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Voto de Kyrios:
6
Drama A los 82 años, exiliado en Burdeos con Leocadia Zorrilla de Weiss, la última de sus amantes, el pintor Francisco de Goya reconstruye para su hija Rosario los acontecimientos que marcaron su vida. Una vida en la que se suceden convulsiones políticas, pasiones emponzoñadas y el éxtasis de la fama. (FILMAFFINITY)
15 de marzo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta paradigmático que la primera biografía escrita sobre el pintor Francisco de Goya y Lucientes por el francés Laurent Matheron a mediados del siglo XIX y la película realizada por el director español Carlos Saura a finalísimos de siglo XX (1999) compartan un tono muy similar. Ambas optan por acercarse a la figura del pintor zaragozano desde una óptica ciertamente romántica y también en cierta manera distorsionada. Quizá la propia figura de Goya sea lo suficientemente esquiva para caer siempre en las mismas trampas.

El proyecto de Saura no es desde luego una película convencional. Eso queda claro desde el primer minuto del film, en el que se propone una plástica tan singular y sí se me permite el impreciso adjetivo, muy postmoderna. A Saura no le interesa realizar una obra convencional que recree milimétricamente año por año la vida de nuestro pintor, sino que Goya en Burdeos es un cóctel que pretende mostrarnos la vida del pintor sin recurrir a los parámetros convencionales. La propuesta de Saura en este sentido está mucho más cercana a la insólita obra de Derek Jarman y su Caravaggio (1985) que a una película como los fantasmas de Goya de Milos Forman, que también trata la vida del mismo artista. En nuestro caso, la película inicia su recorrido (que no será en ningún momento lineal) con la última etapa de la vida de Goya, durante su viaje a la localidad francesa de Burdeos, por culpa del agravamiento de su enfermedad, y por distancias políticas con el régimen absolutista de Fernando VII. Precisamente la tendencia política de Goya es una de las que más queda acentuada en la película, con constantes diálogos de nuestro artista posicionándose en pro de la ilustración (como realmente así fue, y a diferencia de otras obras cinematográficas como la de Milos Forman que presentan a un Goya más bien iletrado, en realidad nuestro artista gozaba de una gran ilustración y era amigos de intelectuales como el célebre ministro Jovellanos, a quien le dedicó un retrato).

Las partes del Goya anciano están representadas por el magnífico actor Francisco Rabal, quizá uno de los alicientes más potentes de la película (y eso que José Coronado no lo hace mal en su papel del pintor joven, pero no tiene ni punto de comparación con su compañero) y que se centra en la figura de un personaje que está a las puertas de la muerte. El director utiliza el recurso de la conversaciones que mantiene el pintor con una joven familiar suyo para realizar flashbacks y digresiones temporales (sin un orden temporal demasiado estricto) que nos llevan a recordar la vida del pintor.

El problema principal de la película es que opta por una vía que aunque fácil, acaba complicándose en exceso. Más que aspectos biográficos el director se interesa por la vida plástica de la obra de Goya, y en consecuencia lo que vemos son diferentes fragmentos de las obras expuestas , realizadas a manera de representaciones que homenajean las grandes pinturas de Goya (como el cuadro de Goya siendo atendido por el doctor Arrieta), con citaciones visuales totalmente calcadas a sus referentes pictóricos. Pero entre cuadro y cuadro, y entre los diversos acontecimientos el guión no es capaz de unir con coherencia los diversos fragmentos. Por otra parte, muchos de los diálogos de la película carecen de la importancia que ellos mismos se dan (hay mucho interés en impactar al espectador con frases de cara a la galería) y resultan prescindibles.

Lo que nos queda es sin duda una propuesta singular y arriesgada, que triunfa sobre todo cuando se dedica exclusivamente a la parte plástica de la película. Mediante la Voz en off de la película se destripan cuadros y grabados interesantes como el mítico capricho del sueño de la razón produce monstruos. Es sintomático también comentar este grabado, así como la serie de las pinturas negras que realizó el artista en las paredes de su casa en la quinta del sordo (por cierto la casa ya se llamaba así antes de que Goya decidiera alojarse) porque muestran los intereses de Saura por dejarse llevar por la visión más romántica del artista y por la mente atormentada del artista, un tópico que se repite siempre que se habla de Goya.

Muchas de las secuencias están realizadas con mucha influencia teatral. De hecho, el grupo artístico de la fura dels baus participó en la película y se puede notar la huella en muchas escenografías de la película. Una de las más emblemáticas puestas en escena es la que tiene lugar cuando se rememora la guerra de independencia, que artísticamente le sirvió de inspiración a Goya para componer la serie de grabados conocida como los desastres de la guerra. Dicha secuencia, que tiene lugar en un escenario muy parecido al de unas tablas teatrales, nos muestra la dureza más grande de la guerra, con una iluminación que da a la escena un carácter surrealista (al fin y al cabo en los grabados de Goya la guerra acaba por conseguir un carácter tan inhumano que parece surreal) y con representaciones en carne y hueso de imágenes tan impactantes como el fusilamiento del 3 de mayo.

http://neokunst.wordpress.com/2014/03/15/cine-y-artistas-goya-en-burdeos-1999/
Kyrios
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