He aquí la película (bueno, una de ellas) que confirmó que era tan probable que Antonio Banderas tuviera éxito en Hollywood, como que una ambulancia muera de cáncer de rueda y sirena. El bueno del malagueño nos deleita con una acojonante clase de sobreactuación y de asquerosos tics y se destapa con una de las actuaciones más desquiciantes que he tenido ocasión de ver.
No, no es exagerado decir que Sylvestre está mejor que nuestro Zorro. Stallone es el contrapunto perfecto a tanta mueca (exceptuando la que tiene de nacimiento) y convierte la película en un desbordante duelo interpretativo que haría palidecer a los mismísimos Terrance y Phillip.
Y la película...qué decir. Que paso. Mi imagen mental de la melena mojada de Antoñito al viento con su cara de rechulo, resume el asco que le tengo a este producto.