Partiendo de la premisa de que podría tratarse de una película más de la serie b, “Papá ha encogido a los niños”, “¡alto o mi madre dispara!” dónde a partir de un cliché se genera una situación absurda y surrealista, creando con ello un género propio de ideas entrelazadas a un hilo argumental conector: la vida eterna se puede conseguir sin salir de tu calle, ningún ente ni dios la otorga merced a cumplir doctrinas religiosas ajenas al propio sentimiento.
Pero el caro elixir juvenil resultó ser un veneno barato lento, otra vuelta de tuerca al tópico de “no aceptes cosas de desconocidos” o del “los supermercados venden confianza a base de garantizar el anonimato del cliente”.
En la asociación de “Fúnebres Coleantes” se conocen muy bien, incluso han aprendido a convivir con la muerte, a fuerza de evitarla, la muerte se convierte enuna anfitriona que deja escapar a sus huéspedes cuando escuchan las ruedas de su carromato fantasmal y a fuerza de escaparse, una y otra vez, estos fúnebres han desarrollado un espíritu de “troupe” tan animoso como una fiesta hippie-canibal.
Las debutantes a Fausto, Hawn y Streep bordan sus papeles a la perfección, y sin necesidad de ningún reclamo feminista, traen a colación todos los tópicos de los que tiene que valerse una mujer (joven o no) para sobrevivir en el mundo occidental, a saber: la extorsión, el chantaje, el dominio de la gestualidad, la quiromancia y la mentira. Unas almas más oscuras que cualquier bebedizo y una muerte que está viva sólo para ser indiferente y no para castigar pecantes, ¡aleluya!