Australia es para muchos uno de esos países modelos en desarrollo y democracia que además cuenta con ser una de las tierras más bellas de nuestro mundo. Esa imagen paradisiaca es, sin embargo, un cartel de propaganda tanto hacia dentro como hacia fuera. Australia en realidad es un estado colonial y no decimos esto solo por su historia, pues todos los australianos blancos conocen y reconocen que su país, fundado por sus ascendientes y en oposición con el país o los países que se encontraron y estaban formados por las comunidades aborígenes (países e historias que intencionalmente se borran, se marginalizan y relegan a la categoría de prehistoria), empezó como una colonia penal de la Corona Británica.

La colonialidad de Australia es una muy parecida al segregacionismo norteamericano y cercana incluso al apartheid sudafricano tanto por su desarrollo histórico, en el que gracias a Dios se han hecho algunos avances para desmontarlo, como por sus consecuencias que vemos hoy día y una mentalidad que aunque más o menos desarticulada legalmente sigue siendo muy general entre la población eurodescendiente australiana.

Además el documental por sí mismo está bien y es ligerito, no te vas a atragantar con la información. Se nota la larga carrera de reportero del director pues toda la narración se sustenta en una voz en off y en muchas preguntas y entrevistas, algunas realmente incendiarias y con mucha tensión. Eso sí, si vienes buscando cultura aborigen este no es tu documental pues se centra en la situación de las nativos hoy y su historia reciente.