197/11(16/09/18) Film de culto de Quentin Tarantino, o lo amas o lo odias, en el que el director y guionista arriesga alejándose de lo que le había dado fama, como sus alambicados diálogos, para darse festín visual apabullante, en un relato que da rienda suelta a sus mayores “vicios” en su cinefilia y gusto por homenajear (copiar). Ello en narración sencilla (aunque intenta esconder sus carencias tras estructura de flash-backs) de una mujer que busca vengarse de los que le hicieron daño, para ello el creador (o plagiador) de mentón pronunciado ofrece un espectáculo que bebe del más genuino pulp, mezclando híper-violencia con fino humor negro, donde la intensidad es inexistente, todo se circunscribe a un puñado de viñetas de acción (delirante) maravillosamente diseñadas para el disfrute del espectador (donde la inteligente cinematografía de Robert Richardson se viene arriba), todo excesivo, todo pasado de vueltas, todo en modo tsunami, ello en una profusión incesante de guiños a todo el repertorio (freak) de este ex empleado de videoclub (solo los más mayores sabemos que era este empleo), desde el vestuario, la (ecléctica) música, los escenarios, las secuencias, en realidad todo cuando termina te das cuenta que parece haber sido un puñado de set-pieces teloneras (aperitivo) para el tremendo rush tercio final en el club House of Blue Leaves, todo un festival para los amantes de la acción desmesurada, con extremidades que saltan una y otra vez, con geiseres de sangre, con saltos imposibles, coreografías fascinantes, hasta desembocar en el bello clímax final en un patio japonés nevado lo lírico en miscelánea con el crudo salvajismo atávico de la Venganza. Una película con un ritmo trepidante que no da respiro, donde la oratoria es escasa (tanto que si hubiera sido sin palabras no hubiera pasado nada), teniendo una protagonista homérica en la sin nombre (por mor del travieso Tarantino) Uma Thurman, radiante heroína.

Tarantino concibió a Kill Bill como un homenaje al cine "grindhouse", término para películas que se exhibían en teatros estadounidenses baratos en la década de 1970, incluidas películas de artes marciales, cine samurái, películas de blaxploitation y spaghetti westerns. Homenajea a Shaw Brothers Studio, conocido por sus películas de artes marciales, con la inclusión del logotipo de ShawScope en sus títulos de apertura y el "zoom que se estrella", un zoom rápido que generalmente termina en un primer plano de uso común en las películas de Shaw Brothers. Originalmente preparadas para lanzamiento único, pero la película, con tiempo de ejecución de más de cuatro horas, se dividió en dos. El volumen 1 se convirtió en la película más taquillera de Tarantino hasta ese momento, ganando más de $ 180 millones en taquilla.

Es una bacanal para aquel que guste de productos escapistas con poso, en este caso por sus constantes guiños, por sus delirios estéticos, por su desbordante imaginación puesta al servicio de lo lúdico, con peleas de todo tipo, con luchas a cuchillo (empalamientos por la garganta), en anime, la lengua de un hombre cercenada estirándola cual chicle, aplastamiento de cráneos con puertas, desmembramientos, decapitaciones, carnicerías que parecen “genocidios” por los decorados de batallas bélicas que dejan, eso sí, todo en un tono de claro espíritu de divertimento: por supuesto que no hay introspección de los personajes, que no hay mínima hondura, pero es que Tarantino tampoco lo pretende, su cinta es puro cartoon-pulp, los protagonistas son meras figuras predeterminadas de modo primario (cliché, se mueven por inercia básica).

Quentin vuelca en la puesta en escena todo su arsenal de filias (y fetichismo), como es su gusto (patológico-freudiano) por mostrar los pies de una mujer (sobre todo los de Uma Thurman), como su gusto por decorados hinchados en su realismo-falsete. Esto realzado por el fantástico diseño de producción de David Wasco (“Malditos bastardos”), y Yohei Taneda (“Los odiosos ocho”), filmado en Japón, y por supuesto en USA, destaca sobremanera los decorados del Club House of Blue Leaves, y el bucólico patio del local ; todo esto filtrado por la gloriosa fotografía de Robert Richardson (“Shutter Island”), en un despliegue de recursos estéticos formidables, con juegos de iluminación, con sombras pronunciadas cuasi-chinescas, esas combinaciones b/n, esos plano-secuencia (excelso el de cinco minutitos en el Club House of Blue Leaves, esos cenitales, picados y contrapicados, incluso planos nadir (La cámara se sitúa totalmente por debajo del sujeto, con ángulo perpendicular al suelo) o rodando con electricidad las escenas de acción, no faltando algunos subjetivos (fruto de ello una de las marcas Tarantino, el plano desde dentro del maletero a fuera); esto en miscelánea homérica con la impresionante edición de Sally Menke (montadora de toda la filmografía tarantiniana), imprimiendo una fluidez y cadencia rítmica fabulosa; Como siempre la banda sonora es elemento crucial en todas las cintas del director de Knoxville, un torrente iconoclasta de diferentes estilos, la melomanía desborda al realizador y nos envuelve con ella: Música country hasta selecciones de puntajes de Spaghetti Western de Ennio Morricone; El tema de Bernard Herrmann de la película Twisted Nerve es silbado por el amenazante Elle Driver en la escena del hospital; Un breve extracto de 15 segundos de la apertura del tema musical Ironside de Quincy Jones se usa como motivo de venganza de la novia, que se enciende con un flashback teñido de rojo cada vez que está en compañía de su próximo objetivo; Pistas instrumentales del guitarrista japonés Tomoyasu Hotei figuran de manera destacada; Mientras la Novia entra en "La Casa de las Hojas Azules", el grupo go-go Los 5,6,7,8 realizan "I Walk Like Jayne Mansfield", "I'm Blue (La Canción Gong-Gong)" y "Woo Hoo"; La conexión con Lady Snowblood se establece mediante el uso de "The Flower of Carnage", el tema final de esa película; (sigue en spoiler)