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España España · ALCALÁ DE HENARES
Voto de Inaki Lancelot:
7
Drama. Comedia Pasca lleva premeditadamente una vida gris. Se pasa los días cuidando de su hermano minusválido, recibiendo golpes como sparring e intentando ayudar a Fonsi, su mejor amigo, un exboxeador alcohólico que malvive con una mujer y un hijo que mantener. A pesar de que vive sumido en una profunda crisis, se esforzará en salir de ella cuando conoce a Adela, una profesora que llega al barrio y le hace ver las cosas de un modo más optimista. Sin ... [+]
3 de octubre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la presente época de demolición del bienestar común y transferencia de la riqueza de todos a las manos de unos pocos, el cine español está respondiendo con exitosas comedias, mientras muy pocas realizaciones recrean desde la ficción lo que está sucediendo.

El valenciano David Marqués se situó en la línea general en su anterior producción de hace dos años, sumándose a la comedia, en aquel caso futbolística, con «En fuera de juego». Sin embargo, en su quinta película «Dioses y monstruos» ha dado el paso de recrear unas cuantas vidas en crisis absolutamente actuales. Contando para ello con un reparto coral encabezado por los televisivos Megan Montaner y Hugo Silva quien, en mi opinión, logra su mejor actuación.

En «Dioses y perros» sobresale el trabajo de las localizaciones: las apariciones de bares y colegios del barrio de Carabanchel, las fábricas y el Cerro del Tío Pío de Madrid. Destaca una secuencia en la que se observan calles enteras de negocios cerrados. Guarderías, academias, talleres, tiendas de ropa fantasmas, negocios que se traspasan y viviendas de planta baja tomadas por el graffiti. Una secuencia concisa y contundente que resume la debacle experimentada por el pequeño comercio en estos últimos cinco años. Recuerda aquella imagen de Luis Tosar y Javier Bardem en el trasbordador de «Los lunes al sol» a la que siempre será asociada la reconversión industrial del astillero.

«Dioses y perros» trata de los caminos sin salida. Se detiene en la inestabilidad del profesorado. Atiende al afán autodestructivo y la atracción hacia lo clandestino. Refleja (ojalá con cierto maniqueísmo) la necesidad de que a unos les vaya mal para saciar ánimos crueles de otros.

Y muestra siempre personajes que desean salir adelante. A pesar del contexto y de sí mismos. Algunos de ellos, decididamente generosos. Otros, descentrados. Muchos, mezquinos. Y el principal, contradictorio, amargo, miope y, al fin, heroico.

«Dioses y perros» ha traído a mi memoria «La blanca paloma», ambientada en plena crisis de los ochenta en el País Vasco, y protagonizada por Antonio Banderas, Emma Suárez y Paco Rabal, cuyo argumento y estructura es muy muy similar.

Su tratamiento del reproche latente del cuidador hacia el convaleciente trae ecos de «Azuloscurocasinegro», las relaciones del personaje impedido recuerdan a la excelente «Y yo también» y a «El truco del manco», la cercanía del mundo del boxeo bordea la trama de «La distancia» o de «Alacrán enamorado», el as en la manga del perdedor a la Verónica Forqué de «Amor propio», las localizaciones a «Barrio» o «La mujer sin piano».

Con ellas comparte elementos, pero su tema principal es otro. Es la amistad entre dos personajes que no saben cuidar a los que quieren, que tuvieron un sueño y no triunfaron. Es el sentimiento de culpa y protección hacia el amigo alcohólico que tras la hipoteca lo ha perdido todo. Y de fondo “Bloody hell fire”, de Tyla.

Es la identificación entre el sparring de una carnicería y el ciudadano objeto de este saqueo para el que un listo inventó el seudónimo de crisis.
Inaki Lancelot
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