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Voto de claquetabitacora:
9
7,2
72.713
Aventuras. Western
Año 1823. En las profundidades de la América salvaje, el explorador Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) participa junto a su hijo mestizo Hawk en una expedición de tramperos que recolecta pieles. Glass resulta gravemente herido por el ataque de un oso y es abandonado a su suerte por un traicionero miembro de su equipo, John Fitzgerald (Tom Hardy). Con la fuerza de voluntad como su única arma, Glass deberá enfrentarse a un territorio hostil, ... [+]
24 de febrero de 2016
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Las primeras imágenes que vemos nada más empezar de “El renacido” nos damos cuenta que no vamos a contemplar la típica película de aventuras extremas en medio de la naturaleza. Se presentan pequeñas píldoras oníricas dirigidas con mimo y poesía visual que emulan la cinematografía pura de Terrence Malick y que sirven como pretexto para que las escenas íntimas fluyan al lado de las más rabiosas y brutales. Porque el deseo de Iñarritu es claro y firme: rodar la epopeya definitiva. El director emplea la cámara como si de un poeta aventajado se tratase para esgrimir con lo visual el poema más naturalista que podamos encontrarnos en mucho tiempo. Pero aquí lo que prima por encima de todo son varios aspectos a concretar con un leitmotiv tanto en forma como en fondo: la naturaleza salvaje en su máximo esplendor ya sea procedente de la fauna intrínseca o de la que viene de serie implícita en el ser humano como medio de supervivencia.
Todo está al servicio de un ejercicio de estilo efectista y muy osado, más por la forma que por el fondo en sí. Un tour de force reposado en su gran mayoría de metraje pero con pequeños episodios de violencia desatada que acongoja por la manera en cómo está retratada la vida salvaje en toda su exposición y formato. Tan sólo hay que hacer acopio de todas y cada unas de las escenas que centran el objetivo en la agresión y la muerte ya sea entre humanos de distintas razas o entre el hombre y la bestia. La naturaleza de lo irracional. Fijémonos en el primer ataque, a los pocos minutos de metraje, donde el grupo de tramperos es pasto de la muerte sin contemplaciones por los indios. Esta escena de apenas diez minutos es un reflejo de la furia y la pasión con la que Iñarritu rueda. El montaje en plano secuencia dota a todo lo que sucede de una extrema veracidad que sorprende por su ejecución pero ante todo por la sensación de peligro constante.
Iñarritu, con esta epopeya mística y a su vez inyectada en adrenalina pura, intenta hacernos partícipes de las vivencias y desventuras de este grupo de colonos al colocar la cámara en primera línea de batalla, haciendo que todos los personajes sean integrantes de lo que está aconteciendo en pantalla, como si al colocar el objetivo con la técnica de primer plano agresivo la sensación de cinema verité fuese mucho mayor. Sea como fuere la tensión de estos minutos es perfecta, concebida desde las entrañas y con la cabeza puesta en convertirlo todo en un espectáculo violento y sin aristas que pulir. Lo que acontece después es, quizás, la escena más cacareada y la que encierra la esencia de la propia naturaleza en todo su esplendor. Si por algo será recordado “El renacido” es por el ataque del oso al propio Glass. Un ataque que plasma la naturaleza sin cortapisas haciendo que el momento se convierta en uno de los más agonizantes del género. El cine de supervivencia en estado puro.
Iñarritu consigue con “El renacido” mostrar las entrañas de la naturaleza fiera y atroz, la que no perdona, la que entronca a los protagonistas en parajes duros, inhóspitos, radicales, con la inclemencia del tiempo siempre en contra y representando la resistencia del ser humano de una forma creíble y ante todo carente de maniqueísmo o emotividad empática. Aquí de lo que se trata es de cómo el hombre debe hacer frente a la bestia que se esconde tanto dentro de la propia natura como la del propio ser humano. Sin ir más lejos en una de las escenas vemos a uno de los personajes ahorcado portando un letrero colgado del cuello en el que puede leerse: “Todos somos salvajes”. Y eso es lo que intenta transmitir el director. No sólo ver luchar a Glass contra el oso, que representa la arrolladora fuerza instintiva de supervivencia de la propia naturaleza o luchar contra los elementos básicos como la sed, el hambre, el frío, la soledad, los peligros que encierran los propios parajes sino también batallar contra el propio hombre ya sea contra los suyos o contra los de otras razas.
Otro de los elementos imprescindibles que dan forma a un todo es la fotografía del cada vez más ineludible Emmanuel Lubezki. Rodado todo con luz natural, aprovechando únicamente la iluminación del día y la oscuridad de la noche, todo está expuesto como un cuaderno de bitácora natural donde los elementos naturales ya sea el sol, la luna, el fuego, la niebla, la propia nieve o el agua sirven como objetivos concretos que confieren a toda la odisea en un ejercicio de estilo rompedor, consiguiendo lo imposible a la hora de exponer la realidad del propio entorno con lugares gélidos, nevados, naturaleza en estado puro y salvaje y un ambiente ante todo hostil. Porque es lógico que las escenas más llamativas sean aquellas donde la acción tenga acto de presencia pero “El renacido” no sería lo mismo sin esos momentos donde la fotografía juega un papel principal como por ejemplo las escenas donde entre medio de la niebla los jinetes cabalgan o cuando en medio de la noche más cerrada ésta es rota por las antorchas en medio del bosque o incluso el amanecer entre neblinas con los tramperos franceses intentando dar caza al propio Glass.
Como indicaba antes, la película trata sobre la propia naturaleza de lo salvaje. Eso es algo que Iñarritu logra exponer en todo momento cuando su película se convierte en un activo viaje a las profundidades de la supervivencia en estado puro. No pueden quedar al margen escenas que sirven como ejemplo de lo que significa batallar contra la propia natura. Por ejemplo Glass escapa de los indios en varias ocasiones (el momento del río o aquel del salto al vacío con el caballo sirven como botón de muestra). Pero aún hay más. Hay que añadir esas heridas abiertas, literalmente, donde el protagonista se introduce pólvora en una de las cicatrices para cauterizarla, la pesca de peces, la propia belleza de la caza cuando unos lobos atacan a una manada de bisontes, la ingesta de las entrañas del propio animal únicamente para poder sobrevivir, etc.
continúa en spoiler -
Todo está al servicio de un ejercicio de estilo efectista y muy osado, más por la forma que por el fondo en sí. Un tour de force reposado en su gran mayoría de metraje pero con pequeños episodios de violencia desatada que acongoja por la manera en cómo está retratada la vida salvaje en toda su exposición y formato. Tan sólo hay que hacer acopio de todas y cada unas de las escenas que centran el objetivo en la agresión y la muerte ya sea entre humanos de distintas razas o entre el hombre y la bestia. La naturaleza de lo irracional. Fijémonos en el primer ataque, a los pocos minutos de metraje, donde el grupo de tramperos es pasto de la muerte sin contemplaciones por los indios. Esta escena de apenas diez minutos es un reflejo de la furia y la pasión con la que Iñarritu rueda. El montaje en plano secuencia dota a todo lo que sucede de una extrema veracidad que sorprende por su ejecución pero ante todo por la sensación de peligro constante.
Iñarritu, con esta epopeya mística y a su vez inyectada en adrenalina pura, intenta hacernos partícipes de las vivencias y desventuras de este grupo de colonos al colocar la cámara en primera línea de batalla, haciendo que todos los personajes sean integrantes de lo que está aconteciendo en pantalla, como si al colocar el objetivo con la técnica de primer plano agresivo la sensación de cinema verité fuese mucho mayor. Sea como fuere la tensión de estos minutos es perfecta, concebida desde las entrañas y con la cabeza puesta en convertirlo todo en un espectáculo violento y sin aristas que pulir. Lo que acontece después es, quizás, la escena más cacareada y la que encierra la esencia de la propia naturaleza en todo su esplendor. Si por algo será recordado “El renacido” es por el ataque del oso al propio Glass. Un ataque que plasma la naturaleza sin cortapisas haciendo que el momento se convierta en uno de los más agonizantes del género. El cine de supervivencia en estado puro.
Iñarritu consigue con “El renacido” mostrar las entrañas de la naturaleza fiera y atroz, la que no perdona, la que entronca a los protagonistas en parajes duros, inhóspitos, radicales, con la inclemencia del tiempo siempre en contra y representando la resistencia del ser humano de una forma creíble y ante todo carente de maniqueísmo o emotividad empática. Aquí de lo que se trata es de cómo el hombre debe hacer frente a la bestia que se esconde tanto dentro de la propia natura como la del propio ser humano. Sin ir más lejos en una de las escenas vemos a uno de los personajes ahorcado portando un letrero colgado del cuello en el que puede leerse: “Todos somos salvajes”. Y eso es lo que intenta transmitir el director. No sólo ver luchar a Glass contra el oso, que representa la arrolladora fuerza instintiva de supervivencia de la propia naturaleza o luchar contra los elementos básicos como la sed, el hambre, el frío, la soledad, los peligros que encierran los propios parajes sino también batallar contra el propio hombre ya sea contra los suyos o contra los de otras razas.
Otro de los elementos imprescindibles que dan forma a un todo es la fotografía del cada vez más ineludible Emmanuel Lubezki. Rodado todo con luz natural, aprovechando únicamente la iluminación del día y la oscuridad de la noche, todo está expuesto como un cuaderno de bitácora natural donde los elementos naturales ya sea el sol, la luna, el fuego, la niebla, la propia nieve o el agua sirven como objetivos concretos que confieren a toda la odisea en un ejercicio de estilo rompedor, consiguiendo lo imposible a la hora de exponer la realidad del propio entorno con lugares gélidos, nevados, naturaleza en estado puro y salvaje y un ambiente ante todo hostil. Porque es lógico que las escenas más llamativas sean aquellas donde la acción tenga acto de presencia pero “El renacido” no sería lo mismo sin esos momentos donde la fotografía juega un papel principal como por ejemplo las escenas donde entre medio de la niebla los jinetes cabalgan o cuando en medio de la noche más cerrada ésta es rota por las antorchas en medio del bosque o incluso el amanecer entre neblinas con los tramperos franceses intentando dar caza al propio Glass.
Como indicaba antes, la película trata sobre la propia naturaleza de lo salvaje. Eso es algo que Iñarritu logra exponer en todo momento cuando su película se convierte en un activo viaje a las profundidades de la supervivencia en estado puro. No pueden quedar al margen escenas que sirven como ejemplo de lo que significa batallar contra la propia natura. Por ejemplo Glass escapa de los indios en varias ocasiones (el momento del río o aquel del salto al vacío con el caballo sirven como botón de muestra). Pero aún hay más. Hay que añadir esas heridas abiertas, literalmente, donde el protagonista se introduce pólvora en una de las cicatrices para cauterizarla, la pesca de peces, la propia belleza de la caza cuando unos lobos atacan a una manada de bisontes, la ingesta de las entrañas del propio animal únicamente para poder sobrevivir, etc.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una de las grandes razones por las que la película se titula “El renacido” es por el simple hecho de que el protagonista acabará surgiendo de la muerte en varios momentos, como si de un ser fantasmagórico se tratase. Antes citaba el momento donde sale de su propia tumba arrastrándose a través de la tierra a modo de simbología casi religiosa. Pero si hay otro instante que por así decirlo reafirma su condición inmortal, la forma en cómo se agarra a la vida sin soltarla ni por un segundo, ese es aquel donde Glass destripa, literalmente, al caballo muerto, lo despoja de todo su interior para introducirse dentro del animal y resguardarse del frío infernal. Una vez la inclemencia aminora y DiCaprio sale de las entrañas del equino es como si volviera a nacer, es devuelto a la vida una vez más. La pelea final, entre Fitzgerald y Glass es una declaración de intenciones intrínseca en el hombre y que en el punto álgido el personaje interpretado por DiCaprio tiene un arrebato redentor al espetar: “La venganza está en las manos de Dios, no en las mías”.
Dejo para el final la plasmación de la naturaleza salvaje que viene anclada en el propio ser humano. Ahí radica la esencia de una buena actuación el demostrarlo de forma convincente. Por un lado tenemos al propio DiCaprio que se convierte en un monstruo de la interpretación al conseguir exponer una vasta amalgama de registros y siempre despojándose de la comodidad de un actor ya aposentado en el star system. Verlo arrastrarse entre la nieve, lanzarse al agua de un río helado, luchar contra un oso, enfrentarse a una horda de indios sedientos de sangre o luchar contra tu propio enemigo consigue conferirle a su personaje la viveza más extrema posible para demostrar lo gran actor que es.
Por último pero no menos importante hay que hacer mención a otra bestia parda: Tom Hardy. Es lógico que los loores y aplausos se los haya llevado Leonardo DiCaprio ante su encarnizada interpretación pero la parte más oscura del ser humano, la que realmente nos hace comportarnos como animales salvajes, la que nos convierte en bestias sin corazón es la que interpreta el propio Hardy con su John Fitzgerald. Un ser mezquino y deleznable que sólo vive por sus propios intereses. Es un actor inconmensurable que demuestra estar hecho de la madera de las grandes bestias pardas de la interpretación ya sea en su forma de actuar o a la hora de realizar escenas de acción como la última pelea cuerpo a cuerpo entre él y Glass. Una pelea que se siente, que se sufre, que los efectos de maquillaje están logrados por su veracidad y por la lograda sensación over the top ante una violencia seca, encarnizada y sangrienta.
“El renacido” es un halo de aire fresco al cine de supervivencia, al western más primitivo cuando antes de haber indios y vaqueros ya existían indios y pioneros, colonos y nativos, que habitaban la misma tierra y cazaban para subsistir. Es una película que consigue plasmar en todo su esplendor la experiencia de contemplar la naturaleza en toda su furia, el logro de conseguir que lo activo y lo pasivo, que la acción y la poesía, que la vida y la muerte, que la violencia y lo onírico vayan todos a una, juntos, sin sobre pasarse ni resultar molesto ni funesto en cualquiera de sus vertientes. Iñarritu logra llevar a muy buen puerto sus ínfulas y ansias de trascender, sus deseos ambiciosos donde la técnica es insuperable y su conocimiento del medio resulta, ante todo, enriquecedor y complaciente. Porque en sí, el leitmotiv de la historia, más allá de la venganza, es la vida, el deseo de vivirla y conseguir traspasar los límites de la propia supervivencia del hombre ante la naturaleza que le rodea. Una oda al manifiesto de querer llegar al final del viaje pase lo que pase.
Crítica completa en https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/23/critica-el-renacido-the-revenant-alejandro-gonzalez-inarritu-2015-oda-a-la-vida-salvaje-en-todo-su-esplendor/
Dejo para el final la plasmación de la naturaleza salvaje que viene anclada en el propio ser humano. Ahí radica la esencia de una buena actuación el demostrarlo de forma convincente. Por un lado tenemos al propio DiCaprio que se convierte en un monstruo de la interpretación al conseguir exponer una vasta amalgama de registros y siempre despojándose de la comodidad de un actor ya aposentado en el star system. Verlo arrastrarse entre la nieve, lanzarse al agua de un río helado, luchar contra un oso, enfrentarse a una horda de indios sedientos de sangre o luchar contra tu propio enemigo consigue conferirle a su personaje la viveza más extrema posible para demostrar lo gran actor que es.
Por último pero no menos importante hay que hacer mención a otra bestia parda: Tom Hardy. Es lógico que los loores y aplausos se los haya llevado Leonardo DiCaprio ante su encarnizada interpretación pero la parte más oscura del ser humano, la que realmente nos hace comportarnos como animales salvajes, la que nos convierte en bestias sin corazón es la que interpreta el propio Hardy con su John Fitzgerald. Un ser mezquino y deleznable que sólo vive por sus propios intereses. Es un actor inconmensurable que demuestra estar hecho de la madera de las grandes bestias pardas de la interpretación ya sea en su forma de actuar o a la hora de realizar escenas de acción como la última pelea cuerpo a cuerpo entre él y Glass. Una pelea que se siente, que se sufre, que los efectos de maquillaje están logrados por su veracidad y por la lograda sensación over the top ante una violencia seca, encarnizada y sangrienta.
“El renacido” es un halo de aire fresco al cine de supervivencia, al western más primitivo cuando antes de haber indios y vaqueros ya existían indios y pioneros, colonos y nativos, que habitaban la misma tierra y cazaban para subsistir. Es una película que consigue plasmar en todo su esplendor la experiencia de contemplar la naturaleza en toda su furia, el logro de conseguir que lo activo y lo pasivo, que la acción y la poesía, que la vida y la muerte, que la violencia y lo onírico vayan todos a una, juntos, sin sobre pasarse ni resultar molesto ni funesto en cualquiera de sus vertientes. Iñarritu logra llevar a muy buen puerto sus ínfulas y ansias de trascender, sus deseos ambiciosos donde la técnica es insuperable y su conocimiento del medio resulta, ante todo, enriquecedor y complaciente. Porque en sí, el leitmotiv de la historia, más allá de la venganza, es la vida, el deseo de vivirla y conseguir traspasar los límites de la propia supervivencia del hombre ante la naturaleza que le rodea. Una oda al manifiesto de querer llegar al final del viaje pase lo que pase.
Crítica completa en https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/23/critica-el-renacido-the-revenant-alejandro-gonzalez-inarritu-2015-oda-a-la-vida-salvaje-en-todo-su-esplendor/