Acá en Chile la “Embrujada” se llamaba la “Hechizada” y era una serie que daban como a las seis de la tarde durante la década de los ochenta. Samantha, la protagonista, era una atractiva bruja que tenía un marido rezongón cuyo único poder sobrehumano eran dos orejotas colosales. No sé por qué siempre pensé que dichas orejas habían sido creadas gracias a un hechizo de su suegra, la madre de la blonda y sexy Samantha, que no podía ver ni en pintura al Dumbo de dos piernas que era su yerno. También recuerdo a la hija de esta singular pareja, una niña rubia, que ahora debe andar cerca de los cuarenta y tantos años y que espero no haya caído en las drogas o el alcohol como tantas otras estrellitas precoces en Hollywood, y que hacía travesuras que siempre molestaban a su padre. En fin, una serie simple y simpática, perfecta para verla a media tarde junto a un vaso de leche y un par de tostadas con mantequilla, en una época ya lejana en la que todo era más simple y menos pretencioso, en la que, por ejemplo, Batman ( personificado por Adam West) era un superhéroe no obstante su terrorífica guata.