Curioso tema filosófico el del título, que dejaré de lado porque aquí lo importante no es que lo que nos cuente "Qué bello es vivir" sea cierto, lo importante es que nos lo cuenta.

Uno tiene que saber disfrutar y dejarse llevar por Capra, que dibuja, en un principio, una historia optimista, para después teñirla intensamente de negro y para rematar rebosando de nuevo alegría, felicidad y optimismo.
¿Es esto (que vivir es tan bello) verdad? Quizá. ¿Se ha dado el caso (de pasarlo tan bien, después tan mal, y después tan bien para descubrir que vivir es tan bello)? Quizá. Pero es que los sentimientos que despierta con habilidad en nuestro interior esta película son tan intensos e irreprimibles que da igual. No importa en absoluto. Podríamos decir algo así como que el fin justifica los medios.

Película preñada de magia, de felicidad, que consigue emocionar y transmitir sin necesidad de grandes excesos técnicos (aunque un par de detalles interesantes sí que hay). Véase, por ejemplo, la escena de la piscina. No hay ningún plano de antología, ni se oye banda sonora de Oscar por ninguna parte, sin embargo consigue arrancarle a uno una sonrisa y llegarle al corazón, porque es una escena viva. Stewart, al que vitalidad -como a todo en esta obra- en su interpretación no le falta, está enorme.

Sin duda, un alegre clasicazo, que aunque en un tramo inicial pueda tener cierto aire a moñada, acaba funcionando a la perfección y convirtiéndose en una de esas cosas que hacen que vivir merezca la pena.