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Voto de Pablo Veblen:
8
Drama. Thriller. Acción Horas después de la trágica muerte de un menor a manos de la policía, estalla una revuelta violenta en un barrio francés. Los disturbios se intensifican mientras la vida de tres hermanos se ve sumida en el caos. (FILMAFFINITY)
30 de septiembre de 2022
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abdel es de un barrio marginalizado (que no marginal, como muchos aún se empeñan por etiquetar) de una ciudad de Francia, en el que buena parte de su población es de origen o descendencia magrebí. Uno de esos cientos de barrios donde, una vez naces o acabas en él, la sociedad te lo pondrá difícil para escapar de allí, por mucho que lo quieras.

Abdel, uno de los hermanos mayores cuyo hermano menor ha muerto en extrañas condiciones, conoce lo que es la violencia y la muerte. Conoce, sobre todo, lo que deja el odio, la guerra. Porque para salir del barrio se alistó en el ejército francés, y ha vuelto de Mali, excolonia francesa donde el Gobierno de Francia ha desplegado, por diversas causas (y probablemente intereses), varios miles de soldados desde hace casi una década. Abdel está cansado de la guerra, y donde menos desea y espera tener una es en su casa. A pesar de que su hermano menor haya muerto.

Pero Abdel tiene más hermanos y hermanas. Hermanos que siguen en el barrio. Alguno, porque no consiguió salir y tomó las peores decisiones (que perpetúan y empeoran el mal que les pesa), otros porque aún son jóvenes. Y a estos jóvenes no sólo les ha tocado vivir algo similar a lo que vivieron los mayores, sino que les ha tocado vivir, además de la aporofobia, el racismo, el desprecio y la falta de apoyo que llevan décadas dirigiéndose hacia estos barrios (porque si bien muchos critican su "falta de motivación escolar", de "adaptación social" o de "interés en trabajar", realmente no quieren incluirlos en su sociedad, pues ni reconocen ni desean la existencia de proyectos públicos sociales destinados a incluirles en sociedad, educarles, formarles o subirles los salarios), a estos chicos y chicas les ha tocado vivir en un momento de la historia de los países ricos occidentales (aunque ricos más en unos sitios que otros) caracterizado por no tener grandes esperanzas en el futuro (crisis económicas, bajos salarios, precio desorbitado de la vivienda, cambio climático, etc.) y por una nueva ola de odio y racismo. Unas pobres expectativas de futuro que, por otro lado, muchos mayores, que vivieron el desarrollo económico de los 50s a 90s (y que gracias a ello consiguieron un trabajo estable y una casa), aún no entienden bien. De ahí eso de "estos jóvenes que no quieren trabajar".

Por otro lado, parece que la clase política y económica dirigente no ha conseguido (o no está interesada) en conectar los puntos que unen esas 2 características de muchos países occidentales de hoy día. Entre unos y otros, la suerte de estos jóvenes está quedando al devenir de los acontecimientos sociales. Unos acontecimientos marcados por el auge de un odio social, hacia ciertos colectivos racializados, hacia la credibilidad de las instituciones públicas, etc., que mina e incendia las estructuras de mutuo entendimiento, solidaridad y apoyo que deben fundar toda paz social y colectiva. Un odio y una violencia, primero verbal y luego física, que, en aquéllos que lo sufren, llega un momento en el que también genera odio y violencia. Por el abandono, por el dolor, por la impotencia.

Abdel, así como los adultos de su barrio, no quieren la guerra. No quieren la revolución. La revolución sólo sangre y dolor deja. Quieren evolución y paz, quieren vivir bien. Un futuro para sus hijos e hijas, que salgan del barrio. Pero algunos están empeñados en que esa gente no debe salir de su barrio. Aunque deban utilizar, y eso genere más, odio, sangre y guerra.
Pablo Veblen
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