Mi primera impresión favorable es su acierto en la innovación. Es la primera vez que lo veo como un director juega con el teatro para convertirlo en gran cine. Trae, pues, recuerdos de 'Moulin Rouge' [2001] o de 'El Fantasma de la Opera' [2004] pero nada que ver: aquí sentencia una singular comunión que te hipnotiza: cinematográfico rompecabezas teatral. Donde todo cabe porque donde todo es teatro. Como un cuento plegable.

El poder visual, la mágica fotografía, esa preciosa música condicionante, la coreografía, el movimiento, la ambientación, el ritmo, el color, el vestuario, los decorados. Ese montaje y dirección artística.

El reparto resulta irregular. Keira Knightley está que se sale, con su rara y subyugante belleza. En mi opinión, realiza una interpretación equivalente a la realizada por la oscarizada Anne Hathaway en 'Los miserables' [2012]. Jude Law, sale muy bien librado de un personaje muy complejo. Aaron Johnson resulta un fiasco total, con una actuación débil, sin empatía con Anne, feminoide hasta el punto de recordar al Björn Andrésen, Tadzio, de 'Muerte en Venecia' [1971]. Ruth Wilson, con su labio superior patoso, de botox o así, da el cante en una película que se desarrolla en el siglo XIX.

Destacan secuencias como la del amanerado baile o la de la carrera hípica: ambas pasarán a la historia del cine. Se diluyen, en un guión manifiestamente mejorable, las historias paralelas, que suenan a innecesario relleno.

Fantástica teatralización hecha gran cine [8 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]
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