Reconozco que El Menú es una película que me ha sorprendido gratamente, ha superado las expectativas que puse en ella cuando me dispuse a verla.

Jamás, jamás, jamás en la vida, se me habría pasado por la cabeza pasar miedo en un restaurante y no me refiero al miedo que pasa Chicote cuando entra en una de las cocinas de su programa y descubre que aquello es un desastre. Coincidirán conmigo en que cuando se visita un restaurante es para disfrutar siempre y cuando todo vaya bien. El ambiente, la música, la comida, la bebida...la compañía. Pero jamás asociarías un restaurante con algo negativo.

Pues Mark Mylod lo hace, de ahora en adelante cambiará vuestra visión en el mundo culinario. Será como ir a la playa después de ver el Tiburón de Spielberg. Y lo más sorprendente es que en un principio no te lo esperas para nada. Hay una selección de comensales que son escogidos meticulosamente para que acudan a un restaurante muy famoso después de haber pagado un precio considerablemente caro por ello. Lo que lo hace interesante es que los diferentes protagonistas son muy diferentes entre ellos, pero tendrán mucho en común según el Chef Slowik quien entre las cuatro paredes del restaurante...es Dios.

La historia parece que va encaminada a un tipo de película como Ratatouille o La vida padre, donde la comida se convierte en un personaje más. Nada, nada, aborten, abandonen esa idea. Poco a poco iremos conociendo más a un Chef algo siniestro que tiene a un personal que lo idolatra y estarán dispuestos a hacer cualquier cosa que les ordene su superior...cualquier cosa.

Es una maravilla como el giro argumental nos hace pasar de una historia cómoda y atractiva a una atmósfera de tensión que va increscendo minuto a minuto.

Las diferentes situaciones dentro de la historia principal enriquecen el producto, porque no hay nadie igual en el restaurante y cada uno persigue unos intereses diferentes.

Los dos primeros tercios de la trama son muy interesantes y atractivos, el último es el que baja el pistón de calidad. Una vez mostradas las cartas, se empeñan en rizar el rizo, en buscar el triple salto mortal hacia atrás y se vuelve todo muy fantástico y poco creíble, bajando considerablemente el interés de la trama.

En cuanto a actuaciones, no me quedo corto si digo que lo mejor es el Chef interpretado por un Ralph Fiennes que estos papeles le van como un traje hecho a medida. Anya Taylor-Joy es el personaje que despierta más interés para mi, es la pieza que no encaja en todo eso que se lleva a cabo. Me ha parecido muy desaprovechado el personaje de John Leguizamo.

Aún así, la recomiendo con creces.