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Voto de SoniaTurbo:
6
7,2
16.380
Drama
Maixabel Lasa pierde en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca /Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre ... [+]
28 de enero de 2022
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Maixabel" no me parece una respuesta políticamente correcta a "Patria", como temía y quizá temíamos muchos antes de verla (por desgracia, seguimos siendo dos Españas para todo, y sabemos cuál de las dos procura imponer hoy su cosmovisión en el cine, los medios y el discurso público en general). Es, sobre todo, un estudio psicológico; evita el sermoneo y se centra en seres humanos individuales, con todos sus defectos y sus traumas. Unos que han cometido asesinatos monstruosos y otros que han visto sus vidas destrozadas por ellos; unos que, con mucho esfuerzo, son capaces de arrepentirse, de superar la vergüenza, de pedir perdón; otros que, también con enorme esfuerzo, son capaces de volver a levantarse por las mañanas, de rehacer sus vidas, de perdonar sin por ello olvidar. No veo, en general, equidistancia moral ni un intento de relativizar o reescribir lo que ocurrió; más o menos como en "Patria", queda bastante claro quiénes disparaban y quiénes ponían la nuca.
Sin negar el buen trabajo de Blanca Portillo y Luis Tosar, me conmueven especialmente los dos grandes secundarios, María Cerezuela y Urko Olazabal, por la autenticidad de sus personajes: la hija que ha sido capaz de escapar del infierno y vivir una vida plena, pero que en el fondo nunca será capaz de sentarse a hablar con los asesinos de su padre; el exterrorista que vive torturado por la culpa y necesita al menos el perdón de los demás, porque sabe que quizá nunca llegue a perdonarse a sí mismo. El gran mérito de Bollaín es lograr que, al menos durante un rato, los espectadores dejemos de lado nuestras posturas, por firmes que sean, y nos demos cuenta de que ante todo no somos ideologías, sino personas.
Por lo mismo, creo que esta buena propuesta se estropea un poco o mucho en su desenlace, como explico en el espóiler (¿está ya el término en el diccionario?).
Sin negar el buen trabajo de Blanca Portillo y Luis Tosar, me conmueven especialmente los dos grandes secundarios, María Cerezuela y Urko Olazabal, por la autenticidad de sus personajes: la hija que ha sido capaz de escapar del infierno y vivir una vida plena, pero que en el fondo nunca será capaz de sentarse a hablar con los asesinos de su padre; el exterrorista que vive torturado por la culpa y necesita al menos el perdón de los demás, porque sabe que quizá nunca llegue a perdonarse a sí mismo. El gran mérito de Bollaín es lograr que, al menos durante un rato, los espectadores dejemos de lado nuestras posturas, por firmes que sean, y nos demos cuenta de que ante todo no somos ideologías, sino personas.
Por lo mismo, creo que esta buena propuesta se estropea un poco o mucho en su desenlace, como explico en el espóiler (¿está ya el término en el diccionario?).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El desenlace sucede, claro, en ese momento en que ETA anuncia el fin de la "lucha armada" y toda la maquinaria mediática del gobierno resuelve que nos pongamos a descorchar botellas de champán y casi que a besarles el culo por turnos a Zapatero, Rajoy, Otegui y todos los posibles artífices del "proceso de paz". La película asume, aparentemente sin reservas, las falacias oficiales de que ETA se rindió, de que fue derrotada por el estado de derecho y por la firmeza democrática y tal y cual. Y lo peor es que implícitamente se nos da a entender que ese anuncio tuvo algo que ver con el arrepentimiento de dos o más exmiembros de la banda, a título exclusivamente personal y sabiendo que no iban a obtener compensaciones por ello. La realidad es que ETA dejó de matar cuando le dio la gana, en los términos en que le dio la gana y porque sabía que a partir de entonces todo iban a ser ventajas para sus miembros no arrepentidos. Cuando dentro de 200 años se pueda hablar de estos temas con objetividad y sin propaganda, se dirá claramente que la única rendición incondicional fue la de España y la democracia. Esos dos arrepentidos de la película son una inmensa minoría en el nacionalismo vasco, frente a la triste mayoría de la sociedad española que, con buena o con mala intención, acepta ya sin problemas que ETA se disolvió, que es un tema del pasado y que ahora lo único importante es mirar al futuro (o sea, básicamente hablar de Franco y sus supuestos herederos, que son todos los que no se tragan el cuento oficial).
Bollaín incluye al menos en la celebración final a un personaje que cuchichea lo que pensamos y sabemos muchos: que el anuncio de la banda asesina es totalmente insuficiente y que no debería ser motivo de alegría ni de relajación; pero otros lo acallan con ese argumento de que ahora lo importante es celebrar y que ya habrá tiempo de precisar esos detalles. Hoy sabemos que ese tiempo no llegará nunca. Los asesinos están en la calle y colocados en las instituciones, muchos viven como reyes a costa del dinero público, y es cuestión de tiempo que algún etarra llegue a lehendakari y quién sabe si a ministro de "Expaña". Se agradece al menos que en esa escena final la directora, que no es tonta ni probablemente mala persona, evite cargar las tintas sobre el inevitable sector duro que mira con recelo al etarra arrepentido; un Fernando León o un Almodóvar no hubieran resistido la tentación de hacerles sacar las banderas con el águila y correrlo a leches al grito de "Arriba España".
Pero, desde luego, me faltan tras el fundido en negro un par de letreritos que aclaren que la banda asesina NO se ha arrepentido oficialmente de sus crímenes, NO ha entregado sus armas y NO ha ayudado a esclarecer los más de 300 asesinatos aún no resueltos. Aunque tu propósito no sea hacer ideología, en ciertos temas la haces incluso cuando te callas...
Bollaín incluye al menos en la celebración final a un personaje que cuchichea lo que pensamos y sabemos muchos: que el anuncio de la banda asesina es totalmente insuficiente y que no debería ser motivo de alegría ni de relajación; pero otros lo acallan con ese argumento de que ahora lo importante es celebrar y que ya habrá tiempo de precisar esos detalles. Hoy sabemos que ese tiempo no llegará nunca. Los asesinos están en la calle y colocados en las instituciones, muchos viven como reyes a costa del dinero público, y es cuestión de tiempo que algún etarra llegue a lehendakari y quién sabe si a ministro de "Expaña". Se agradece al menos que en esa escena final la directora, que no es tonta ni probablemente mala persona, evite cargar las tintas sobre el inevitable sector duro que mira con recelo al etarra arrepentido; un Fernando León o un Almodóvar no hubieran resistido la tentación de hacerles sacar las banderas con el águila y correrlo a leches al grito de "Arriba España".
Pero, desde luego, me faltan tras el fundido en negro un par de letreritos que aclaren que la banda asesina NO se ha arrepentido oficialmente de sus crímenes, NO ha entregado sus armas y NO ha ayudado a esclarecer los más de 300 asesinatos aún no resueltos. Aunque tu propósito no sea hacer ideología, en ciertos temas la haces incluso cuando te callas...