Antes de verla alguien podría cometer el error de creer que se trata de una película de artes marciales al uso: frío, frío. Redbelt se aleja del festival de golpes mortales propio del género para adentrarse en los personajes. Mamet, parco en palabras, consigue con su particular estilo sobrio y sin florituras una película de cierta profundidad moral, que mezcla una trama marcadamente intimista con unas contundentes escenas de lucha de una solidez apabullante, de esas que te quitan el hipo.
Planos largos, golpes rápidos.