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Voto de Polikarpov:
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Drama
En un pequeño pueblo de la Inglaterra de 1959, una joven mujer decide, en contra de la educada pero implacable oposición vecinal, abrir la primera librería que haya habido nunca en esa zona. (FILMAFFINITY)
11 de noviembre de 2017
26 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo de ser un tarugo.
Y, claro, al no poseer el divino don de la sensibilidad extrema que, sin duda, se necesita para detectar las sublimes angustias que producen las soledades espirituales, especialmente asediadas por esos “defectillos” tan típicamente humanos de la ignorancia, o la envidia, o la arrogancia, o, incluso, la más abyecta perfidia (que conocemos de sobra, aunque sólo sea porque todos tenemos cierta cantidad de eso mismo y contra los que tendríamos que estar más que autovacunados), asistidos, además, por la indiferente ceguera de una burocracia implacable (que también, cual apisonadora, nos atropella a diario), no me queda otro remedio que confesar que, tanto la novela de la Fitzgerald, como la película de la Coixet, me parecen una auténtica plasta.
Con pequeñas variantes de guion con respecto a la novela, Coixet cuenta esta soporífera historia de batalla (ilusión) perdida con dignidad, con su habitual (y pausada) corrección (la novela –menos mal que es corta- ya es bastante lenta de por sí), en medio de una exquisita formalidad, así que vayan mis puntos para este trabajo, y para el esfuerzo de Emily Mortimer y Patricia Clarkson.
Porque, a mi modo de ver, más no hay.
EN RESUMEN: tanto novela como película, excelentes para combatir problemas de insomnio.
Y, claro, al no poseer el divino don de la sensibilidad extrema que, sin duda, se necesita para detectar las sublimes angustias que producen las soledades espirituales, especialmente asediadas por esos “defectillos” tan típicamente humanos de la ignorancia, o la envidia, o la arrogancia, o, incluso, la más abyecta perfidia (que conocemos de sobra, aunque sólo sea porque todos tenemos cierta cantidad de eso mismo y contra los que tendríamos que estar más que autovacunados), asistidos, además, por la indiferente ceguera de una burocracia implacable (que también, cual apisonadora, nos atropella a diario), no me queda otro remedio que confesar que, tanto la novela de la Fitzgerald, como la película de la Coixet, me parecen una auténtica plasta.
Con pequeñas variantes de guion con respecto a la novela, Coixet cuenta esta soporífera historia de batalla (ilusión) perdida con dignidad, con su habitual (y pausada) corrección (la novela –menos mal que es corta- ya es bastante lenta de por sí), en medio de una exquisita formalidad, así que vayan mis puntos para este trabajo, y para el esfuerzo de Emily Mortimer y Patricia Clarkson.
Porque, a mi modo de ver, más no hay.
EN RESUMEN: tanto novela como película, excelentes para combatir problemas de insomnio.