en profundidad con él, la mayoría al borde de episodios trágicos y deprimentes que lo llevan lugar en el paisaje invernal a lo largo del río fronterizo. Mientras cubre la historia ambientada durante la época navideña en una triste ciudad fronteriza del norte y ayudado en su búsqueda por el cínico comandante militar (Ilias Logothetis) de un puesto de avanzada que guarda la frontera, Alexandre se siente cada vez más obsesionado con la desaparición del estadista y siente curiosidad por su atracción por una misteriosa joven (Dora Chrysikou) cuya novia de la infancia permanece separada en la frontera por el río Evros.
La primera película de una trilogía de películas de “Border” de Angelopoulos (“Paisaje en la niebla” / “Viaje a Cythera” / “La eternidad y un día”), con guión de Angelopoulos, Tonino Guerra, Petros Markaris y Thanassis Voltinos, nos ofrecen una historia nimia, con escasos diálogos y con la eternidad y un día de silencios sin que (y esto es lo grave) pase nada¸ donde la cámara se explaya en mostrarnos un paisaje hostil, gris, pesimista, y para rellenar la mucha nada está la música original de la compositora griega Eleni Karaindrou, se basa en un solo tema melódico, y el uso repetitivo de este tema “Refugee” (con orquesta de cuerdas, un solo de oboe, corno francés, violonchelo, arpa y acordeón), aportando en estos huecos melancolía climática que solo hace resaltar lo pomposidad fatua adornada con pretenciosidad inane del director, tipo que suele (para mi gusto) navegar siempre en la fina línea que separa lo lírico mágico con lo aburrido-petulante, en este caso, por supuesto, lo segundo.
Luego tendríamos su buenista, y para mi demagógico mensaje, sobre que habría que derribar fronteras en nuestro globalizado mundo, una moralina muy humanista propia de niños de teta. Pero esto es un problema complejo que no tiene fácil respuesta. Una Nación debe salvaguardar su cultura y raíces que la han hecho para bien y para mal lo que es, y si quiere ser ‘invadida’ por emigrantes será porque no lo han hecho mal y si los países de origen de estos aspirantes a refugiados, y según mi opinión habría de cuidar quien entra para quedarse en un país, pues no se pude ser tan tonto como para dejar ´vampirizarnos’ por culturas ‘depredadoras’ (no quiero dar nombres, pero todo se sabe). No se puede para hablarnos de lo mal que lo pasan los emigrantes hacer un símil con los trenes de ganado que llevaban a los judíos a los campos de exterminio, esto es banalizar el Holocausto, y es muy grave. No se nos puede hacer ver que en la frontera de Grecia (probablemente con Albania) si alguien pisa un centímetro de la otra frontera le mataran (esto da título ridículo al film, sobre una pose parecida a la cigüeña con un pie encogido y el otro estirado), es trivializar el problema de los emigrantes, y esto le hace flaco favor a su en muchos casos causa justa. Esto que he visto me ha quedado en una fábula izquierdista de primaria.
Una reflexión filosófico-existencial del rastrillo en su simpleza, de que todos los emigrantes son buenos, pues tan malo es esto, como decir lo contrario. Y no me vale aquello de también tenemos delincuentes en nuestro país, pues precisamente, tenemos ya de sobras con ellos como para dar barra libre y puedan entrar más, y no digo que no puedan entrar, si no que habrían de hacerlo siguiendo las leyes, pues además sino, esto es un ‘insulto’ a los que si lo hacen por los cauces reglamentarios. Film que nos habla de las fronteras físicas y espirituales, donde el rio y el puente ejercen de límites y entre personas, cortan nuestras aspiraciones de unión y convivencia, eso al menos creo pretende decirnos el director.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Para despertar nuestras ‘adormecidas’ conciencias está el prólogo del film, con un suicidio colectivo de emigrantes asiáticos que se lanzaron a morir en las aguas del Mediterráneo tras serles negado en Asilo en Grecia. Me parece un truco de trilero del director querer hacernos culpables de las muertes voluntarias de gente que tuvieron decenas de países para pedir asilo antes de llegar a Grecia.
Luego un periodista nos involucra (otra idea que suelta sobre el supuesto observador que termina involucrado emocionalmente) con un político griego que en la cima de su éxito popular desaparece sin dejar rastro, y años después parece ahora vive en la frontera, en un perverso mensaje de entiendo quiere decirnos que los políticos no valen para nada y deben ser frugales y en vez de predicar vivir de modo cuasi-anacoreta para ser mejores (Puaj!), que idiotez! una trama bastante chusca sobre este desaparecido encarnado por un melifluo Marcello Mastroiani, y también por la gélida aquí Jeanne Moreau.
Es un discurrir del tiempo pesaroso, que donde la imagen nos llega creando una atmósfera tensa de aridez asfixiante con ese frío que nos cala, la tristeza lo invade todo en este lugar anclado en la nada, frontera con todo, queirnedo ser cruce con todo, pero una vez que esto nos llega se reitera, subraya y viceversa en continuos minutos en los que solo vemos a los personajes caminar sin sentido o mirar al infinito (puaj!).
Ojo, no he dicha, que toda sea mala, es que en su conjunto aburre por seguramente no saber (o seguramente no querer) sintetizar. Y es que hay oasis que dejan vislumbrar que la película pudo haber sido sensiblemente mejor como esas reflexivas y hondas frases: El coronel, “En este extremo del país todo se sobredimensiona. La soledad, la incertidumbre. Un sentimiento de amenaza. La gente enloquece”, “No entiendo nada (tras las disputas en tierra nueva de los emigrantes). Cruzaron la frontera para ser libres y crean una nueva frontera aquí empequeñeciendo el mundo”; Tiene el mejor tramo, una película por sí sola, me refiero por supuesto a la escena de la boda, donde los novios residen cada a un lado del rio fronterizo. Invitados a uno y otro lado del caudal. Un sacerdote ortodoxo casándolos en medio del jolgorio, pero los dos separados. La ceremonia termina con disparos de los guardias fronterizos rompiendo la magia del momento. En lo que es una clara metáfora dela unión de los pueblos, unión que no deben romper las líneas imaginarias que nos ponemos (lo que yo llamo buenismo). La fiesta por la unión acaba con al novia en brazos del reportero bailando, este se ilusiona, pero al final se da cuenta que ella solo quiere ver en él a su novio de la otra orilla; Incluso se le puede alabar un bello final, aunque también pretenciosamente operístico, pero indudablemente bello y poético (spoiler).
Spoiler
El encuentro planeado entre el rol que da vida Jeanne Moreau y Mastroiani resulta anticlimático, se ven, se miran y pasan uno del otro (no sin antes haber estirado el encuentro más allá de lo soportable), y ‘Hasta nunca, Lucas!, y no me mueve (como pretendía) a sensación alguna, más allá de la nada, más allá del director querer ser original y mostrárnoslo de modo voyeuresco a través de una filmación furtiva de televisión.
El final resulta operísticamente hermoso, con el periodista caminando por un sendero con decenas de postes de luz (o teléfonos) por los que suben varios operarios ataviados con mono amarillo, lo hacen al unísono, en una danza turbadora con el fondo del cielo gris hasta que llegan arriba y tensan un cable, simbolizando la unión y comunicación entre personas (al menos eso entiendo yo). En lo que parece ser una nota de optimismo (¿?).
Me queda una errada película, que no ya por su maniqueo mensaje, si no por su ritmo adormecedor. Fuerza y honor!!!
Luego un periodista nos involucra (otra idea que suelta sobre el supuesto observador que termina involucrado emocionalmente) con un político griego que en la cima de su éxito popular desaparece sin dejar rastro, y años después parece ahora vive en la frontera, en un perverso mensaje de entiendo quiere decirnos que los políticos no valen para nada y deben ser frugales y en vez de predicar vivir de modo cuasi-anacoreta para ser mejores (Puaj!), que idiotez! una trama bastante chusca sobre este desaparecido encarnado por un melifluo Marcello Mastroiani, y también por la gélida aquí Jeanne Moreau.
Es un discurrir del tiempo pesaroso, que donde la imagen nos llega creando una atmósfera tensa de aridez asfixiante con ese frío que nos cala, la tristeza lo invade todo en este lugar anclado en la nada, frontera con todo, queirnedo ser cruce con todo, pero una vez que esto nos llega se reitera, subraya y viceversa en continuos minutos en los que solo vemos a los personajes caminar sin sentido o mirar al infinito (puaj!).
Ojo, no he dicha, que toda sea mala, es que en su conjunto aburre por seguramente no saber (o seguramente no querer) sintetizar. Y es que hay oasis que dejan vislumbrar que la película pudo haber sido sensiblemente mejor como esas reflexivas y hondas frases: El coronel, “En este extremo del país todo se sobredimensiona. La soledad, la incertidumbre. Un sentimiento de amenaza. La gente enloquece”, “No entiendo nada (tras las disputas en tierra nueva de los emigrantes). Cruzaron la frontera para ser libres y crean una nueva frontera aquí empequeñeciendo el mundo”; Tiene el mejor tramo, una película por sí sola, me refiero por supuesto a la escena de la boda, donde los novios residen cada a un lado del rio fronterizo. Invitados a uno y otro lado del caudal. Un sacerdote ortodoxo casándolos en medio del jolgorio, pero los dos separados. La ceremonia termina con disparos de los guardias fronterizos rompiendo la magia del momento. En lo que es una clara metáfora dela unión de los pueblos, unión que no deben romper las líneas imaginarias que nos ponemos (lo que yo llamo buenismo). La fiesta por la unión acaba con al novia en brazos del reportero bailando, este se ilusiona, pero al final se da cuenta que ella solo quiere ver en él a su novio de la otra orilla; Incluso se le puede alabar un bello final, aunque también pretenciosamente operístico, pero indudablemente bello y poético (spoiler).
Spoiler
El encuentro planeado entre el rol que da vida Jeanne Moreau y Mastroiani resulta anticlimático, se ven, se miran y pasan uno del otro (no sin antes haber estirado el encuentro más allá de lo soportable), y ‘Hasta nunca, Lucas!, y no me mueve (como pretendía) a sensación alguna, más allá de la nada, más allá del director querer ser original y mostrárnoslo de modo voyeuresco a través de una filmación furtiva de televisión.
El final resulta operísticamente hermoso, con el periodista caminando por un sendero con decenas de postes de luz (o teléfonos) por los que suben varios operarios ataviados con mono amarillo, lo hacen al unísono, en una danza turbadora con el fondo del cielo gris hasta que llegan arriba y tensan un cable, simbolizando la unión y comunicación entre personas (al menos eso entiendo yo). En lo que parece ser una nota de optimismo (¿?).
Me queda una errada película, que no ya por su maniqueo mensaje, si no por su ritmo adormecedor. Fuerza y honor!!!