Ya es raro descubrir una película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que los protagonistas sean no sólo los alemanes, sino que hasta sean los "buenos", al menos, algunos de ellos. Sobre esto hay mucho que precisar aunque a Sam Peckinpah creo que no le interesa para nadar hacer revisionismo sino dar cancha a la violencia con su particular estilo, que visto lo que se cuece, tampoco es mucha, además de un tosco ataque a las clases altas y a los oficiales. Al fin de cuentas, el batallón que lidera Steiner (James Coburn) es bastante humano, ni masacran, ni violan, ni nada salvo pelear contra los rusos muy caballerosamente. En todo caso, el ejército alemán se dedicó a cometer tropelías sin fin en la Europa Oriental, con independencia de los nazis, que hacían las suyas propias, así que por este lado no es nada realista.

Tal vez una de las claves de esta adaptación de la novela original de Willi Heinrich, "The Willing Flesh", publicada en 1956, está en que no han sabido captar la mentalidad de los soldados alemanes, ni de lejos. Les han puesto los uniformes pero bien podían haber sido de otro ejército o incluso pistoleros del Oeste, en el que Peckinpah se movía mejor, en teoría. De todos modos, el error más grave es el de prescindir de una trama para sustituirla por un conjunto de escenas bélicas, no mal ejecutadas, pero innecesarias la mayoría de ellas, débilmente unidas por las aspiraciones de conseguir la condecoración de la Cruz de Hierro por parte de un capitán. Yo de la película me quedo con la enfermera, que es muy guapa y lleva un uniforme muy mono, incluidos los zapatos de tacón, que no creo que sean muy cómodos, la austriaca Senta Berger.