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Voto de GUSTAVO:
8
Drama Retrato de una familia norteafricana en el sur de Francia. Sillman, un padre de familia divorciado, es despedido de su trabajo en los muelles del puerto. Su futuro y el de su familia se presenta incierto, y su hijo le recomienda que vuelva al norte de África. Sin embargo, Sillman tiene una idea: abrir un restaurante en un viejo barco oxidado del puerto, aunque las autoridades no le pondrán las cosas fáciles. (FILMAFFINITY)
5 de noviembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de un drama multifamiliar y multicultural con algunos pincelazos de humor que toca progresiva o alternadamente temáticas derivadas de la inmigración tales como la discriminación e integración social, los problemas económicos y el orgullo etnológico.
El cuscús es un plato tradicional del norte de África y tal como sucede, por ejemplo, con los platos típicos peruanos en el extranjero, se le valoriza más fuera de los límites de su región cuando es cocinado y consumido por los emigrantes árabes, en este caso en Francia. Es un efecto psicológico de añoranza de la tierra que en el filme se grafica en las reuniones de los domingos donde no solo asisten los originarios árabes sino los de otras nacionalidades, franceses incluidos. Para reforzar esta idea, en una escena alrededor del hotel donde se reúnen los músicos, se comenta que el potaje de la esposa divorciada de Sillman podría no estar bien preparado, pero eso no importa porque el paradigma patriotero hará que siempre dicho plato se encuentre delicioso al paladar.
Es esta creencia la que anima al obrero, recientemente despedido del muelle, a abrir un restaurante en el mismo lugar donde trabajaba como un proyecto de pequeña empresa que busca múltiples permisos y financiamiento, negados más por la desconfianza y prejuicios de las autoridades.
Son notables las escenas del almuerzo familiar donde la cámara parece un centro de mesa que capta la satisfacción culinaria a través de las manos manchadas, muelas en ristre y dedos chupados como si fueran un utensilio más y los diálogos que salen de una forma espontánea y complementaria a la comida, cual delicioso postre, sobre sexo y lenguaje de matrimonio intercultural. Y, por supuesto, toda aquella muy larga sobre la cena de presentación del restaurante en el barco con todo el suspenso que trae consigo, como una gran alegoría de la sociedad actual frente a la nueva realidad europea que se defiende en base a la solidaridad.
Los baches que tiene la película estriban en su dilatación a causa de algunas escenas que buscan el efecto de subrayar sentimientos y actitudes como cuando una de las hijas de Sillman reprende a su pequeña hija o cuando la nuera rusa llora por las traiciones de su marido.
En cuanto a Sillman, el personaje y su relación con la motoneta hace acordar al de “Ladrón de bicicletas” de Vittorio de Sica pero a diferencia de aquel, su condición de inmigrante sin voz ni voto, lo lleva a ser casi mudo y entregar el protagonismo a sus hijos, sobre todo a su hija política, representada sensacionalmente por la actriz Hafsia Herzi quien se roba la película con un baile del vientre que se percibe tan espontáneo como auténtico y sexy; coronando un estupendo desenlace a tres bandas que logra hacer olvidar las debilidades expuestas en la cinta.
GUSTAVO
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