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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Drama Cuenta la historia real de James Gralton, un activista y líder comunista irlandés que se convirtió en el único deportado político de la República de Irlanda. (FILMAFFINITY)
22 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jimmy’s Hall

Cómo me gustan las películas de Ken Loach y siempre es motivo de celebración un estreno suyo. Jimmy’s Hall es pura vida, jubilosa y desbordante vida en una pequeña comunidad de seres sencillos, humildes, valientes, que celebran, festejan y expresan la alegría incomparable de vivir.
Porque Loach mima a sus personajes, los conoce, siente por ellos una compasión infinita, aspira el aire que respiran, capta el aliento que caldea sus almas, sus anhelos y preocupaciones. Loach sabe de lo que habla. Es su gente, su territorio, sus costumbres y él forma parte indisoluble de ese mundo. Sus películas son siempre reconocibles pero singularmente distintas. Nunca se traiciona ni nos traiciona, es un cineasta honesto, fielmente comprometido con sus ideas. 

Desde el principio de los ochentas, cuando la señora Tacher comienza a dinamitar los cimientos del sistema social inglés, Loach marca la línea inconfundible de su discurso y defiende con pasión sus convicciones. Las mismas que los hombres justos han defendido desde el principio de los tiempos. Cómo olvidar si no, “Lloviendo piedras”, “Tierra y libertad” o “El viento que agita la cebada”, entre otras muchas.

En este drama de la Irlanda de 1930, todavía queman los rescoldos de la confrontación civil que diez años atrás había asolado al país y, Loach nos muestra la solidaridad con los desamparados, los humillados, con aquellos que no participan -ni siquera de la migajas- en el banquete de los poderosos, de los oprimidos y explotados por el sempiterno poder, permanentemente cobijado, cómo no, tras la sinuosa y espesa sombra en la que se oculta el dominio de la Iglesia.

Y aunque en Jimmy’s Hall, nuestro longevo y entrañable maestro británico nos relate un drama, nunca abandona, como ya es habitual en él, su peculiar sentido del humor, haciendo más liviana la carga de la tragedia. Ojalá la envidiable vitalidad de Loach le permita, durante largo tiempo, seguir haciendo cine, porque muchos disfrutamos de su enorme talento, aprendemos de su profunda mirada y admiramos la delicada ternura con que arropa a sus personajes. Larga vida para usted, míster Loach.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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