La vida de Arthur que el director y este indiscutible actor principal muestra nos hace simpatizarnos más por las personas a las que se les considera “raros” o desafortunados ya que todos, en algún punto de nuestras nos hemos o nos vamos a sentir igual de solos e incomprendidos que el mismo protagonista, aún sin tener ninguna enfermedad mental, el papel de Joaquim Phoenix penetra hasta el hueso.

Como dirán varios críticos, en algunas escenas se abusa de la compasión por el personaje al ver todos los abusos e injusticias por las que pasa en lo que parece su vida cotidiana, pero que son necesarias para mostrar la cruda realidad de la sociedad en la que vivimos.

Si bien el filme es bastante crudo y con un fuerte mensaje sobre la conciencia de la salud mental, necesitaba un final incluso aún más fuerte el cual, desde la vista del público, se puede sentir como un alivio a toda esa tensión que se fue construyendo a lo largo de la película y con un impulso extra desde que Arthur se está arreglando en el baño de su apartamento. Es un remate de un chiste en el que uno sólo puede quedarse boquiabierto sin importar cuantas veces se repita.