Robin Hood, el mítico arquero que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, ha sembrado desde hace bastantes décadas las salas de cine. Tal vez le tocaba el turno de que alguien, sin escatimar medios, contara la historia desde el principio, es decir, los motivos que llevaron a un arquero que luchaba hombro con hombro con el rey Ricardo, corazón de león, ha convertirse en un proscrito y érase aquí la película del tandem Ridley Scott-Russell Crowe.

No, no será 'Gladiator', ni Robin Hood será Máximus, pero ¡qué caray! La película tiene en parte la espectacularidad y el brío de aquélla. Quizá resulte en ocasiones deshilvanada, por la ínfinidad de lugares que frecuenta, en los que transcurre la acción, sin embargo, no se puede negar la fuerza que tienen las batallas, ni lo cruda que resulta en ciertos momentos. Y cuenta estos inicios que desconocía por completo, metiéndonos en el meollo de la corte inglesa, en su guerra permanente con Francia y en las intrigas palaciegas, con alcoba incluída, que siempre tienen cierto tirón. Y la historia con tintes de humor entre Robin y una Marianne, interpretada por la siempre extraordinaria Cate Blanchett, convertida en una mujer madura, luchadora y algo desengañada.

Y una no puede más que quitarse el sombrero ante tanto desfile de actores soberbios, desde Mark Strong a William Hurt, pasando por Danny Huston, Cate Blanchett, Max Von Sydow, Mathew Macfayden, Mark Addy o Eileen Atkins... Un señor reparto en el que tal vez destaque nuevamente Russell Crowe que, a pesar de que los años no pasan en balde, y desde 'Gladiator' ya han pasando más de diez, hay que reconocer que como héroe de acción el tío se sale... Vaya, que el público juvenil le irá los jovencitos con ínfulas de héroe, pero este hombretón tiene todavía mucha pegada en películas de acción y de aventuras.