No soy de películas de superhéroes, ni siquiera soy muy de películas. Me atraen pocas, me gustan la mitad, y me calan "dos"... La cinefilia no es lo mío.
Pero ayer vi una de esas que me calan hondo, de las que me dejan obsesionada unos cuantos días, o tal vez para siempre.
Y todo porque siendo una película de superhéroes, no lo es. Porque me ha gustado cada imagen y pequeño detalle (si es que los hay pequeños).
Porque absolutamente TODO me ha gustado, empezando por la interpretación sublime de un actor casi ignoto para mi (artísticamente hablando), una fotografía de diez, y un mensaje antisistema, de llamada a rebelión contra las fuerzas opresoras, los ricos y los poderosos, que me ha hecho empatizar.
Porque no es la típica película del típico villano que mata porque es villano, aquí no es el "malo de Batman", no hay capas ni sobrevuelos a ciudades con orejas de murciélago, aquí se refleja la génesis de un hombre con una enfermedad mental, a parte de un síndrome llamado pseudobulbar que provoca esa risa involuntaria y descontrolada, un hombre con cicatrices de dura infancia, un hombre atormentado por la sociedad incapaz de entenderle, dolor y sufrimiento, en busca de ese sitio en el mundo que no le dejan tener. Un hombre que sin él desearlo, y por azar, crea un nuevo movimiento y se erige como un símbolo.

La califico de BESTIAL... y puede, que a estas alturas de mi vida, se haya convertido en una de mis pocas películas favoritas. Una de esas "dos" que me calan hondo. Una de las que me dejan obsesionada para siempre.

"Put on a happy face".