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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
9
Terror. Drama. Fantástico. Romance Oskar, un tímido niño de doce años, que es acosado en el colegio por sus compañeros, se hace amigo de Eli, una misteriosa vecina de su edad, cuya llegada al barrio coincide con una serie de inexplicables muertes. A pesar de que Oskar sospecha que Eli es un vampiro, intenta que su amistad esté por encima de su miedo. (FILMAFFINITY)
8 de diciembre de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cálida como la nieve y cruel como un beso, arrebatada como el silencio y contenida como sangre derramada; esperanzada y fatalista a un tiempo, monstruosa a la par que tierna, sombría y resplandeciente; lúcida y, sin embargo, romántica; mágica como la infancia y insoslayable como la muerte; serena como el dolor y dolorosa como la añoranza; sutil como nieve cayendo en la noche y brutal como un estertor de agonía. Todo eso es Déjame Entrar. Una película bellísima y apabullante, valiente y provocadora. Única e irrepetible, por más que los de siempre se hayan empeñado en clonarla.

¿Perfecta? Por supuesto que no. Pero, ¿acaso importa?

En efecto, hay pequeños - absolutamente insignificantes- fallos de continuidad (de racord, que dice alguno); como en la práctica totalidad de películas de la historia del cine, incluida “Ciudadano Kane”. Y sí, algunos personajes y situaciones, evidentes excrecencias de la novela original, están mal desarrollados y no encajan en la trama. Es más, cabe reconocer que ciertas escenas, como el famoso ataque de los gatos, resultan francamente fallidas. Todo eso es cierto.

Así que, no: quizás “Déjame entrar” no es, estrictamente hablando, una "obra maestra".

Pero cualquiera que haya contemplado su abrumador final, catártico como pocos y hermoso como ninguno, cualquiera que haya osado resistir la perversa dulzura de los insondables ojos de Eli o que se haya conmovido con esa última palabra dirigida a Oskar*, sabe que es algo mucho más importante que eso: es una obra de arte.

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P.D.: Aprovecho para dar un tirón de orejas amistoso a aquellos que defienden la teoría de que Eli, incapaz de amar, sólo trata de engatusar a Oskar y convertirlo en el nuevo Hakan, en especial al usuario Benito Bercimuelles:

Admito que es una interpretación perfectamente válida que, en parte, comparto (aunque no es la se desprende del relato original). Es más, una de la genialidades de Alfredson ha sido, precisamente, introducir es punto de ambigüedad sobre nuestra vampira. Pero, ¿qué es eso de que Eli es un “ser satánico”? ¿Cómo que “perversión”? ¿Tan seguros estáis de que ella es la “mala”? ¿A que viene tanto aroma a sacristía?

No, no y no:
Eli es pura, perfecta a su modo: es, irónicamente, el único ser moralmente irreprochable de la trama. Jamás mata o causa dolor por diversión ni se complace en ello. No se recrea en sus crímenes, del mismo modo que tú o yo no lo hacemos recordando los gritos angustiados de un ternero mientras nos comemos una hamburguesa. Como diría el "sintético" Ash, de Eli “admiramos su pureza”. Reconocemos que “es una superviviente a la que alteran la conciencia, los remordimientos o las fantasías de moralidad”. En Eli no hay mezquindad ni doblez. No hay “perversidad” posible.

Porque, ¿quién es peor? Eli o los abusones que martirizan a Oskar. ¿Quién es más despreciable?, ¿nuestra vampira (¿o vampiresa?) o el padre borrachín de Oskar, que le abandona por una simple botella de vodka?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jinete nocturno
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