No es otra película más de dos historias paralelas que acaban, circunstancias de la vida, siguiendo el mismo camino. Una joven hondureña en busca del sueño americano y un joven pandillero mexicano queriendo salvarse de lo que ya es improbable.
Te atrapa desde el mismo comienzo no pudiendo despegar los ojos de la pantalla pese a las atrocidades que se pueden ver y que, en realidad, ocurren todos los días. Quizás es por eso que te emociona como si todo te estuviera pasando en tus carnes, porque dependiendo de la zona en la que hayas nacido estás predestinado a vivir de una manera u otra apenas sin alternativa.
El tema de las maras, tan de moda últimamente, se trata de modo realista y sin edulcorar. Es por eso que en ocasiones tienes la sensación de estar viendo un documental y también el presentimiento de que nada podrá acabar bien si nos aferramos a lo verídico de la historia. Por otro lado, la ficción también sale a relucir mediante la fantástica fotografía digna de las mejores creaciones cinematográficas.
Un 10 por Cary Fukunaga, sí señor.