Ya estoy en mi crítica número 200. ¡¡¡ Qué pasada !!!

Y la ocasión brinda un género que me encanta, el carcelario. Me apasiona todo lo referente a como se vive sin libertad, encerrado entre cuatro paredes y rodeado de la parte más peligrosa de la sociedad. De verdad que es increíble poder sobrevivir ahí dentro.

El protagonista de este film lo borda. Stephen Dorff está perfecto en su doble vertiente. Por un lado es un padre modelo, esposo adorado y un hombre de negocios con éxito. Osea, todo lo que realmente desearía cualquier hombre para ser totalmente féliz. Pero desgraciadamente existe la ley de Murphy y sus consecuencias. Una noche alguien entra en casa a robar, la cosa se complica y acaba un chico muerto a manos de padre de familia. No hay defensa, no existe excusa, próximo destino...la cárcel.

A raíz de este mal paso es cuando vemos en pantalla el sufrimiento de una persona normal de la sociedad, cuando intenta entrar en un mundo para el cual no está preparado, donde cada segundo debes mirar por tu vida, donde todo aquel que te rodea puede asesinarte, donde la cosa más insignificante puede aumentar tu tiempo detrás de esos muros.

Perfecto el progresivo cambio que hace el protagonista desde que llega hasta que van pasando los meses. Veremos como para poder sobrevivir allí dentro uno tiene que aprender a convivir con las normas de allí, muy diferentes a las que uno se encuentra en la calle. La pelea significa dinero, respeto y la propia vida. Debes saber elegir el grupo con el que te mezclas, con quien hablas, a quien miras...todo cuenta...todo vale.