Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Kasanovic:
2
Ciencia ficción. Acción En un futuro no muy lejano el boxeo es robótico: en los combates ya no se enfrentan seres humanos, sino robots humanoides, sofisticadas máquinas diseñadas para luchar. Charlie Kenton, un antiguo púgil que casi llegó a alcanzar la gloria, está pasando una mala racha como promotor de combates. Un día, encuentra un viejo robot desechado y, al comprobar que es un gran boxeador, decide entrenarlo. (FILMAFFINITY)
17 de octubre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2020, el boxeo es cosa de robots. Los combates entre seres humanos han dejado paso a mega-construcciones de metal que luchan hasta la desintegración. En estas circunstancias, antiguas glorias del ring como Charlie Kenton se dedican a enseñar el deporte a estas máquinas, de una manera muy similar a la de un videojuego. Pero mientras, Charlie también se tendrá que ocupar de su hijo Max, que se ha quedado huérfano de madre y que también dejará huérfanos los dedos de la mayoría de los espectadores, que tendrán que comerse las uñas para paliar la crispación que genera su personaje.

En principio, el planteamiento parece aceptable. De hecho, es bastante creíble que en un futuro no muy lejano pueda existir una competición similar a la que nos presenta Acero puro. Además, los efectos especiales que adornan los movimientos de los robots están muy conseguidos (algo lógico, teniendo en cuenta el dinero que hay de por medio). Desgraciadamente, es lo único positivo que acabaremos sacando de esta obra.

Porque, como decíamos, no puede existir una película mínimamente aceptable si uno de los actores protagonistas no hace más que irritar al espectador fotograma tras fotograma. Hablamos de Dakota Goyo, un niño que posiblemente tenga poca culpa de lo que sucede con su personaje en las dos horas de película. Cuando sea más mayor, y vuelva a ver la que fue su primera gran película, quizá se tape la cara con una almohada y reniegue de la interpretación por siempre jamás.

Shawn Levy tiene el dudoso honor de dirigir a uno de los niños más repelentes de la historia del cine. Hay que dejar claro que el pabellón estaba bastante alto, si tenemos en cuenta casos como el de Jurassic Park o el Anakin de La amenaza fantasma. Pero nos tememos que, después de ver Acero puro, el personaje de Goyo ha superado todos los listones en lo que a repulsión se refiere. Desde la primera vez que aparece en pantalla, ya intuimos que algo no va bien. Si nos imagináramos a un niño de 11 años que acaba de perder a su madre, veríamos a un joven hundido, con la cabeza gacha y los ojos rojos del llanto. Pues bien, Goyo es la antítesis de ello: un niño con semblante chulesco y actitud prepotente. Esto, unido a la pinta de pijo y consentido que luce el susodicho, hace despertar un carácter asesino en el espectador tan feroz que ninguno de los poderosos robots de la cinta conseguiría aplacar.

A partir de ahí, ya era difícil arreglar la situación, pero si seguimos viendo la película (cosa difícil, ya que a la media hora dan ganas de perder el tiempo de otra manera), comprobaremos que no hace más que empeorar. La historia se mueve entre tópicos y momentos más que trillados, dando la sensación de que estamos ante un mero copypasteo de otras películas. Todo esto, aderezado con un niño que a cada minuto que pasa resulta más odioso (cuando se pone a bailar ya es algo surrealista), un Hugh Jackman que se ve desbordado ante tanta inutilidad (menos mal que le han pagado bien) y una Evangeline Lilly que está ahí para lucir palmito (desgraciadamente, sólo en un par de escenas).

Por tanto, Acero puro parece una película que sólo se puede recomendar a los tiernos infantes que en su corta vida todavía no han visto mucho cine. Para el resto de mortales, la mejor opción sería hacer una sesión doble: primero Acero puro y, acto seguido, Carrie. Con el paso de los días, posiblemente tengas la sensación de que ambas películas son en realidad la misma y que la mítica niña demoníaca Carrie fulminó con una buena tunda al odioso pijo de Acero puro.
Kasanovic
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow