La comedia Lo dejo cuando quiera la protagonizan tres frikis frustrados. ¿Quién no ha sido un fracasado en algún momento de su vida? Un lingüista enmadrado que con casi 40 vive con sus padres, un químico divorciado que acaba de perder su trabajo precario y un economista que solamente aspira a dar clases particulares a preadolescentes en plena efervescencia hormonal. Esta película está llena de chistes fáciles que realmente funcionan. Y a estos tres perdedores les salva y les roba la vida el sexo, la fiesta y, sobre todo, la droga. Se vuelven traficantes y es en ese mismo instante dejan de dar pena para convertirse en verdaderos triunfadores: trajes de marca, coches de última gama y unas sonrisas que atraen a cualquiera. El lingüista se vuelve el rey de la fiesta, el químico reconquista a su ex mujer y el economista consigue acostarse con la madre de la alumna a la que da clases particulares. Se gustan, eso se nota, y acaban gustando a todos los de su alrededor.

Nuestros tres protagonistas no entienden cómo pueden sentirse mejor haciendo todo lo contrario a lo que se supone que es correcto, pero tras estar durante su carrera y doctorado metidos como ratas de biblioteca en laboratorios por fin viven. Y es ahí cuando comprenden que vivir intensamente implica perder mucho para ganar muchísimo más.
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