Infecta hamburguesa de macrogranja con un par de ingredientes de la huerta (Keanu, Willem) que sabe literalmente a grasa. Pura grasa revestida de Noir con diálogos collage como sacados de una pretérita IA diseñada para videojuegos.

No tenía ni idea de porqué no la había visto hasta que la he visto. Ahora sí lo sé: pura traición a uno mismo. Quizá una concesión a esa parte homocuriosa de los heteros por ver a Keanu currando con las mismas ganas de quien tiene que apilar medias vacas en un matadero. Por lo menos Liam Neeson pone cara de asco cuando le toca.

Todo es papel charol elegante e inútil, pero lo peor es que la cinta cree que aporta algo al género del Talión que colapsa con carnaza adobada a canales, salas y plataformas. Estetizar el baile de Jiu-Jitsu con pistola para porteros de after no es suficiente para que se te quite el regusto a salami del pozo.

Por cierto, ese hard rock paralítico que aturde constantemente parece sacado de un anuncio para furgonetas de segunda mano de televisión local. Bienvenidos al mundo idiota de mafiosos reformados que matan a mafiosos en nómina de la mano de guionistas que se cagarían encima si se les calara el buga en un barrio de la periferia.