Cuando uno va a un menú de restaurante y lee lo que hay, siempre suele haber algo que llama la atención sobre otras cosas. En mi caso fueron varios platos: una serie de acción con toques políticos de la Casa Blanca, una especie de Jason Bourne a las órdenes del gobierno, y una Sharon Stone de vuelta a la pantalla con algo que promete.

Te sientas a la mesa, ves el capítulo piloto (entrante) y te gusta. Te deja con ganas de más. Sabes que no es un plato gourmet, pero para pasar una buena velada, que menos se puede pedir. Llega el plato principal, una trama que capítulo a capítulo va perdiendo fuerza, gancho y estilo, tanto que parece que ni el propio equipo parece que se lo tome en serio. Y por último, el postre, el final de temporada. Ya parecía que todos sabían que no les iban a renovar por otra temporada, y se lo tomaron como un juguete de feria.

¿En serio? Sabemos que no es una gran serie, que no tenía que durar mucho, pero si dais en el episodio piloto un buen hilo argumental, o buenos recursos para entretener mínimamente a la audiencia, por favor, no cuesta nada mantener el ritmo hasta el final.

Conclusión, una serie que empezaba bien y fue desinflándose cual globo en un parque de atracciones. Merece la pena verla, aunque sea el piloto, pero estais avisados, nada de ilusiones.