La película comienza con una escena en la que un gordo y una negra tienen que conseguir el mayor peso en una báscula. Competirán entre ellos, por supuesto. ¿Y qué tienen que poner en la báscula? ¿Piedrecitas? ¿Clavitos? No. Trozos de carne. ¿Carne de cerdo? ¿De ternera? No. Carne de su cuerpo.
Para facilitar la hazaña se les entregará instrumentos bien afilados para que los cortes sean más precisos y limpios.

El gordo empieza fuerte. Ha dicho “No moriré por tu culpa, perra”. Uou…la emoción está asegurada.
Coge un cuchillo y empieza a cortar filetitos de sus lorzas. Claro, como está bien gordo el hombre...ha sido astuto y ha sabido por dónde tirar.

La negra lo flipa, se levanta la camiseta y mira sus abdominales. “¡Oh, joder! ¡No tengo lorzas!”. Da igual, le ha llamado perra a la cara y está cabreada, así que coge un cuchillo y decide cortarse un brazo.

Señores, esto parece un taller de bricolaje.

El gordo no quiere perder tiempo y lanza una rodaja de su carne a la báscula pero UYYY, ha dado en el aro y ha caído al suelo. Pero qué mala suerte.
La negra se ha dado cuenta de que ha llegado al hueso de su brazo y con ese cuchillo de pelar naranjas no va a acabar nunca. ¿Qué es eso que tiene a su derecha? ¡Es un hacha! Bien por ella. Parece que eso le dará ventaja si consigue amputarse el brazo a tiempo.
Esperen. ¿Qué hace? Se ha dado cuenta de que el trozo no va a ser suficiente frente a tanta grasa del gordo. Pues nada, un hachazo desde el codo y con eso vale. Lanza el brazo rápidamente porque el tiempo se acaba…

Piiiii. Se acabó.

¿Quién habrá ganado?
Hagamos recuento…
Tres lorzas frente a medio brazo…con su cúbito y radio incluido…
Está claro, ha ganado la perra. Por favor, al perdedor que le claven unos tornillos en la sien por ser tan negado y no haberse amputado las pelotas.

La película no está mal. Pero en serio, es que el gore no me va.